Avance: El Ritmo de la Guerra – Fragmentos capítulos 7 y 8

ACTUALIZACIÓN 19/08/20: Ayer publicamos el capítulo 7 íntegro (y la semana que viene publicaremos el 8, en cuanto Tor lo ponga a disposición), por lo que os recomendamos seguir la lectura directamente en los capítulos de avance, que sustituye a este post.

Aquí tenéis el índice.

Con motivo de la Comic Con de San Diego, uno de los eventos más importantes a nivel internacional que nació como una convención de comics, pero que con los años se ha ido expandiendo para abarcar todo tipo de medios relacionados con los comics, la fantasía y la ciencia ficción, Brandon leyó dos fragmentos del Ritmo de la Guerra correspondientes con los capítulos 7 y 8, cuyo protagonista es Kaladin.

Hoy os traemos esta traducción gracias a Nova, elaborada por Manu Viciano, que nos abre la puerta a lo que se avecina en las próximas semanas.

Aprovechamos también para comentar que Tor ha empezado a publicar los capítulos semanales del Ritmo de la Guerra, esta semana con el prólogo y el capítulo 1. Estad atentos esta tarde, ¡porque daremos el pistoletazo de salida a la lectura conjunta de los avances que podréis comentar en este hilo del foro!

avance: el ritmo de la guerra – fragmento: capítulos 7 y 8, leído por brandon en la comic con at home, el 23 de julio de 2020

avance de la traducción del ritmo de la guerra, traducida por manu viciano y cedida por nova

Kaladin voló a través de la columna de humo acre que ascendía desde la mansión. Descendió deprisa hacia el lugar donde el extraño Fusionado y sus soldados amenazaban a la gente del pueblo. Allí estaba Waber, el jardinero de la mansión, retenido contra el suelo con una bota en la cara.

Está claro que es una trampa, dijo Syl en la mente de Kaladin. Ese Fusionado sabe lo que tiene que hacer para llamar la atención de un Corredor del Viento: atacar a inocentes.

Tenía razón. Kaladin se obligó a bajar con cuidado a cierta distancia. El Fusionado había hecho un agujero en el muro cerca de una entrada lateral de la mansión. Aunque las llamas lamían los pisos superiores de la construcción, la estancia que había al otro lado del agujero estaba a oscuras, todavía sin incendiar. Por lo menos, no del todo.

En el momento en que Kaladin aterrizó, los cantores dejaron marchar a Waber y los demás y se retiraron por el agujero abierto en el muro de piedra. «Cinco soldados —observó Kaladin—. Cuatro con lanzas, uno con espada.»

El Fusionado llevaba a un prisionero cuando entró con paso firme en el edificio. Era flaco, tenía la cara demacrada y sangraba por un tajo horizontal en el abdomen. Godeke, el Danzante del Filo. Parecía que su luz tormentosa se había agotado. Que las tormentas quisieran que siguiese con vida. El Fusionado quería utilizarlo como cebo, así que parecía probable que así fuera.

Kaladin se acercó al muro derrumbado.

—¿Quieres combatir contra mí, Fusionado? Pues vamos. Cuando quieras.

La criatura, ensombrecida dentro del edificio, gruñó algo en su propio idioma rítmico. Un soldado tradujo.

—Combatiré contra ti aquí dentro, donde no puedas huir volando, pequeño Corredor del Viento. Ven, enfréntate a mí.

Esto no me gusta nada, dijo Syl.

—Ni a mí —susurró Kaladin—. Prepárate para ir a buscar ayuda.

Se enlazó levemente hacia arriba, lo justo para volverse más ligero, y se aproximó con mucha cautela hasta entrar en el edificio en llamas. Aquella estancia grande había sido en otro tiempo el comedor, donde el padre de Kaladin había cenado con Roshone y hablado sobre ladrones y tratos. El techo tenía partes quemadas, consumidas por el fuego desde arriba. Los llamaspren danzaban por las vigas con frenético deleite.

El gigantesco Fusionado estaba justo delante, con dos soldados a cada lado que avanzaron para flanquear a Kaladin. ¿Dónde estaría el quinto soldado? Allí, cerca de una mesa volcada, trasteando con algo que brillaba en un profundo tono violeta negruzco. ¿Luz del vacío? Un momento, ¿eso era un fabrial? De pronto, las luces perdieron intensidad.

Los poderes de Kaladin desaparecieron.

Notó una extraña sensación de asfixia, como si le hubieran colocado algo muy voluminoso encima de la mente. Volvió a sentir su peso al completo cuando se anuló su enlace.

Syl dio un respingo y la lanza que había formado desapareció en una voluta neblinosa cuando recobró su forma de spren. Kaladin intentó invocar de nuevo su arma esquirlada, pero no ocurrió nada.

Al instante, Kaladin retrocedió para intentar salir del alcance del extraño fabrial. Pero los soldados se apresuraron a rodearlo e impedirle la retirada. Kaladin había supuesto que podía derrotarlos con facilidad, pero esa suposición se basaba en su lanza esquirlada y sus poderes.

¡Tormentas! Kaladin se esforzó en crear un enlace. La luz tormentosa aún bullía en su interior y le evitaba tener que respirar el humo acre, pero había algo que inhibía sus otras capacidades.

El Fusionado rio y habló en alezi.

—¡Ay, Radiantes! Confiáis demasiado en vuestros poderes. Sin ellos, ¿qué eres tú? Nada más que un niño campesino sin ningún entrenamiento en las artes de la guerra y de…

Kaladin embistió contra el soldado que tenía a la derecha.

El súbito ataque hizo que el cantor gritara y cayera hacia atrás. Kaladin arrebató la lanza de su mano del hombre para, con un movimiento fluido, volverla y dar una estocada a dos manos que empaló a un segundo soldado.

Los dos soldados de su izquierda se recuperaron de la sorpresa y saltaron hacia él. Kaladin sintió el viento envolviéndolo mientras giraba entre ellos, atrapaba un espadazo bajo con el pie de su lanza y un segundo ataque alto justo por debajo de la copa del arma. El metal dio contra la madera con el acostumbrado sonido sordo y Kaladin completó su giro y desarmó a la vez a los dos hombres.

Rajó la tripa de un soldado y luego le barrió los pies, lo que lo hizo caer al suelo delante de su compañero. Aquellos soldados estaban bien entrenados, pero aún no habían visto mucho combate real, como demostraba que el cantor restante se quedara petrificado al ver morir a sus amigos.

Kaladin siguió moviéndose, casi sin pensar, y clavó la lanza en el cuello del cuarto soldado. «Ahí está —pensó Kaladin mientras la esperada cinta de luz roja llegaba veloz hacia él—. Volverá a atacarme por la espalda.»

Soltó su lanza, sacó una daga arrojadiza del cinto y se volvió. Clavó el puñal en el aire justo antes de que apareciera el Fusionado y la pequeña hoja se hundió en el cuello de la criatura, con ángulo entre dos láminas de caparazón.

El Fusionado dejó escapar un «urj» de sorpresa y dolor, con los ojos muy abiertos.

El fuego quebró la madera de arriba y cayeron cenizas ardientes mientras el enorme Fusionado se derrumbaba como un árbol aserrado y hacía temblar los tablones del suelo con el impacto. Por suerte, en esa ocasión no salió de él ninguna cinta de luz roja.

—Pues es un alivio —dijo Syl, posándose en el hombro de Kaladin—. Supongo que, si lo pillas bien antes de que se teleporte, puedes matarlo de verdad.

—Por lo menos hasta que la tormenta eterna lo haga renacer —respondió Kaladin, mientras comprobaba los cantores que había matado.

Aparte del que estaba muriendo despacio por la herida en el abdomen, solo había dejado con vida a dos: al que había empujado y al quinto que estaba al fondo de la sala, el que había activado el fabrial. El primero había salido a gatas por el agujero del muro para huir. El otro había abandonado el fabrial y se desplazaba despacio hacia un lado, espada en mano, ojos como platos.

El hombre intentaba llegar hasta Godeke, quizá para utilizarlo como rehén. El Danzante del Filo herido había caído al suelo en la refriega junto al cascarón del Fusionado después de que este se teleportara hacia Kaladin. Godeke estaba moviéndose, pero no por sus propios medios. Una figura menuda y desgarbada tenía agarrado al Danzante del Filo por una pierna y estaba arrastrándolo despacio para alejarlo de la pelea. Kaladin no había visto a Lift colarse en la sala, pero lo cierto era que la chica tendía a aparecer donde nadie la esperaba.

—Sácalo por ese agujero, Lift —dijo Kaladin, acercándose al último cantor—. ¿Tus poderes también están suprimidos?

—Sí —respondió ella—. ¿Qué nos han hecho?

—Yo también tengo muchísima curiosidad —dijo Syl, volando hacia el aparato, que estaba en el suelo y consistía en una gema cubierta de piezas de metal apoyada en un trípode—. Este es un fabrial pero que muy raro.

Kaladin apuntó con su lanza al último cantor, que soltó la espada con mala gana y levantó las manos. Tenía la piel jaspeada en rojo y negro.

—¿Qué es este fabrial? —le preguntó Kaladin.

—Eh… esto… —El soldado tragó saliva—. No lo sé. Me dijeron que girara la gema de la base para activarlo.

—Está alimentado por luz del vacío —dijo Syl—. Nunca había visto nada parecido.

Kaladin alzó la mirada hacia el humo que se acumulaba en el techo.

—¿Lift? —dijo.

—En ello.

La chica corrió hacia el dispositivo mientras Kaladin mantenía vigilado al cantor. Un momento después, los poderes de Kaladin regresaron. Suspiró aliviado, aunque se le escapara una voluta de luz tormentosa por la boca. Cerca de él Godeke dio un respingo, inhalando luz tormentosa inconscientemente, y su herida empezó a sanar.

Vigorizado por la luz tormentosa, Kaladin asió al soldado y lo levantó del suelo mientras le infundía la suficiente luz para que se quedara flotando en el aire.

—Os dije que salierais del pueblo —gruñó Kaladin sin levantar la voz—. Estoy memorizando tu cara, tus manchas, tu peste. Como vuelva a verte, sea cuando sea, te enviaré disparado hacia arriba con tanta luz tormentosa que tendrás mucho, muchísimo tiempo para pensar mientras vuelves a caer. ¿Comprendido?

El cantor asintió con la cabeza, tarareando un sonido conciliador. Kaladin le dio un empujón, recuperó la luz tormentosa e hizo que el hombre cayera al suelo. El soldado salió corriendo por el agujero.

—Había otro humano aquí dentro —dijo Lift—. Un viejo ojos claros con ropa de mendigo. Yo estaba mirando desde fuera del edificio y he visto a ese hombre entrar aquí con Godeke. Al poco tiempo, ese Fusionado ha salido a través del muro con Godeke al hombro, pero ya no he vuelto a ver al otro hombre.

Roshone. El antiguo consistor había dicho a Dalinar que iba a buscar en el sótano de la mansión para rescatar a unos lugareños apresados. Kaladin no se enorgulleció de vacilar como lo hizo, pero cuando Syl lo miró, apretó los dientes y asintió.

«Siempre que sea lo correcto…», pensó.

—Lo encontraré —dijo—. Asegúrate de que Godeke se recupera y luego lleva ese fabrial a la brillante Navani. Va a encontrarlo muy interesante.

Kaladin cruzó el ardiente comedor, asediado por ese momento en el que de repente había perdido sus poderes. La experiencia lo había inquietado mucho. Lo cierto era que había pasado a depender mucho de sus capacidades. Igual que podía depender de una buena lanza, probada en batalla y bien afilada. Y había pocas cosas peores que ver cómo tu arma te fallaba en combate.

—Tendremos que estar atentos a esos fabriales —dijo Kaladin—. No me gusta nada que los poderes estén sujetos a anulación por parte del enemigo. —Miró a Syl, que estaba sentada en su hombro—. ¿Tú habías experimentado antes algo como eso?

La spren negó con la cabeza.

—No que yo recuerde. A mí me ha hecho sentir… desdibujada. Como si no estuviera aquí del todo.

Kaladin evitó las habitaciones consumidas del todo por el fuego, llenas de primitivas sombras y luces, de vivos naranjas y rojos intensos y furiosos. Si los consistores se hubieran conformado con una casa normal, aquello no habría podido llegar a ocurrir. Pero no: tenían que distinguirse de los demás y vivir en un hogar lleno de delicada madera, en vez de recia piedra. Las hambrientas llamas parecían emocionadas jugando con la mansión moribunda. Había un regocijo en los sonidos del fuego, en sus rugidos y siseos. Los llamaspren correteaban por la pared junto a Kaladin, dejando rastros negros en la madera.

Por delante, la cocina estaba envuelta en llamas. A Kaladin de momento no le importaba el calor, porque su luz tormentosa le sanaba las quemaduras antes de que llegaran a algo más que picar. Mientras se mantuviera apartado del corazón del fuego, no debería pasarle nada.

Por desgracia, aquello podía demostrarse imposible.

—¿Dónde está el sótano? —preguntó Syl desde su hombro.

Kaladin señaló a través de la gigantesca hoguera que era la cocina hacia una puerta que apenas se entreveía como una sombra.

—Estupendo —dijo Syl—. ¿Vas a llegar corriendo?

Kaladin asintió, sin atreverse perder su luz tormentosa hablando. Hizo acopio de valor y entró a toda velocidad en la cocina, rodeado de llamas y humo que se arremolinaron en torno a él. Llegó desde arriba un desolado gemido, que le indicó que el techo estaba a punto de ceder.

Un enlace rápido hacia arriba permitió a Kaladin saltar la encimera ardiente. Llegó al otro lado, embistió con el hombro contra la calcinada puerta que bajaba al sótano y la atravesó con gran estrépito, proyectando fuego y hollín por delante.

Entró en un oscuro pasadizo descendente, tallado directamente en la roca de la ladera de la colina. Mientras dejaba atrás el incendio, Syl soltó una risita.

—¿Qué pasa? —preguntó él.

—Tienes el trasero en llamas —dijo ella.

Condenación. Kaladin se dio palmadas en la parte de atrás de la casaca. En fin, después de que Leshwi lo apuñalara, aquel uniforme ya estaba echado a perder de todos modos. Iba a tener que escuchar a Leyten quejarse por la frecuencia con que Kaladin los destrozaba. El intendente de los Corredores del Viento parecía convencido de que Kaladin se dejaba herir solo para complicarle la tarea de mantener las existencias de uniformes.

Empezó a recorrer el oscuro túnel de piedra, contando con su luz tormentosa para ver dónde pisaba. Al poco de haber entrado, pasó por una rejilla en el suelo que cubría un profundo agujero: el atrapaaguas, que desviaría toda lluvia que inundara el túnel. Un sótano para tormentas como aquel era el lugar donde se refugiaban las familias de ojos claros durante las altas tormentas.

Kaladin se sintió tentado de considerar el riesgo de inundación como otro problema de vivir en una casa de madera, pero incluso las edificaciones de piedra podían sufrir daños ocasionales durante las tormentas. No podía reprochar a la gente que quisiera poner varios palmos de roca entre ellos y las ráfagas de viento. De niño había jugado allí abajo con Laral, y en esos momentos el pasadizo le pareció más angosto. Recordaba un túnel profundo e interminable. Pero poco después de pasar el atrapaaguas, vio por delante el techo iluminado del sótano.

Kaladin entró en la estancia subterránea y encontró a dos prisioneros encadenados con grilletes a la pared del fondo, desplomados en el suelo, con las cabezas gachas. A uno de ellos no lo reconoció —quizá fuese un refugiado—, pero el otro era Jeber, padre de un par de chicos a los que Kaladin había conocido en su juventud.

—Jeber —llamó Kaladin, corriendo hacia él—. ¿Has visto a Roshone? Ha dicho…

Kaladin interrumpió la frase al darse cuenta de que ninguno de los dos se movía. Se arrodilló y sintió crecer el miedo al fijarse mejor en la cara delgada de Jeber. Estaba normal, salvo por la palidez… y por los dos huecos calcinados, como carbón, que tenía en vez de ojos. Lo habían matado con una hoja esquirlada.

—¡Kaladin! —gritó Syl—. ¡Detrás de ti!

Kaladin se volvió, sacando la mano de golpe e invocando su lanza esquirlada. La estancia, tallada toscamente, se abría hacia atrás a la izquierda de la entrada, dejando una pequeña cavidad en la pared que Kaladin no había alcanzado a ver al entrar. Allí, de pie en silencio, había un hombre alto con rostro de halcón y el pelo castaño veteado de negro. Moash llevaba un elegante uniforme negro de corte alezi y retenía al brillante señor Roshone delante de él, con una daga al cuello. El exconsistor lloraba sin hacer ruido, con la otra mano de Moash tapándole la boca, y había miedospren ondulándose en el suelo.

Moash movió la daga en un corte rápido y efectivo que abrió la garganta de Roshone y derramó su sangre por el pecho de su raída ropa.

Roshone cayó a la piedra. Kaladin gritó e hizo ademán de correr a ayudarlo, pero el cirujano que llevaba en su interior meneó la cabeza. ¿Cuello rajado? No era la clase de herida que un cirujano podía sanar.

«Atiende a alguien a quien puedas ayudar —pareció decirle su padre—. Este está muerto.»

¡Tormentas! ¿Era demasiado tarde para ir a buscar a Lift o a Godeke? Ellos podrían… podrían…

Roshone se revolvió con debilidad en el suelo ante un impotente Kaladin. Y entonces, el hombre que había aterrorizado a la familia de Kaladin, el hombre que había enviado a Tien a su muerte… se perdió en un charco de su propia sangre.

Kaladin alzó la mirada furibunda hacia Moash, que en silencio devolvió la daga a la vaina que llevaba al cinto.

—Venías a salvarlo, ¿verdad, Kal? —preguntó Moash—. ¿A uno de tus peores enemigos? En lugar de buscar la venganza y la paz, corrías a rescatarlo.

Kaladin rugió y se levantó de un salto. La muerte de Roshone devolvió a Kaladin a aquel momento en el palacio de Kholinar. A una lanza atravesando el pecho de Elhokar. Y a Moash… haciendo el saludo del Puente Cuatro como si de algún modo inconcebible mereciera ese privilegio.

Kaladin alzó la lanza-Syl hacia Moash, pero el hombre solo se lo quedó mirando, con unos ojos que habían pasado a ser de un verde oscuro pero carecían de toda emoción, de toda vida. Moash no invocó su hoja esquirlada.

—¡Lucha contra mí! —le gritó Kaladin—. ¡Hagámoslo!

—No —dijo Moash, separando las manos a los lados—. Me rindo.

Por si os habéis perdido los avances interiores, aquí os dejamos un pequeño índice:

Y si todavía no habéis leído la serie de artículos recordatorio, no dejéis escapar la oportunidad:

Apasionada de los comics, amante de los libros de fantasía y ciencia ficción. En sus ratos libres ve series, juega a juegos de mesa, al LoL o algún que otro MMO. Incansable planificadora, editora, traductora, y redactora.

Comments

  • Tony Mienteme ( Vivenna supporter)

    Varias cosas: - El fabrial que usan los cantores va ser muy interesante, me pregunto que tipo de spren es capaz de producir ese efecto. Habrá alguna potencia que pueda hacerlo? sospecho que Los forjadores de Vínculos serían capaces de hacerlo. -Un sí rotundo al equipo Kal-Lift , ojalá verles más a menudo trabajando juntos. -Lo del nuevo Danzante no me lo esperaba así de primeras, pero supongo que después de un año es lo más normal. por lo que dice Lift ha caído en la trampa y el fabrial le ha impedido sanar. - El fusionado usando la potencia del transporte, tiene que ser aterrador si no tienes armadura o luz tormentosa Veremos a Jasnah moverse así de rápido en este libro? Imaginad ese movimiento en el campo de batalla esquirlada en mano o simplemente convirtiendo en humo a todo el que te cruces...aterrador. -Está claro que este capítulo es la continuación del capítulo 1 y seguramente de alguno más. En el uno llega Kaladin con unos cuantos de avanzadilla y en este se menciona a Navani y a Dalinar, además por lo que dice sanderson en el video, en este capítulo hay un punto de Vista de Shallan. así que podemos asumir que están casi todos en Piedralar, por no decir todos. -Laral es Gafe, pobre chica. Aunque debo decir que me alegra que esa rata de Roshone la haya palmado. Aunque Moash... -Moash primo, qué pretendes? esa forma de rendirse tan facil, ojo con Moash

  • Shallandav

    Pero, ¿qué hace todo el mundo en Piedralar? Kaladin, Dalinar, Navani, ¡Lift! ¿Lift está en una misión con los demás? Un SÍ rotundo a team Kaladin-Lift. Me pregunto si el fabrial afecta solo a los Radiantes o a todos los que usen la Investidura. Porque sería poco inteligente de parte de los Fused anular los poderes de los demás y también los suyos. Afecta también a los spren, así que ¿funcionaría con alguien que usara una Honorblade? ¿Que le pasaría a Nightblood? Moash lo tiene todo calculado: Si Kaladin lo asesina, se lamentará toda su vida por haber matado a un amigo. Si no lo hace, se lamentará por no haber hecho justicia con el asesino de Elhokar. El Interludio de Syl parece que sucederá luego de esto. Sea cual sea el resultado, Kal no saldrá bien parado emocionalmente. Y todo porque Moash lo conoce muy bien. La teoría de que será el Campeón de Odium ha subido unos puntos.

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