AVANCE – El Archivo de las Tormentas 5 – Viento y Verdad: Shallan, capítulos 1 y 2

Anoche, Brandon participó en el C2E2, la convención geek más importante de Chicago. Tal y como ya comentó durante la pandemia, no va a volver a viajar al ritmo que viajaba antes. Por un lado, el esfuerzo que requiere este tipo de viajes resta mucho tiempo tanto de escritura como de vida personal y, por otro, solo puede saludar a un número muy limitado de personas, así que en su momento decidió reducir las apariciones en convenciones (incluyendo las internacionales) a un viaje o dos al año. A cambio, el tiempo que le queda disponible le permite escribir más, mantener el podcast de Writting Excuses, hacer el podcast Intentionally Blank junto a Dan Wells, y grabar las actualizaciones semanales que tanta ilusión nos hace, y crear algo más de contenido para redes sociales (Instagram, Twitter y TikTok).

En la ronda de preguntas del C2E2 surgieron algunas cuestiones más relacionadas con temas RAFO (Read And Find Out), y quizá lo más noticiable para nosotros sea que Brandon ha reafirmado su intención de escribir 5 trilogías de Mistborn, que junto a Aleación de Ley (que se considera un libro puente entre Era 1 y Era 2) daría un total de 16 libros, y todos sabemos lo importante que es este número en Scadrial en particular y el Cosmere en general.

En este sentido, aprovechamos la ocasión para recordaros que el 4 de julio saldrá a la venta la edición ilustrada de Aleación de Ley, que representa un gran logro para la editorial Nova y el fandom hispanohablante ya que, por primera vez en la historia, una editorial internacional va a hacer una edición con las ilustraciones hasta ahora exclusivas encargadas por el propio equipo de Brandon para incluirlas en una edición X aniversario que únicamente editan a través de su empresa, Dragonsteel Entertainment. Un hito enorme, y una gran alegría para toda la comunidad.

Así pues, si nada se tuerce, la obra de Mistborn quedaría de la siguiente forma:

  • Era 1, fantasía épica: 3 libros
  • Era 2, steampunk: denominada como Wax y Wayne, 4 libros
  • Era 3, época moderna: denominada como Sangre Espectral, 3 libros
  • Era 4, época cyberpunk: sin nombre aún, 3 libros
  • Era 5, época space opera: sin nombre aún, 3 libros

Además, hizo una nueva lectura de Viento y Verdad, la quinta entrega de El Archivo de las Tormentas que se publicará en inglés el viernes 6 de diciembre y cuya fecha para la salida en español no ha sido confirmada por el momento, aunque Marta Rossich (editora de Brandon Sanderson en Nova) expresó durante la CosmereCon 2024 su intención de que salga tan cerca de la fecha en Estados Unidos como sea posible.

Os dejamos pues con estos dos primeros capítulos del arco de Shallan que, a diferencia de avances anteriores (prólogo, flashbacks de Kaladin o de Szeth), sí contienen spoilers de la obra. 

el archivo de las tormentas 5 – viento y verdad – Shallan, capítulo 1

leído por brandon durante el C2E2 en Chicago, el 26 de abril de 2024

Shallan – Capítulo 1

Shallan permanecía en la cima de Integridad Duradera, la gran fortaleza de los honorspren, pensando sobre todas las personas que había sido. La manera en la que había cambiado en perspectiva. Cierto, la vida era en gran parte sobre perspectiva. Igual que esa extraña estructura; un bloque hueco y rectangular de cientos de metros de altura que dominaba el paisaje de Shadesmar. La gente, los spren, vivían en el interior de sus paredes, caminando de arriba a abajo por ellas, ajenos a las convenciones de la gravedad. Mirar hacia abajo una de aquellas paredes interiores podía revolverte el estómago, a menos que cambiaras tu perspectiva. Que alguien fuera o no fuerte no era tema de debate, pero si la gravedad fuera objeto de opinión…

Se alejó del corazón de Integridad Duradera y caminó siguiendo la zona más elevada del muro. A un lado, un océano de cuentas en movimiento, al otro, una zona de montañas dentadas de obsidiana ribeteadas por árboles cristalinos. En el muro con ella, una vista aún más sobrecogedora: la de dos spren con cabezas hechas de líneas geométricas, vistiendo cada uno de ellos una túnica de un material negro demasiado rígido.

Dos spren.

Había vinculado dos. Uno durante su infancia, uno como adulta. Había dañado al primero y eliminado el recuerdo. Shallan se arrodilló ante Testimonio, su spren original. La críptico estaba sentada con la espalda apoyada contra la barandilla de piedra. Las líneas y el patrón que conformaban su cabeza estaban torcidos, como alas rotas. En el centro, las líneas estaban arañadas, como si alguien hubiera usado un cuchillo contra ellas. Más revelador era que su patrón estaba casi congelado.

Cerca, la cabeza de Patrón pulsaba como un corazón vibrante, siempre en movimiento, siempre generando una nueva forma geométrica. Compararlos a ambos era algo que rompía el corazón de Shallan. Le había hecho aquello a Testimonio al rechazar el vínculo tras usar su hoja esquirlada para matar a su madre.

Testimonio alzó una mano de largos dedos, y Shallan, llena de dolor, la tomó. Apenas apretaba la suya. Pero Shallan tuvo la impresión de que aquella era toda la fuerza que testamento poseía. El comportamiento de Testimonio como ojomuerta era distinto al de Maya, que estaba de pie cerca de Adolin y Kelek. Maya siempre aparentaba tener un cuerpo fuerte, incluso como ojomuerta. Al parecer, los spren se quebraban de formas distintas. Igual que la gente.

Testimonio apretó la mano de Shallan una vez más, sin mostrar una expresión más allá de aquel movimiento letárgico de líneas. 

—¿Por qué? —preguntó Shallan—. ¿Por qué no me odias?

Patrón alzó su mano y la reposó sobre el hombro de Shallan.

—Ambos conocíamos el peligro, el sacrificio de volver a vincularnos con humanos.

—Le hice daño.

—Y aquí estás, capaz de mantenerte en pie —respondió Patrón—. Capaz de controlar las potencias. Capaz de proteger el mundo.

—Testimonio debería odiarme —susurró Shallan—. Pero no hay crítica en cómo toma mi mano. No hay juicio en cómo se queda con nosotros.

—Porque el sacrificio valió para algo, Shallan —. Dijo Patrón inusitadamente reservado—. Funcionó. Al final, te has recuperado, has mejorado. Yo sigo aquí y, sorprendentemente, no estoy ni un poquito muerto. No creo en absoluto que vayas a matarme, Shallan. Estoy muy contento por eso.

—¿Puedo curarla? ¿Tal vez si me vinculo de nuevo con ella?

—Después de hablar con Kelek, creo que sigues vinculada a ella —respondió Patrón.

—Pero… —Shallan miró por encima de su hombro en dirección a Kelek—. Rompí el vínculo. Eso provocó esto.

—Algunas rupturas son complicadas —repuso Patrón—. El corte de un cuchillo afilado es limpio. El corte de un cuchillo romo es irregular. Tu ruptura, hecha por una niña sin toda la intención, es como el corte irregular. En ciertos aspectos lo hace peor. Pero también implica que hay cierta Conexión entre ambas.

—Así que…

—Así que, no —dijo Patrón—. No creo que el simple hecho de pronunciar de nuevo las palabras la sane.

El patrón de su cabeza empezó a girar un poco más lento. Como si estuviera pensando algo profundo.

—Esos números no son algo familiar, Shallan. Son extraños. Irracionales. Una secuencia que no entiendo. Me refiero… Me refiero a que pisamos terreno desconocido. Esa es una metáfora mejor para ti, sí. Terreno desconocido.

En el pasado remoto, los ojomuertos no existían. Era algo que habían aprendido, en parte, de los honorspren y de Maya. Los ojomuertos, todos a excepción de Testimonio, se habían vinculado a antiguos caballeros radiantes previo a la Traición. Juntos, habían renunciado a sus juramentos, tanto humanos como spren. Creyeron que eso causaría una separación dolorosa pero a la que se podía sobrevivir. Y, en vez de eso, algo había ido horriblemente mal. El resultado habían sido los ojomuertos. Puede que la explicación residiera en Kelek, la mismísima persona que Shallan había sido enviada para matar en Integridad Duradera.

Shallan apretó la mano de Testimonio.

—Voy a intentar ayudarte —susurró —. Cueste lo que cueste.

Testimonio no respondió, pero Shallan se acercó a ella, rodeando a la críptico con sus brazos. La túnica de Patrón tenía un tacto duro, pero la de Testimonio se doblaba como la tela.

—Gracias —dijo Shallan—. Por venir a mí cuando era joven. Gracias por protegerme. Sigo sin poder recordarlo todo, pero gracias.

La críptico rodeó a Shallan con sus brazos lenta pero deliberadamente, y la apretó a su vez.

—Ahora, descansa. Voy a resolverlo —dijo Shallan limpiándose las lágrimas de los ojos y poniéndose en pie.

* * *

Shallan y Patrón dejaron a Testimonio descansando y cruzaron el muro de Integridad Duradera para unirse a Adolin, Maya y al Heraldo Kelek, quienes hablaban con una especie de spren al que Kelek llamaba seon. La seon se manifestaba como una bola de luz flotante de apenas el tamaño de una cabeza, con un símbolo extraño en su centro. A parte de ellos, aquel día la cima estaba vacía.

—¿No te acuerdas? —preguntó Patrón a Shallan mientras andaban—. ¿De lo que pasó con Testimonio? Pensé que te acordabas. Pensé que al irse Velo…

—Velo no se ha ido. Es parte de mí. Siempre lo fue —respondió Shallan.

—No lo entiendo.

—Es difícil de explicar, y no tengo claro que lo haya comprendido por completo —dijo Shallan—. Sanar no es un evento sino un proceso, Patrón. He incorporado a Velo en mi ser para que no vuelva a hacerse con el control, pero no se ha ido. Velo es yo, pero Velo no siempre es Shallan.

—Pero… Tú eres Shallan.

—Imagínatelo como si Velo se moviera al último vagón mientras avanzamos hacia el futuro. Sigue allí, enseñándome, y ambas somos conscientes del mundo.

Implicaba más que eso, por supuesto. Shallan había proyectado algunos aspectos incómodos de sí misma en Velo, y ahora tenía que afrontarlos. Le preocupaba que Adolin encontrara aquello difícil pero, bueno… Adolin Kholin era tormentosamente maravilloso. Tras la discusión de la noche anterior, parecía entender. Juntos, sabían que había trabajo por hacer, pero Shallan había dado un paso enorme hacia la curación. Y al hacerlo, había admitido algo importante: que ella no merecía odio sino comprensión. Era complicado de creer, pero Velo insistió en que lo intentaran de todas formas.

—Pero… ¿Radiante sigue separada? —preguntó Patrón.

—Más separada.

—Mmm… así que sigue en el vagón delantero.

—Sí. Puede que eso cambie. Puede que no necesite cambiar. Es algo que voy descubriendo sobre la marcha, Patrón. Pero me siento mejor. Y, aún más importante, ya no necesito que Velo esté entre los recuerdos y yo.

—Entonces, ¡recuerdas!

—Sí y no —respondió Shallan—. Es un embrollo. Era joven y lo que pasó fue traumático, y hay mucho dolor asociado a mis recuerdos de la muerte de mi madre. Necesito tiempo para procesar.

—Mmm… Los humanos son blanditos. No solo sus cuerpos, también sus mentes. También en sus recuerdos. También sus ideas. Mmm…

Patrón parecía complacido ante esa idea.

Como niña, había vinculado un spren. Algo que no había gustado a su madre. Había llegado un hombre bien para dañar a Shallan o para separarla de Testimonio. Su padre había luchado contra él, y durante la refriega, la madre de Shallan se había acercado a ella con un cuchillo. Actuando en defensa propia, Shallan había matado a su madre con una manifestación temprana de testimonio como hoja esquirlada. Presa del trauma, Shallan rechazó su juramento emergente y enterró todos esos recuerdos. Pero, si su vínculo con Testimonio no se había roto del todo jamás, ¿qué quería decir aquello? Y qué recuerdos de aquellos días entre la muerte de su madre y la llegada de Patrón… ¿Cuál de aquellos recuerdos involucraban a Testimonio?

Sabía que tenía una hoja esquirlada, mucho antes de vincularme a Patrón. Es algo sobre lo que pensé en Kharbranth. Se había convencido a sí misma de que aquel arma había pertenecido a su padre y que estaba guardada en una caja fuerte. Había ido hasta allí antes de marcharse y la había desenvainado para dejarla allí, pretendiendo que se trataba de una espada normal, pretendiendo que tenía diez segundos para invocarla. Y, con todo, parte de ella sabía, incluso entonces, que se trataba de Testimonio, una amiga a quien había provocado un gran daño. Eso era lo único que Shallan recordaba con claridad. Testimonio era su amiga. Un patrón con relieve en la pared que primero había encantado a la joven, luego había entablado conversación con ella y más tarde la había protegido.

Su spren nunca había sido tan parlanchina como Patrón. De hecho, Shallan únicamente podía recordar suaves fragmentos de discursos animándola a enfrentarse a la oscuridad de su familia. Shallan había amado muchísimo a su misteriosa spren. Aunque sus recuerdos estaban confundidos, las emociones brillaban a través del dolor. A veces, la fortaleza puede ser cosa de percepción, y hoy Shallan se dio cuenta de que podía escoger la fortaleza.

Se acercaron a Adolin, Maya y Kelek. A Shallan aún le costaba creer que este hombre fuera uno de los Heraldos del Todopoderoso. El tipo bajito que se estaba quedando calvo y que no paraba de frotarse las manos, como si las estuviera lavando con agua y jabón invisibles. Adolin y Maya prácticamente se alzaban sobre él mientras hablaban con la bola de luz.

Era obvio que Maya estaba atenta. No había sanado del todo, sus ojos seguían arañados, y su tono era marrón en vez del verde brillante de los otros de su especie, pero se estaba recuperando. Ya no deambulaba ni se quedaba en blanco durante las conversaciones. Incluso había empezado a hablar un poco más, aquí y allí.

—Me preocupa lo que está por venir —decía la bola de luz. Se había transformado en algo parecido a la cara de Sagaz, hecha de una tenue luz blancoazulada, y hablaba con su voz. El spren era un medio para contactarlo, tal como habían descubierto pocos días antes—. La guerra va a intensificarse. Todo se reduce al torneo de campeones. El guerrero escogido por Odium contra quien sea que Dalinar escoja.

—Padre se escogerá a sí mismo —dijo Adolin—. Cuando el Espina Negra quiere asegurarse de que algo se haga bien, lo hace él mismo —. Adolin hizo una pausa y miró a Maya—. Tormentas, es posible que sea nuestra mejor opción, igualmente.

—Sagaz, ¿en serio está pasando? —preguntó Shallan.

—Así es. El torneo se ha fijado, y los términos se han acordado. Shallan, lo han organizado para dentro de diez días a contar desde hoy.

—¿Tan pronto? Tormentas. ¿Dónde? —preguntó Shallan.

—Urithiru —dijo Adolin con los brazos cruzados—. Parece que ya han mandado Corredores del Viento a recogernos. Deberían llegar hoy.

Shallan se quedó meditando, intentando sentir el latigazo emocional. Les había llevado días alcanzar Integridad Duradera, pero los Corredores del Viento podían llevarlos de vuelta a Urithiru en el día, dependiendo de cuánta investidura llevaran consigo.

Sentía ganas de regresar. Ya había tenido bastante de los honorspren y su elitismo. Echaba de menos el cielo azul y las plantas que no se arrugaban al tocarlas. Aunque Shadesmar tenía sol, era distante y frío. Jamás podría prevalecer allí. Y, como había dicho a Testimonio, tenía cosas que hacer.

—Sagaz —dijo Shallan dando un paso al frente, y la versión brillante de su cara se centró en ella—. ¿Están mis hermanos a salvo? ¿Estás seguro?

—Bastante seguro, Brillante —respondió suavemente—. ¿Estás convencida de que los Sangre Espectral actuarán contra ti?

—Sí.

Tras un año y medio de flirtear con los Sangre Espectral, al final había dado un paso al frente y se había negado. Al hacerlo, básicamente, les había declarado la guerra. Buscó la mano de Adolin como apoyo.

—Sagaz, conozco sus caras, sus planes. Posiblemente soy la mayor amenaza sobre la faz del planeta para su organización, y han intentado matar a Jasnah por menos. Todas las personas que quiero están en peligro.

—Tendré que arreglármelas con Dalinar e intentar prepararlo —dijo Sagaz—. Pero creo que puedo ayudarte también. He estado observando a la pequeña cuadrilla de Mraize. Mandaré mis dibujos de sus integrantes a tu gente. Pero ten cuidado, Shallan. Conozco a este grupo y a su líder, y pueden ser brutales.

—Igual que yo —susurró Shallan.

Shallan miró hacia Kelek, que contemplaba el mar de cuentas y a los spren ojomuertos que permanecían en la orilla. A pesar de su presencia, Shallan se sentía segura con Patrón, Adolin y Maya. Lo suficientemente segura como para decirlo en voz alta.

—Pero, Sagaz, estoy preocupada. ¿Estoy lista?

—Yo también me lo pregunto de tanto en tanto. Y, Shallan, tengo diez mil años.

—Durante el viaje empecé a crear una nueva personalidad, Sagaz. Sinforma. Una versión mía, pero… —¿Cómo podía explicarlo?— Una versión mía sin rostro. Una versión mía capaz de hacer cosas terribles. Me alejé de ella, Sagaz, pero esa habilidad sigue en mi interior.

—Shallan —respondió él, y ella miró hacia arriba, sosteniendo su mirada—. De no ser por esa habilidad, ¿de qué servirían las elecciones? Si jamás tuviéramos el poder de hacer cosas horribles, ¿qué habría de heroico en resistir?

—Pero…

—¿Le diste la espalda?

Y Adolin apretó su mano.

—Sí.

—Entonces, eso es heroísmo, Shallan.

—Recuerdo lo que hice a mi madre. Y a mi padre. Y, hasta cierto punto, a Tyn y ahora a Mraize. Voy a tener que matarlo, Sagaz. ¿Es ese mi destino? ¿Matar a todo aquel que ha sido mi mentor?

Y, al decirlo, finalmente sus miedos se hicieron patentes. ¿Sonaba tonto ¿absurdo? ¿ridículo? ¿Aquel patrón que había visto a lo largo de su vida?

Pero Sagaz no se rio, y él se consideraba un experto en lo ridículo.

—Ojalá cualquiera de nosotros pudiera protegerse del coste del heroísmo. Pero, de nuevo, de no haber costes, de no haber sacrificios, ¿habría en sí heroísmo? No puedo prometerte que vaya a ser sencillo, Shallan, pero estoy orgulloso de ti.

—Estoy orgullosa de ti —susurró Radiante.

—Estoy orgullosa de ti —Velo, la parte de sí misma que era Velo, asintió.

—Gracias, repuso ella.

—Me tengo que ir —dijo Sagaz—, pero te diré esto. Los Sangre Espectral quieren algo increíblemente valioso, y tú tienes la llave a tu lado ahora mismo. Si quieres destruirlos, puede que no tengas que matar hasta el último de ellos. En cambio, puede que simplemente necesites una ventaja poderosa sobre ellos.

La cara se derritió dentro de la esfera brillante, que volvió a ser una esfera.

—Se ha ido —dijo el spren—. Lo siento.

Las últimas palabras de Sagaz permanecieron en Shallan, reforzando algo que había estado considerando: una manera de proteger Roshar de los Sangre Espectral. Y, por supuesto, sabía cuál podría ser el próximo objetivo de la organización. La habían mandado a Integridad Duradera para recoger información sobre uno de los Deshechos, y el Heraldo a su lado poseía los secretos que todos ansiaban conocer.

—Necesito —dijo Shallan a Kelek— saber todo lo que sabes sobre Ba-Ado-Mishram.

El Heraldo se estrujó las manos y miró a un lado, como intentando escapar.

—No vamos a hacerte daño —dijo Adolin en tono calmado—. Ya deberías saberlo.

—Lo sé —repuso Kelek—. Es solo… Se supone que no debería involucrarme. Ninguno de nosotros debería.

—No creo que los demás Heraldos estén haciendo caso —puntualizó Shallan, cruzando los brazos—. ¿Qué hiciste, Kelek?

—No mucho —dijo él, llevándose la mano a la cabeza—. No… No puedo hacer gran cosa estos días. No sé por qué. No puedo decidir. Yo… —Alzó la mirada hacia ellos y puso las manos en puño, acercándolos a su pecho—. Estaba en Urithiru cuando se fraguó el plan de capturar a Mishram. Luego me uní a la misión. Supongo que soy el único con vida que sabe lo que fue de ella. Es el motivo por el que los Sangre Espectral y su maldito Señor de las Cicatrices me quieren.

—Solo dinos —dijo Shallan.

—Algunos de nosotros aprendimos que se puede capturar spren en una gema. Y Mishram, a pesar de todo su poder, era un spren. Los radiantes prepararon un heliodoro perfecto, del color de la luz del sol, y la atraparon en su interior, y luego escondieron su prisión. No en el Reino Físico, ni en Shadesmar —se mordió el labio entre los dientes, y siguió diciendo—. En el Reino Espiritual. Melishi la escondió allí.

—¿Cómo? —preguntó Shallan compartiendo una mirada con Adolin.

—No lo sé —respondió Kelek apartándose—. No lo sé. Pero ahora… ahora mandarán a más gente a por mí, ¿no es así? Me atraparán en una gema, o creen que pueden hacerlo.

Kelek miró a ambos, con los ojos completamente abiertos, y salió corriendo hacia abajo. Nadie lo siguió. Desgraciadamente, este era un comportamiento habitual en Kelek.

Maya gruñó por lo bajo mientras lo veía marcharse.

—Ha empeorado un montón —dijo.

Shallan se sobresaltó.

—¿Lo conocías?

—Coincidí con él varias veces —dijo Maya, y respiró profundamente—. Nunca… nunca me pareció gran cosa, incluso entonces.

—Bueno —dijo Shallan—. Al menos sabemos algo más sobre Mishram. Su prisión es parte de lo que Mraize lleva buscando un buen tiempo, sospecho. Puede que necesite encontrarla primero, antes de que él lo haga.

—Ba-Ado-Mishram —dijo Adolin pensativo, recostándose contra  las almenas de la muralla—. La Deshecho más poderosa. Y, ¿qué podrían querer los Sangre Espectral de ella?

—Mmm —dijo Patrón—. Poder. Mucho poder. Ella era casi una diosa. Una vez se vinculó a los cantores. ¿Podrían querer Mraize hacer algo parecido?

Un escalofrío recorrió a Shallan, considerando y pensando sobre Mraize y su maestra Iyatil, que de algún modo estuvieran al mando de su propio ejército enemigo. ¿Era eso posible?

—Sea cual sea el motivo, tengo que detenerlo —dijo Shallan.

—Pero, ¿su prisión está en el Reino Espiritual? —preguntó Adolin mientras fruncía el ceño—. ¿Qué implica eso siquiera?

—Mmm —dijo Patrón—. Implica que jamás podremos encontrarla.

—Seguro que se puede —dijo Shallan—. Los antiguos Radiantes la pusieron allí, deberíamos poder sacarla.

—No lo entiendes —repuso Patrón, sujetándose las manos y gesticulando hacia Adolin—. Te parece que Shadesmar es un sitio raro, ¿no? Cielo negro, sol pequeño, Patrón con brazos y piernas para deambular —su cabeza empezó a girar un poco más deprisa—. El Reino Espiritual es aún más raro por varios órdenes de magnitud. Es un sitio donde el futuro se funde con el presente. El pasado reverbera como el tañido de un reloj. El tiempo y las distancias se estiran, como números repitiéndose hasta el infinito. Es donde viven los dioses y los abruma incluso a ellos.

Shallan procesó la información y miró hacia Testimonio, acurrucada a la sombra de la muralla mucho más atrás en el camino.

—Nuestra mejor conjetura es que los ojomuertos se crearon porque Mishram fue aprisionada, ¿no? —Dijo Shallan.

—Así es —respondió Patrón—. Mishram se convirtió en una especie de diosa para los cantores, los parshmenios. Se conectó a Roshar, y ecos de eso se filtraron a los spren. Ah, tan maravillosamente extraño. Su aprisionamiento es el motivo por el que los vínculos rotos ahora tienen el efecto que tienen sobre los spren.

—Es porque los humanos no tienen honor —dijo Maya—. Me refiero al dios… Oí que… que Mishram había sido capturada. Oí que… los Radiantes destruirían el mundo. Por eso decidí… decidí que había que hacerlo —meneó la cabeza—. No lo sé todo. Me… me hubiera gustado. Teniendo en cuenta lo que romper… lo que romper… romper el vínculo me hizo…

Aquel día, el día en que Mishram fue capturada, había sucedido algo más profundo, un evento que conectó a la humanidad, a Honor, a los spren, y a los vínculos.

—Tenemos que averiguar cómo Mishram o su prisión tiene poder sobre los vínculos —dijo Shallan mirando a Patrón—. Tenemos que ir al Reino Espiritual y encontrar esa prisión, sea lo difícil que sea.

Su patrón se ralentizó, y al final enlazó sus dedos.

—Muy bien. Aunque, ¿sabes lo que dije cuando dije que estaba seguro de que no ibas a matarme?

—Sí.

—Me gustaría retractarme —dijo.

el archivo de las tormentas 5 – viento y verdad – Shallan, capítulo 2

leído por brandon durante el C2E2 en Chicago, el 26 de abril de 2024

A Shallan le gustaba poder dedicar unas horas a pensar, por una vez. Vestida con un havah de color azul brillante en lugar de su ropa de viaje, sentada en la grada más alta del foro de piedra al aire libre que había en el interior de Integridad Duradera, dibujaba. ¿Cuánto había pasado desde que simplemente podía dedicarse a dibujar? Había hecho algunos bocetos durante su viaje, pero parecía haber pasado una eternidad desde entonces. 

Se relajó, fluyó con el dibujo, una representación del vértigo que había sentido al mirar hacia arriba en el interior de las paredes de Integridad Duradera. Una pintura surrealista, como algo perteneciente a uno de los movimientos artísticos antiguos, donde la perspectiva era algo intencionalmente ajeno y perturbador. Le gustaba pensar que los antiguos surrealistas habían contactado con spren de Shadesmar, retorciendo sus mentes ante nuevas formas de ver las cosas. Aunque nunca se le habían dado tan bien los paisajes como la gente, estaba orgullosa de la sensación de caída que transmitía su boceto. ¿Y con todo, hacia qué? No podías verlo, dado que la perspectiva antinatural atraía tu mirada hacia arriba.

Como otros que había hecho durante el día, un rostro extraño se colaba furtivamente en la ilustración. En esta ocasión, había retorcido distraídamente las sombras de una pared formando una cara. Femenina, de una cantora de caparazón angular y sombras y curvas formando un diseño que recordaba estratos en su rostro. Shallan ojeó su cuaderno de bocetos. Todos los dibujos que había hecho hoy tenían el rostro de aquella cantora escondido en alguna parte, y no recordaba haberlos hecho. Había hecho algo así en Urithiru, cuando la presencia de una Deshecha había deformado sus bocetos. Intentó que esta vez no la perturbara demasiado. En aquel entonces, había sido un mensaje. ¿Había otro parecido ahora?

Miró hacia Adolin, caminando en el centro del foro, un sitio donde pocos días atrás había sido juzgado. Hoy, Godeke, un Corredor del Viento larguirucho, se había reunido con él. También se les habían unido los agentes de Shallan, Ishnah, Vathah, y Beryl, junto a sus crípticos. Esperaban a los Corredores del Viento y los frutos de algunos últimos esfuerzos en Integridad Duradera. Comenzó un nuevo boceto mientras esperaban.

Al final, llegaron doce. Doce honorspren entre una población de cientos. Esos fueron todos lo que aparecieron en respuesta a la llamada a la batalla de Adolin. Él y Godeke saludaron a cada uno con una sonrisa, pero Shallan sabía que esperaban más.

Llegó otro más. Notum, el antiguo capitán marino, seguía conservando su distintivo vello facial, aunque caminaba con paso inestable. Seguían sin saber por qué lo asaltaron aquellos tukari de quienes lo salvó Adolin. Notum se abstuvo de unirse a Adolin y Godeke, y descendió los escalones para unirse a Shallan.

—¿Radiante Kholin?

Todavía era algo raro de oír, incluso un año después de la boda. No había asumido que tomaría el nombre de Adolin. Entre los alezi ojos claros, ambas partes podían tanto conservar su nombre como adoptar uno nuevo. En su caso, era necesaria en la línea Kholin de sucesión. Albergaba sus dudas de hacerse con un trono al que Adolin hubiera renunciado, pero Dalinar quería que la gente confiara en la línea sucesoria. Su adopción dentro de la casa Kholin fortalecería su reclamo, en caso de ser necesario. Al explicárselo, Dalinar y Navani habían hablado de forma pragmática. Pero Shallan sabía que iba a recordar ese día de forma distinta. Para ella, aquel fue el día en que una pareja de padres, por primera vez, la habían querido.

Notum se sentó a su lado.

—Tu misión ha sido un éxito. Doce nuevos Radiantes.

—Aunque esperábamos más —dijo Radiante, apareciendo—. Después del apoyo que consiguió Adolin en el juicio, había anticipado un reclutamiento excelente.

—Lo apoya un buen número de honorspren, pero eso no quiere decir que quieran vincularse —dijo Notum—. Uno puede sentirse airado contra el liderazgo de los honorspren y pensar que los humanos son merecedores de apoyo sin querer dar el paso.

Abajo, los doce honorspren empezaron a desaparecer.

—Jamás había visto eso —añadió Notum—. Pensé que desaparecerían de golpe. Pero se desvanecen en la nada.

—No en la nada —dijo Radiante—. Aparecen al otro lado.

—He oído que es traumático —dijo Notum. Tenía una forma estirada y formal de hablar, incluso cuando hablaba casualmente, remarcaba cada palabra como si fuera a hacer un anuncio desde el alcázar de un barco—. Los spren al otro lado se olvidan de sí mismos.

—Solo por un tiempo breve —respondió Radiante—. Seguramente estos se mantengan en grupo, algo que ayuda, y partirán inmediatamente hacia Urithiru atraídos por los escuderos que entrenan allí.

—Pero, ¿los necesitáis incluso ahora? ¿No va a terminar pronto la guerra?

—Los Corredores del Viento son nuestro principal medio de recorrer distancias largas, y sospecho que serán útiles en tiempos de paz. Es más, incluso en el caso de que Dalinar ganara el torneo, me preocupa lo que pueda venir después. Creo que, a más Radiantes tengamos, más estable será nuestra posición.

—En ese caso, me apresuraré —dijo Notum poniéndose en pie—. A unirme a ellos. Para no quedarme solo.

Radiante lo aprobó, pero Shallan… percibió otra cosa.

—Pareces reticente —dijo Shallan.

Él la miró, brillando con el mismo azul de todos los honorspren. Su uniforme, su pelo, todo en él parecía hecho de la misma luz suave. Sólida, no transparente y, a su vez, no demasiado real en la forma en que ella comprendía la realidad. 

—Ya no queda nada para mí aquí —dijo Notum—. Los míos me han rechazado y he visto su mezquindad. Me gustaría ser útil. Aunque, admito, no deseo vincularme a un humano. Aborrezco la idea. ¿Me hace eso mezquino, a su vez?

—Por supuesto que no —dijo Shallan—. Tengo dos vínculos, y entiendo el precio mejor que la mayoría. Dudar no es mezquino ni es de cobardes. Igual que tampoco es mezquino o de cobardes rechazar una relación del tipo que sea.

—Perdón, pero otro tipo de relaciones no conducen a soldados con poderes extraordinarios —dijo Notum.

Siendo sinceros, eso complicaba el tema. Pero después de saber lo que había hecho a testimonio, que estaba sentada junto a Patrón unas filas más abajo, Shallan no podía dejar de cuestionarse la propia misión. Sí, necesitaban Corredores del Viento. Pero cada vez la hacía sentirse más incómoda demandar ue un spren se vinculara. No era algo íntimo en el sentido tradicional y humano de la palabra, pero era algo que se sentía profundamente personal.

—Necesitamos a cada Corredero del Viento, sí. Pero no creo que debas forzarte a vincularte con un humano  si ello te hace sentir incómodo. Puedes ser una buena persona y decir no, Notum. Es algo que he aprendido.

—Puede. Puede que me quede un poco más aquí, entonces. Con esfuerzo, puede que convenza a otros de mi especie a ofreceros ayuda.

Notum llamó su atención y señaló hacia un grupo de honorspren que andaban vistiendo ropa de viaje y herramientas, como preparados para emprender una larga caminata. Saludaron con la mano a Shallan y Adolin pero no se unieron a los que estaban desapareciendo.

—¿Objetores? —preguntó Shallan mientras Adolin les devolvía el saludo—. ¿Los que mencionaste antes?

—Sí. No están de acuerdo con cómo han sido tratados, pero tampoco quieren ir a la guerra. Se marchan de Integridad Duradera para seguir su propio camino.

Shallan asintió.

—Bueno, el Radiante Godeke va a quedarse para normalizar las relaciones con los honorspren, y puede que yo deje a uno de mis agentes también. Si te quedas, eso ayudará. Necesitarán un aliado firme aquí.

—Soy vuestro aliado, pero como ya os he advertido, a los líderes de los honorspren no les importo, incluso si se han visto forzados a revocar mi exilio —su expresión se volvió distante—. Tenemos una armada entera que una vez surcó el océano de cuentas. Es una lástima ver esos barcos abandonados en los astilleros. Otorga a los enemigos el control completo sobre los mares de Shadesmar. Puede que vuelva a navegar bajo la autoridad de los honorspren una vez más.

Tormentas. Si Shallan no hubiera dicho nada, seguramente Notum se hubiera convertido en un spren Radiante. O sea, había actuado activamente en contra de sus órdenes al ir allí. Tal vez fuera mejor no mencionar aquella parte en su informe a Dalinar.

No vinieron más spren. Lucintia, la spren que había sido la guía de Shallan desde su llegada a Integridad Duradera no apareció. Shallan esperaba poder hacerla cambiar de opinión, a pesar de sus encontronazos ocasionales.

—Notum, gracias. Por cómo aguantaste a nuestro lado durante el juicio.

—Soy una persona maleable, Radiante Kholin —repuso él, de pie, con sus manos juntas a la espalda—. Como los colores del mástil, que se han movido demasiado con el viento. Ya no sé en qué creo o en qué confío. Pero lo que se os hizo no era correcto. No podía tomar parte en la farsa de rol que exigían de mí. Te pido perdón por considerarlo siquiera.

—Era algo natural querer tu anterior vida de vuelta, Notum.

Se volvió hacia ella, cruzando sus ojos azules con los de Shallan.

—Yacía en el suelo, apaleado y asaltado, y vi a tu marido alzarse en mi defensa contra pronósticos abrumadores. Me salvó sin esperar ningún tipo de recompensa. En ese momento, supe que Honor vivía.

Notum asintió cortesmente hacia ella, y luego descendió los peldaños para hablar con Adolin.

Shallan regresó poco a poco hacia su boceto, donde vio una vez más que había dibujado otra cara en la sombra de Adolin. Tormentas. No te alteres. Pensó. Estabas enfadada cuando dibujaste a Patrón por primera vez en Kharbranth. Pero mira cómo acabó todo. No iba a asustarse de su propio arte. Apretó los dientes y se forzó a girar una hoja nueva para empezar a dibujar otra vez, hasta que alguien más se sentó junto a ella. Kelek se estiró hacia delante, con las manos entrelazadas, ofreciendo una apariencia pequeña y frágil.

—No iré con vosotros —dijo bajito—. No… no puedo.

—No es seguro que te quedes aquí —dijo Shallan, mientras hacía bocetos y sus dedos se movían como por voluntad propia—. Si yo he podido llegar a ti, Mraize y otros asesinos también.

—Me… me esconderé. Mejor. Pero no puedo dejar la seon, y ella no puede viajar ahora mismo. No sería bueno para ella.

Shallan no replicó. No parecía funcionar nunca con Kelek. En vez de eso, se abstrajo haciendo un boceto de él. Un Heraldo que añadir a su colección. Podría haber dicho que esta era la gema más rara de obtener pero, ¿era acaso un Heraldo más raro que cualquier otra persona? Podría decirse que, debido a su inmortalidad, eran menos raros.

—Estamos rotos, Shallan —dijo Kelek al final—. No somos los héroes que desearías que fuéramos. Ya no.

—Sé lo que se siente.

—No lo creo —dijo abrazándose a sí mismo—. No creo que nadie lo sepa —miró hacia Adolin que hablaba con Notum y Godeke—. ¿De verdad vas a intentar encontrar a Mishram?

—Si no lo hago yo, lo harán mis enemigos.

—¿Y después qué? ¿La liberarás? No… no puedo decidirme. Jamás puedo decidirme. En el pasado, recé por su liberación, pero ahora me preocupa. Puede que se una a Odium y lo fortalezca. Mishram odia a los humanos —se llevó la mano a la cabeza—. Ishar dice que todos los Deshechos deben ser contenidos. Pero lo que hicimos a los cantores al emprisionarla…

—Me preocuparé de eso cuando encontremos su gema —dijo Shallan—. Sinceramente, es probable que la devuelva a los Forjadores de Vínculos y así decidan todos juntos.

Kelek no respondió y ella siguió dibujando. El sonido familiar del carboncillo sobre el papel, la atención condensada de la creación, como el alcohol más potente. Atrajo a varios creacionspren, como luces que se arremolinaban. Pero estos se comportaban raro. Aquí no los había visto cambiar de forma jamás, como hacían en el Reino Físico, pero estos empezaron a adoptar la forma de su carboncillo y su borrador.

Siguió dibujando, líneas que imitaban la vida, que liberaban la vida, pero que al mismo tiempo la alteraban. Nunca podías llegar a hacer una copia exacta, no era la finalidad. Cada boceto era, también, una pintura del artista. De su perspectiva, de su énfasis, de su instinto, que reclamaba un momento de otro modo perdido. Cuando llegabas al final, era sublime. El momento en que disfrutabas de lo que habías creado. Esa sensación de asombro mezclada con la incredulidad de que ese bello objeto proviniese de ti, acompañado de la ligera preocupación de que, si no comprendías cómo lo habías hecho, puede que no merecieras haber sido parte de la creación. Le encantaba esa sensación, incluso su incertidumbre.

—Radiante —dijo Kelek con las manos entrelazadas mientras contemplaba el suelo de piedra del anfiteatro—. ¿Qué temes?

¿Qué clase de pregunta era aquella?

—No lo sé —mintió.

—Yo temo las opciones —dijo él—. Veo cada decisión que tomo, y veo el terrible resultado que puede derivar de ella. Si me quedo, veo que fallarás sin mí. Si me voy, veo que mi presencia, roto como estoy, provocará tu fallo.No puedo seguir. No…

Shallan posó su mano sobre la de él, y le mostró el boceto. Él tomó el boceto, frunció el ceño, y luego sus manos se ensancharon al ver que lo mostraba erguido, vestido con una túnica y partiendo de una ciudad fantástica con paredes de colores y árboles raros de copas frondosas que Shallan se había inventado. Kelek portaba un bastón con una forma extraña en la punta y marchaba hacia la luz creciente del horizonte. Aunque, en la imagen, miraba hacia atrás, su rostro mostraba determinación. Decisión.

—¿Qué tan a menudo haces esto? —preguntó él.

—¿Abocetar gente? —dijo ella y se ruborizó—. Bueno, es algo que hago todo el tiempo. Al menos, cuando me siento como yo misma.

—No hablo simplemente del boceto, niña. ¿Qué tan a menudo usas la Fortuna? Un vistazo a las posibles versiones de uno mismo de alguien? ¿Tocar, de algún modo, lo que podrían haber sido? —Kelek la miró y tuvo que ver la total confusión en su mirada, porque se limitó a suspirar—. ¿Es esta una habilidad que usan habitualmente los Tejedores de Luz de tu época?

—No, que yo sepa. Pero no entiendo exactamente a qué te refieres-

Kelek miró a Patrón y a Testimonio.

—Dos spren… Por supuesto, has vinculado a dos. Suceden cosas extrañas cuando un vínculo nahel se superpone. Creo que una vez hubo reglas en contra de eso. ¿Cuánto hace que tienes a ambos?

—Hace un tiempo. Aunque no lo sabía. No lo recordé hasta hace poco.

—Y —preguntó sosteniendo la hoja en alto—, ¿qué tan a menudo miras en el Reino Espiritual y lo manifiestas en tu arte? 

—Yo…

Recordó las ilustraciones que había hecho, como una que encontró en el bolsillo de un hombre muerto. Como los bocetos de los Deshechos colándose en Urithiru, o los rostros que se giraban hacia ella en sus dibujos cuando no había sido su intención dibujarlos. Empezó a sentirse como una necia al objetar con tanta diligencia a alguien que, obviamente, sabía mucho más de aquellas cosas de lo que ella sabía.

—Había un Deshecho en Urithiru, y apareció en mis dibujos. Ahora, estos rostros —le enseñó uno.

Kelek asintió.

—Porque has estado pensando en viajar al Reino espiritual y encontrar a Ba-Ado-Mishram.

—¿Se trata de ella?

—Una interpretación suya, sí. Si fueras otra persona, creería que has visto arte antiguo y te has visto influenciada por él. Pero tú… —se encogió de hombros—. La Fortuna puede hacer cosas impensables, <fantóticas>.

—Perdona, ¿<fantóticas>?

—Quiere decir «perturbadoras». Lo siento. Me cuesta seguir los cambios del lenguaje. Yo tampoco soy un experto en Fortuna. Es mejor que hables del tema con Midius, tu Sagaz. Ese es un hombre <fantótico> en sí mismo.

Apasionada de los comics, amante de los libros de fantasía y ciencia ficción. En sus ratos libres ve series, juega a juegos de mesa, al LoL o algún que otro MMO. Incansable planificadora, editora, traductora, y redactora.

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