Lectura: El camino de los reyes, semana 2 (y reflexiones varias de la anterior)
¡Bienvenidos a la segunda semana de la lectura conjunta de El Camino de los Reyes! Llevamos únicamente una semana, ¡y la de cosas que pueden pasar en 51 páginas!
Ya desde estos primeros capítulos queda patente que nos encontramos ante una obra sin parangón dentro de la producción de Brandon, con un nivel de detalle impresionante en cuanto a worldbuilding y esas frases memorables que dan pie al inicio del capítulo. Pero antes de meternos de lleno en lo que hemos leído esta semana, procedemos a indicar los capítulos que leeremos a partir del jueves 19 de septiembre y hasta el miércoles 25 de septiembre son del 3 al 6, con un total de 60 páginas.
Podéis dejar vuestros comentarios en el hilo de la Semana 2.
Y ahora, sí vamos a hacer un pequeño resumen y análisis de lo que leímos la semana pasada, así que cuidado con los spoilers a partir de aquí, empezando por el resultado de la encuesta del capítulo que más hemos disfrutado (porque sí, hemos incluido varios hilos como son el de la encuesta del favorito de la semana, el de las citas y/o pasajes favoritos de quienes estamos involucrados en la lectura y algunas locuras más).
Con una participación de 55 votos, el capítulo más votado ha sido el prólogo: Matar, que ha acaparado 24 de ellos.
Y también hemos compartido algunas de nuestras citas y pasajes favoritos:
- Prólogo: «Szeth-hijo-hijo-Vallano vestía de blanco el día que iba a matar a un rey.» —@Ysondra, @RamonDC98, @Champer
- Prólogo: «Blanco para ser osado. Blanco para no mezclarse con la noche. Blanco para advertir. Pues si ibas a asesinar a un hombre, tenía derecho a verte venir.» —@Yngern, @Champer
- Capítulo 2: «Matar al ojos claros no es lo que me convirtió en esclavo —dijo Kaladin—. El problema es al que no maté.» —@Yngern, @stroppkin, @facundo-solis, @deckard
- Capítulo 2: «La mujer (Kaladin no podía dejar de pensar que el vientospren era una mujer) estaba formada de celestes y blancos y llevaba un sencillo vestido blanco de corte infantil que le llegaba hasta la mitad del muslo. Como el cabello, se convertía en bruma en la parte inferior. Sus pies, manos y rostro eran claramente definidos, y tenía las caderas y el busto de una mujer esbelta.
Kaladin la miró con el ceño fruncido.» —@Champer
Lo que sabemos de la trama hasta ahora
Preludio
Nos adentramos en la historia gracias a un impresionante preludio que nos habla de un paisaje devastado tras un cruento evento conocido como la Desolación, en la que tuvo lugar una inenarrable lucha entre impresionantes criaturas y quienes parecen ser los campeones de ese planeta: los diez Heraldos. Nos presentan a cuatro de ellos: Jezrien (su rey, al que describe como alguien que noble, pero que ahora está doblegado y roto) Kalak, Ishar y el ausente Talenel; y nos describen sus asombrosas armas.
[…] Allí siete magníficas espadas se alzaban orgullosas, clavadas en el suelo de piedra. Cada una de ellas era una obra de arte, elegante en su diseño, grabada con glifos y patrones. Las reconoció todas. Si sus amos hubieran muerto, las hojas se habrían desvanecido.
Estas hojas eran armas de poder superior incluso a las hojas esquirladas. Eran únicas. Preciosas.
[…] Jezrien regresó al círculo de espadas. Su propia hoja se formó en sus manos, apareciendo de entre la bruma, húmeda de condensación.
Y sabemos que hay otros seres poderosos conocidos como los Radiantes, inferiores su capacidad a los Heraldos.
Había muchísimos cadáveres, y entre ellos caminaban los vivos. Hombres con atuendos primitivos, con lanzas rematadas por puntas de bronce. Entre ellos, había otros con brillantes armaduras de placas. Un grupo pasó de largo, cuatro hombres con pieles curtidas o cuero gastado que se unieron a una poderosa figura con una hermosa y plateada armadura de placas, sorprendentemente intrincada. Qué contraste. Jezrien se detuvo junto a él.
—Nos ven como divinidades —susurró Kalak—. Confían en nosotros, Jezrien. Somos todo lo que tienen.
—Tienen a los Radiantes. Eso será suficiente. Kalak negó con la cabeza.
Si algo nos transmite este preludio es que incluso los héroes más poderosos, pueden acabar derrotados por el miedo a pesar de resultar victoriosos en la batalla. Miedo al dolor, porque para estos diez Heraldos inmortales vencer no es sinónimo de paz, sino de sacrificio dado que tanto si ganan como si pierden están destinados a un lugar terrible que les aterroriza, y que nosotros como lectores, no conocemos, pero sabemos que allí se sufre tanto que están dispuestos a mentir a la humanidad y romper su Juramento, sacrificando a uno de los suyos para evitar su destino.
¿Qué podría ser tan terrible para asustar a alguien así?
[…] Cuando moría, era enviado de vuelta, sin remisión. Cuando sobreviviera a la Desolación, se suponía que debía volver también. De vuelta al lugar que le aterrorizaba. De vuelta a aquel daño de dolor y fuego. ¿Y si decidía…, no ir?
[…] Kalak asintió. Talenel tenía tendencia a elegir luchas desesperadas y ganarlas. También tenía tendencia a morir en el proceso. Ya estaría de vuelta en el lugar adonde iban entre Desolaciones. El lugar de las pesadillas.
Kalak descubrió que estaba temblando. ¿Cuándo se había vuelto tan débil?
—Jezrien, no puedo regresar esta vez —Kalak susurró las palabras, se acercó y agarró al otro hombre por el brazo—. No puedo.
Kalak sintió que algo en su interior se quebraba con aquella admisión. ¿Cuánto tiempo había sido? Siglos, tal vez milenios de tortura. Era tan difícil seguir la cuenta… Aquellos fuegos, aquellos garfios clavándose en su carne cada nuevo día. Arrancándole la piel del brazo, quemando luego la grasa, buscando después el hueso. Podía olerlo. ¡Todopoderoso, podía olerlo!
[…] —¿Y Taln? —preguntó Kalak. «La carne ardiendo. Los fuegos. El dolor una y otra vez…»
Prólogo: Matar
Saltamos 4.500 años, y conocemos a un atormentado y misterioso personaje llamado Szeth que tiene en su poder una hoja esquirlada y que, vistiendo de un blanco característico, captura nuestra atención desde la primera palabra del capítulo gracias a una épica primera frase.
Szeth-hijo-hijo-Vallano, Sinverdad de Shinovar, vestía de blanco el día que iba a matar a un rey. Las ropas blancas eran una tradición parshendi, extraña para él. Pero hacía lo que sus amos exigían y no pedía explicaciones.
[…] Hoy, eso incluía vestir de blanco. Pantalones blancos anchos atados a la cintura con una cuerda, y sobre ellos una fina camisa de mangas largas, abierta por delante. Las ropas blancas para los asesinos eran una tradición entre los parshendi. Aunque Szeth no lo había preguntado, sus amos le habían explicado el porqué.
Blanco para ser osado. Blanco para no mezclarse con la noche. Blanco para advertir. Pues si ibas a asesinar a un hombre, tenía derecho a verte venir.
Es precisamente a través de sus ojos mientras deambula por el palacio en busca del Rey Gavilar, su víctima, que conocemos una gran cantidad de detalles sobre la sociedad actual y la riqueza de la vida en un planeta habitado por muchas nacionalidades. Somos conscientes de que en algún momento previo existió un conflicto entre dos de ellas: los alezi y los parshendi, y hoy es el día en que se firmará un tratado de paz.
Szeth también es el medio gracias al cual conocemos algunos de los miembros de la familia real alezi. Por supuesto el rey Gavilar, pero luego aparece también su hermano, Dalinar, en un deplorable estado de embriaguez; y se menciona a sus hijos, Elhokar destinado a ser el heredero, y Jasnah.
Queda claro que Szeth no siente simpatía por los alezi, a quienes considera herejes por su forma de comportarse y curiosamente, por el uso que hacen de las piedras, como si para él fueran sagradas, mientras que ellos las pisan y las utilizan para todo tipo de fines; pero eso no es impedimento para que reconozca el esplendor de su sociedad, algo que queda patente en la descripción que nos hace de aquellos con quienes se cruza. Comprendemos que los parshendi están relacionados con otra raza más dócil llamada parshmenios; y también se menciona a los azishianos.
Otro de los aspectos que Brandon nos presenta a través de estas páginas es la magia.
Una magia que hace que Szeth pueda alterar de algún modo la gravedad, y por la reacción de los guardias de palacio que tienen la desgracia de cruzarse en su camino, nos damos cuenta de que es una capacidad que les resulta desconocida, aunque sí reconocen automáticamente la terrible hoja esquirlada en poder de Szeth.
[toggle title=»Sobre las hojas esquirladas»]
[…] Al décimo latido de su corazón, su hoja esquirlada cayó en su mano, que permanecía a la espera. Se formó como si se condensara a partir de la bruma, el agua perlada a lo largo de la hoja. Era una espada larga y fina, de doble filo, más pequeña que la mayoría de las espadas. Szeth la blandió, trazó una línea en el suelo de piedra y atravesó el cuello del segundo guardia.
Como siempre, la hoja esquirlada mataba de manera extraña: aunque cortaba con facilidad la piedra, el acero o todo lo que fuera inanimado, el metal se difuminaba nada más tocar piel viva. Viajó a través del cuello del guardia sin dejar una marca, pero una vez terminado su trayecto, los ojos del hombre humearon y ardieron. Se volvieron negros, marchitándose en su cabeza, y el hombre se desplomó, muerto. Una hoja esquirlada no cortaba la carne viva: cercenaba la propia alma.
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[toggle title=»Un atisbo sobre la magia, la luz tormentosa y los enlaces»]
[Szeth] Echó mano a su bolsa y las esferas que contenía, pero vaciló al ver más luces azules por delante: un par de lámparas de luz tormentosa flotaban en la pared, con brillantes zafiros resplandeciendo en sus corazones. Szeth se acercó a una y tendió la mano para envolver la gema recubierta por el cristal.
[…] Szeth inspiró profundamente, atrayendo la luz tormentosa, que fluyó hacia su interior, extraída de las lámparas gemelas de zafiro en las paredes, absorbida en una profunda inhalación. La luz tormentosa rugió en su interior, y el pasillo de pronto se volvió más oscuro, sumiéndose en las sombras como la cima de una colina privada de la luz del sol por el paso de una nube.
Szeth pudo sentir el calor de la luz, su furia, como una tempestad que hubieran inyectado directamente en sus venas. Su poder era vigorizante pero peligroso. Lo impulsaba a actuar. A moverse. A golpear.
Conteniendo la respiración, se aferró a la luz tormentosa. Podía sentirla brotando de él. Solo era posible contenerla un corto período de tiempo, unos minutos como máximo. Se filtraba, pues el cuerpo humano constituía un contenedor demasiado poroso. Szeth había oído que los Portadores del Vacío podían contenerla perfectamente. Pero claro, ¿acaso existían siquiera? Su castigo declaraba que no. Su honor exigía que existieran.
Ardiendo con energía sagrada, Szeth se volvió hacia los guardias. Estos pudieron ver que filtraba luz tormentosa, y que arabescos de luz brotaban de su piel como humo luminiscente. El primer guardia entornó los ojos, frunciendo el ceño. Szeth estaba seguro de que el hombre nunca antes había visto nada así. Hasta donde sabía, Szeth había matado a todos los caminapiedras que habían llegado a ver lo que podía hacer.
[…] Szeth parpadeó, enlazándose a aquel lejano punto del pasillo. La luz tormentosa surgió de su ser con un destello, helando su piel, y el suelo dejó inmediatamente de tirar de él hacia abajo. En cambio, fue empujado hacia aquel lejano punto: como si, para él, esa dirección se hubiera convertido de repente en su abajo. Era un enlace básico, el primero de sus tres tipos de enlaces. Le proporcionaba la habilidad de manipular cualquier fuerza, spren o dios que sujetara a los hombres al suelo. Con este enlace, podía sujetar a las personas o los objetos a distintas superficies o enviarlas en distintas direcciones.
[…] Abrió la puerta de una habitación de almacenaje, entonces vaciló un momento (lo suficiente para que un guardia doblara una esquina y lo viera) antes de abalanzarse dentro de la estancia. Preparándose para un enlace completo, levantó el brazo y ordenó a la luz tormentosa que se acumulara allí, haciendo que la piel resplandeciera. Entonces hizo un gesto con la mano hacia el marco de la puerta, esparciendo luminiscencia blanca como si fuera pintura. Cerró la puerta de golpe justo cuando llegaban los guardias. La luz tormentosa sostuvo la puerta en el marco con la fuerza de cien brazos. Un enlace completo unía las cosas, sujetándolas hasta que la luz se agotaba. Tardaba más tiempo en crearse que un enlace básico, y apuraba la luz tormentosa con más rapidez.
[…] La escarcha se cristalizó en sus ropas: enlazar algo tan grande requería también gran cantidad de luz tormentosa. La tempestad en su interior se apaciguó, como una tempestad que queda reducida a una llovizna.
[…] Szeth dirigió la mano hacia un lado, introduciendo luz tormentosa en el marco de la puerta, usando el tercero y último tipo de enlace, el inverso. Este actuaba de manera distinta a los otros dos. No hizo que el marco de la puerta emitiera luz tormentosa; de hecho, pareció atraer hacia ella la luz cercana, dándole una extraña penumbra.
Los lanceros arrojaron sus armas, y Szeth permaneció quieto, con la mano en el marco. Un enlace inverso requería su contacto constante pero relativamente poca luz tormentosa. Durante ese tipo de enlace, todo lo que se acercara a él (en especial los objetos más ligeros) era, en cambio, dirigido y devuelto hacia el origen mismo de aquel.
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Después de superar la barrera de los guardias, y tras una épica lucha, Szeth se enfrenta finalmente un guerrero protegido por lo que parece llamarse armadura esquirlada, y que blande una hoja esquirlada como la del propio Szeth.
Otra figura salió de los aposentos del rey: llevaba una brillante armadura azul hecha de placas entrelazadas. Sin embargo, al contrario de las armaduras normales, esta no tenía cuero ni malla visible en las juntas: solo placas más pequeñas, unidas con intrincada precisión. La armadura era preciosa; el azul entretejido presentaba presentaba bandas doradas en los bordes de cada placa, y el yelmo estaba adornado con tres hileras de pequeñas alas en forma de cuerno. Era una armadura esquirlada, el complemento tradicional de una espada del mismo tipo.
El recién llegado empuñaba una enorme hoja esquirlada de dos metros de largo con un diseño en forma de llamas grabado en la hoja. Se trataba de un arma de metal plateado, tan brillante que parecía resplandecer, diseñada para matar a dioses oscuros, una versión más grande de la que Szeth portaba.
En la refriega, se da cuenta de que no está enfrentándose a un portador cualquiera, si no al mismísimo Gavilar, a quien hiere de muerte. Las últimas palabras del rey son inquietantes y hablan de intrigas que desconocemos.
[…] —Puedes decirle…, a Thaidakar…, que llega demasiado tarde.
—No sé quién es ese —dijo Szeth mientras se levantaba, mascullando por la mandíbula rota. Extendió de nuevo su hoja esquirlada. El rey frunció el ceño.
—Entonces ¿quién…? ¿Restares? ¿Sadeas? Nunca pensé…
[…] —Mis amos son los parshendi —respondió Szeth. Pasaron diez segundos y su hoja apareció en su mano, húmeda por la condensación.
—¿Los parshendi? Eso no tiene sentido.—Gavilar volvió a toser y dirigió una mano temblorosa a un bolsillo de su pecho. Sacó una esfera pequeña y cristalina atada a una cadena—. Debes coger esto. No debe ser suyo. —Parecía aturdido—. Dile…, dile a mi hermano…, que tiene que encontrar las palabras más importantes que puede pronunciar un hombre… —Guardó silencio y se quedó inmóvil.
Szeth vaciló, pero luego se arrodilló y cogió la esfera. Era extraña, diferente de cuanto hubiera visto antes. Aunque era completamente oscura, de algún modo parecía brillar con una luz que era negra. «¿Los parshendi? Eso no tiene sentido», había dicho Gavilar.
Escribiendo las palabras con la sangre del moribundo, Szeth cumple la última voluntad del Rey, que es proteger la gema y transmitir sus palabras a su hermano.
¿Qué puede ser tan importante, o qué peligros creía Gavilar que acechaban, como para entregar a su asesino algo tan valioso? ¿Quién es Thaidakar? Quién es Sadeas? ¿Quién es Restares?
Capítulo 1: Bendito por la tormenta
A través de los ojos del integrante más nuevo del pelotón, conocemos a Kaladin, personaje que forma parte del elenco principal de este libro.
Este es un capítulo que contiene menos información que el prólogo, pero está escrito con el ánimo de que conozcamos la personalidad de Kaladin y entendamos el radical cambio que sufrirá en el siguiente capítulo.
Aquí vemos a Kaladin, el líder, Bendito por la Tormenta, idolatrado por sus soldados. Alguien que no tan sólo cuida de los suyos, sino que es capaz de pagar por transferir reclutas desvalidos de otros pelotones para que estén bajo su tutela, porque de alguna manera parece que esos jóvenes le recuerdan a alguien del pasado.
Meticuloso, su pelotón hace gala de una gran disciplina a la hora de reaccionar rápidamente para desplegarse en formación, con una eficacia que le hace parecer imbatible, hasta que aparece un mortífero portador de esquirlada.
¿Cuál fue el resultado del enfrentamiento?
Capítulo 2: El honor ha muerto
Si esto fuera una película o una serie televisiva, habríamos pasado de una escena a otra tras un fundido a negro, que nos separa ocho meses en el tiempo de los sucesos del capítulo anterior. Ese tiempo ha sido suficiente para transformar a Kaladin en una sombra de sí mismo. Un esclavo, con un grabado a fuego en su frente que le marca como alguien peligroso, en manos de un mercader llamado Tvlakv perteneciente a una raza conocida como los thayleños que no habíamos visto con anterioridad.
[…] Era thayleño, y todos los thayleños tenían las mismas barbas y cejas blancas, no importaba su edad ni el color del pelo de sus cabezas. Aquellas cejas crecían muy largas, y los thayleños las llevaban recogidas tras las orejas. Eso hacía que pareciera que tenía dos vetas blancas en su cabello, por lo demás negro.
Sus ropajes (pantalones de rayas rojas y negras con una camisola azul oscura a juego con el color de su gorra de lana) habían sido buenos en algún momento, pero ahora estaban hechos harapos.
[…]Su voz tenía un leve acento, y agrupaba las palabras sin darle énfasis a las sílabas adecuadas. Los thayleños siempre parecía como si estuvieran murmurando—.
Hacinado en un carromato junto a otros esclavos cuya salud e higiene son dudosas como poco, aparece doblegado. Una persona que casi ha perdido la esperanza y las ganas de luchar, no sin antes haberse rebelado en varias ocasiones.
Y sin embargo, a pesar de haber perdido las fuerzas, todavía algo se remueve en su interir¡or cuando ve a alguien en necesidad, e intenta ofrecer su ayuda. Así es como descubrimos que tiene conocimientos médicos y que sabe leer glifos como el que lleva tatuado en la frente, algo que sorprende al resto de esclavos.
No importaba. Era mejor no implicarse.
Hombres muriendo en el campo de batalla. Un rostro juvenil, tan familiar y querido, mirando a Kaladin en busca de salvación. Una espada abriendo un cuello. Un portador de esquirlada cargando a través de las filas de Amaram.
Sangre. Muerte. Fracaso. Dolor.
Y la voz de su padre. «¿De verdad puedes dejarlo, hijo? ¿Dejarlo morir cuando podrías haber ayudado?»
A la vista de las deplorables condiciones de sus compañeros de desventuras, decide intentar cuidar de uno de los enfermos que padece una dolencia denominada tos chirriante, pero ante su posible contagio al resto de los esclavos, Tvlakv decide acabar con su vida antes de que la enfermedad se esparza. Por un segundo, una llama se enciende en el pecho de Kaladin, pero queda rápidamente apaciguada.
¿Cómo ha llegado a esta situación? ¿Ha perdido el juicio, y ahora ve espíritus?
Lo que hemos aprendido del mundo de Roshar
Nos han hablado de diferentes localizaciones. Aunque desconocemos dónde tiene lugar el preludio por falta de referencias más allá de la formación rocosa alta como una torre, hemos aprendido algunas pinceladas sobre el palacio de Kholinar, que es la ubicación donde tiene lugar el prólogo Matar, y hemos descubierto una peligrosa zona sin ley llamada las Montañas Irreclamadas, por donde transita la caravana de esclavos en la que viaja Kaladin.
Sabemos que en esa zona del mundo las tormentas son tan violentas que las plantas se han adaptado para esconderse y así sobrevivir. Esa habilidad se extiende por ejemplo al paso de hombres y carromatos.
[…]Los carromatos continuaron rodando, los campos de verde extendiéndose en todas direcciones. La zona que los rodeaba, sin embargo, estaba pelada. Cuando se acercaban, la hierba se retiraba, cada tallo individual se replegaba en un agujero en la piedra. Después de que pasaran las carretas, la hierba volvía a asomar tímidamente y extendía sus hojas hacia el aire. Y así, los carromatos avanzaban por lo que parecía ser un camino de roca, despejado solo para ellos. Una vez adentrados en las Montañas Irreclamadas, las tormentas eran increíblemente poderosas. Las plantas habían aprendido a sobrevivir.
Los cuerpos celestes
Hemos descubierto que Roshar tiene varias lunas, ya que se habla de Salas, a la que Kaladin se refiere como la primera de las lunas:
[…] Dos horas después de la Primera Luna, Tvlakv finalmente ordenó parar
[…] El sol se puso por el oeste, pero los carromatos siguieron rodando. La violeta Salas asomó al horizonte por oriente, vacilante al principio, como para asegurarse de que se había puesto el sol.
[…] El paisaje era oscuro. Salas era la más pequeña y la más tenue de las lunas, y aunque su color violeta había inspirado a incontables bardos, no hacía mucho para ayudarte a ver tu propia mano delante de tu cara.
Y también hemos conocido una constelación: La Cicatriz de Taln.
La Cicatriz de Taln (un puñado de estrellas rojo oscuro que destacaban vibrantes entre el parpadeo de las blancas) estaba alta en el cielo durante esa estación.
Criaturas fantásticas
Los tronadores
Criaturas tan poderosas que son capaces de acabar incluso con la vida de Heraldos como Kalak, Jzerien o Ishar, y que aparecen durante las desolaciones, cobrando vida para surgir de las mismísimas rocas:
[…] La enorme bestia de piedra yacía de costado; las protuberancias de su pecho, parecidas a costillas, estaban rotas y agrietadas. La monstruosidad era de forma vagamente esquelética y sus miembros anormalmente largos brotaban de unos hombros de granito. Los ojos eran manchas de un rojo oscuro en la cara afilada, como creados por un fuego que ardiera en las profundidades de la piedra. Se apagaron. Incluso después de tantos siglos, ver de cerca un tronador hizo que Kalak se estremeciera. La mano de la bestia era tan larga como alto era un hombre. Manos como esa lo habían matado antes, y no había sido agradable.
[…] Los riscos y montículos rocosos presentaban numerosas cicatrices. Algunos eran secciones arrasadas donde habían combatido los potenciadores. Con menos frecuencia, pasó ante huecos resquebrajados de extraña forma donde los tronadores se habían arrancado a sí mismos de la roca.
Animales
Gracias a la charla de Kaladin con otro esclavo de la caravana, aprendemos que en Roshar existen los caballos, y que son unos animales tan valiosos que su robo conlleva la pena de muerte.
En cambio, por robar otros animales llamados chulls, que parecen ser empleados en transporte pero son mucho más lentos que los caballos. La pena oscila entre unos azotes y la esclavitud, en función de su cantidad.
Sprens
Unos pequeños seres que parecen aparecer, vinculados en ocasiones a las emociones, como es el caso de los dolorspren, o que habitan en el mundo como los llamaspren o los vientospren. Algunos de estos seres pueden imitar voces y expresiones, pero carecen de inteligencia propia.
Llamaspren: «Diminutos llamaspren bailaban a su alrededor, semejantes a insectos hechos de luz solidificada.»
Dolorspren: «Dolorspren, como pequeñas manos anaranjadas con dedos extremadamente largos, reptaban a su alrededor, reaccionando a su agonía. Empezaron a volverse, perdiéndose en otras direcciones, buscando a otros heridos.»
Vientospren:
[…] En un montículo cercano, una pequeña figura revoloteaba entre las plantas, danzando como un insecto nervioso. La figura era amorfa, vagamente transparente. Los vientospren eran espíritus maliciosos que tenían la manía de quedarse donde no eran queridos. Kaladin había albergado la esperanza de que este se aburriera y se marchara, pero cuando intentó apartar su cuenco de madera, descubrió que se le había pegado a los dedos.
El vientospren se rio, pasó zumbando, poco más que un lazo de luz sin forma. Kaladin maldijo, sacudiendo el cuenco. Los vientospren a menudo gastaban ese tipo de bromas.
Durante el segundo capítulo, Kaladin parece sufrir alucinaciones, durante las cuales le parece ver la silueta transparente de una pequeña joven que parece guardar algún recuerdo de él.
—¡Oh! —dijo una suave voz femenina—.
¿Qué es eso? Un figura transparente, de apenas un palmo de altura, asomó en el borde del suelo, cerca de Kaladin. Se subió a la carreta, como si escalara una alta meseta. El vientospren había tomado la forma de una mujer joven (los spren más grandes podían cambiar de forma y tamaño), de rostro anguloso y largo cabello ondulante que se convertía en bruma tras su cabeza. La mujer (Kaladin no podía dejar de pensar que el vientospren era una mujer) estaba formada de celestes y blancos y llevaba un sencillo vestido blanco de corte infantil que le llegaba hasta la mitad del muslo. Como el cabello, se convertía en bruma en la parte inferior. Sus pies, manos y rostro eran claramente definidos, y tenía las caderas y el busto de una mujer esbelta.
Kaladin la miró con el ceño fruncido. Los spren estaban por todas partes: se les ignoraba la mayor parte de las veces. Pero este era una rareza. El vientospren siguió avanzando, como si subiera por una escalera invisible. Llegó a una altura en la que pudo mirar a la mano de Kaladin, de modo que él cerró los dedos en torno a las hojas negras. La criatura rodeó su puño. Aunque brillaba como una imagen retinal tras contemplar el sol, su forma no proporcionaba ninguna iluminación real.
Hambrespren: «Parecían moscas marrones que revoloteaban alrededor de su cabeza, casi demasiado pequeños ara que pudieran ser vistos.»
Putrispren: «los diminutos putrispren rojos reunidos alrededor de la herida.»
Ríospren: Sin descripción
Plantas
Ruinaoscura:
[…] con sus estrechas hojas trilobuladas y puntiagudas, así que no había sido un riesgo demasiado grande.
Ausente, sacó las hojas y las frotó entre el índice y la palma de su mano. Tenía que secarlas antes de que alcanzaran su potencia. ¿Por qué las llevaba? ¿Pretendía dárselas a Tvlakv y vengarse? ¿O era una contingencia, algo que conservar por si las cosas salían demasiado mal y se volvían demasiado insoportables?
Y hasta aquí nuestro recap de la semana, con unas cuantas nociones interesantes de lo que vamos descubriendo del mundo.
¡Esperamos que hayáis disfrutado estos días, nos vemos en los nuevos capítulos!
Comments
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Abar721
Que difícil para después de leer el último capítulo hablando de kaladin
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Flanderson
Qué currazo de artículo. Como haya uno así cada semana nos va a quedar un "resumen" del libro increíble. Mis respetos.