El Mentiroso de Partinel

En 2007, poco después de la publicación de Elantris, Brandon estuvo trabajando en una novela que jamás llegó a publicarse, llamada The Liar of Partinel (El Mentiroso de Partinel). La historia tenía lugar en Yolen, el mundo originario de la humanidad dentro del universo del Cosmere y en ella, Brandon jugaba con el concepto de los Tejedores de Luz. Además, nos encontramos con un personaje que hoy nos resulta muy conocido: Hoid (aunque en la historia utiliza el nombre de Midius).

Se puede decir que este fue el primer intento de escribir el origen de uno de los personajes cardinales del Cosmere que no llegó a cuajar, pero durante la fiesta de lanzamiento de Rhythm of War, Brandon ofreció varias lecturas de obras inéditas, entre ellas La Sexta Encarnación de Pandora, y un fragmento de este libro que hoy os traemos traducido a continuación.

Mientras leía, tuve la sensación de que esta historia era una forma más de Brandon de traducir nuestra realidad para verla a través de los ojos de la fantasía. Me quedo con el final, con la descripción de las personas tocadas por el fain, con los Corruptos, con los que lo han perdido todo. Pienso en el momento en que se escribió, en aquel 2007, cuando explotó la burbuja inmobiliaria que nos arrastró a la crisis económica de la que no nos hemos recuperado todavía, y ya estamos atrapados por una pandemia de la que se hablará probablemente los próximos 100 años, igual que nosotros estudiábamos en el colegio otras épocas pasadas. Me quedo su magistral descripción de la sensación de la pérdida, del abandono, del miedo y la impotencia… Pero me quedo también con la esperanza y el recuerdo de que las cosas no fueron siempre como son ahora.

Pienso en las historias que escribe Brandon, en las que a pesar de lo trágico, todas hablan de la esperanza y superación de las crisis, en dejar el mundo en un estadio mejor que el que encontramos, y arrojar un rayo de luz a través de la lectura.

¡Esperamos que lo disfrutéis!

The Liar of Partinel, por Botanica Xu

el mentiroso de partinel

FRAGMENTO LÉIDO POR BRANDON SANDERSON DURANTE EL LIVESTREAM DE LA FIESTA DE LANZAMIENTO DEL RITMO DE LA GUERRA, EL 18 DE NOVIEMBRE DE 2020

Brandon Sanderson

En este mundo, hay dos ecologías que compiten. Existe lo que llamamos «fain» y lo que llamamos «trune». Y en esta región, la humanidad básicamente no puede subsistir en la ecología fain. Hay una cosa llamada musgo calavera que crece en sobre todas las superficies y cambia las plantas, convirtiéndolas en venenosas. Y ni la carne animal ni los humanos pueden sobrevivir. Nos encontramos en una ciudad completamente circundada por vida fain. La vida fain ha crecido alrededor, y hay un círculo que rodea la ciudad. Nadie sabe por qué no ha afectado a la urbe.

Y aquí es cuando aparece Midius, un aprendiz de Tejedor de Luz a quien una misteriosa figura de mentor (de quien no vais a averiguar nada, pero encontraréis pistas) ha encomendado ayudar a los habitantes de la ciudad. Esto es algo completamente nuevo para él, apenas tiene idea de lo que hace, y se le ha pedido desentrañar el misterio e intentar salvar la ciudad antes de que sucumba al fain.

Ha entrado en la ciudad, ha demostrado algunos poderes, ha obtenido reacciones diferentes a las esperadas, y ahora ha encontrado un hogar en lo que es básicamente un comedor social para los pobres que está regentado por… bueno, son las personas que le han dejado entrar.

Esto es un extracto del Mentiroso de Partinel.

Brandon Sanderson lee el fragmento

—Quiero una oportunidad de contar una historia a esta gente —dijo Midius.

<Razal> bufó.

—¿Igual que hiciste hoy para el rey con ese dragón?

Midius frunció el ceño. Estaban en la cocina, entre las humeantes ollas de <Razal>, mientras <Kale> removía diligentemente una de las que se encontraban a la izquierda. No había que pedírselo. La sala ya se estaba empezando a llenar con personas sin trabajo. Se sentaban, contemplando sus mesas, a la espera de ser alimentadas.

—¿Cómo sabes lo del dragón? —preguntó Midius.

<Razal> dejó caer un puñado de especias en una de las cacerolas.

—Lo sabe toda la ciudad, Jesk. Creo que hacer que la imagen se comiera un soldado ilusorio fue algo de terrible mal gusto.

—No hice eso.

—Pero creaste la ilusión de un monstruo.

—Sí —admitió Midius.

—¿Y ahora pretendes que te deje hacer algo parecido aquí?

—Nada tan drástico —prometió Midius—. Me limitaré a una historia sencilla.

—¿Por qué? Tenía entendido que estabas aquí para salvar la ciudad, o algo así.

—Estoy trabajando en ello —respondió Midius—. Pero mientras tanto, me gustaría contar una historia. Creo que podría ayudar a estos hombres, aligerar sus cargas.

<Razal> dejó de sazonar. La mujer se cruzó de brazos, mirando a Midius.

—Mira, Tejedor de Luz —dijo—. ¿Crees que tus mentiras van a hacer felices a estos hombres? ¿Crees que puedes alimentar a sus hijos con una historia? Los jesk nos fallaron. Tu maestro. Él nos falló.

—Espera, ¿cuándo fue eso?

—Antes —dijo <Razal>>—. Cuando <Torag> arrancó el control del padre de Theus. Los jesk intentaron calmar a la gente, intentaron decirles que se trataba del paso a una nueva era. Hablaron de arte y belleza. Y, ¿sabes qué? Su rey no pudo darnos de comer. Cientos de personas murieron de hambre. ¿Por qué crees que recurrimos a Theus?

El ceño de Midius se frunció aún más. Conocía los hechos, la historia, de un modo distinto. Cierto era que <Torag> asesinó al padre de Theus, pero no fue la influencia de los jesk lo que provocó los disturbios durante el único y tumultuoso año del reinado de <Torag>. Fueron la falta de alianzas, los exiguos instintos comerciales, y el descontento general en la ciudad.

Y con todo, los jesk le apoyaron. Y eso formaba parte del motivo por el que Theus los exilió. De todas formas, la versión de <Razal> estaba distorsionada. O tal vez fuera la de Midius. Su maestro le había enseñado que el pasado era algo muy complicado de determinar. Fluido como el agua del río, había definido el concepto de historia. Como una pintura sobre un tapiz, mezclándose y fundiéndose en un líquido, dando paso a imágenes y aromas siempre cambiantes.

—<Razal> —dijo Midius—, eres víctima de los filósofos, aunque puedo entrever que consideras frívolas sus palabras. Pues bien, aún si piensas que mis historias son igual de frívolas, te pido que me dejes contarlas.

—Bah. Eres tan malo como ese orador de dios, siempre obligándome a hacer cosas. Muy bien, cuenta tu historia. Pero únicamente lo harás después de servir comida durante la ajetreada hora de la comida.

—Estupendo —dijo Midius—. Aunque no dejo de preguntarme por qué lo hacemos así. ¿No sería más rápido hacer que los hombres se pusieran en fila y pasaran para darles su sopa?

—Esos hombres se pasan el día haciendo cola, Jesk —respondió ella—. Esperan durante horas, de pie bajo el sol, y con la esperanza de ser uno de los pocos que consigan una oportunidad para trabajar. No tengo intención de que, además, tengan que esperar aquí. Ponte a trabajar.

Midius se hizo con un montón de cuencos, se acercó al caldero de <Kale>, y llenó un par de ellos.

—Se te da bien conseguir lo que quieres, Jesk —dijo el soldado. Midius se encogió de hombros—. Pensaba que se te daría bastante mal, después de tanto tiempo viviendo a solas en el bosque.

—No estaba solo en el bosque —. Dijo Midius, tomando los cuencos y dándose la vuelta—. Tenía a mi maestro.

En realidad, no se trataba de una respuesta. Pero a Midius no le apetecía responder la verdad. Siempre se le había dado bien que las cosas que deseaba se hicieran realidad. Así era la vida. El mundo funcionaba según sus designios. Salvo por considerables excepciones.

Midius no le dio la oportunidad de indagar al respecto. Ya había llorado lo suficiente la muerte de su maestro.

Se movió por el comedor, repartiendo cuencos con comida a los hombres. Incluso después de un solo día en la cocina, ya se sabía la tarea de memoria. Eso le dejaba tiempo para pensar y valorar, intentar decidir cuál era la mejor historia para la situación. Pronto apareció su oportunidad, cuando la marea de hombres hambrientos empezó a menguar. Midius se acercó a <Razal>, depositó un cuenco vacío, y la miró a los ojos. A sus espaldas el sonido de docenas de cucharas de madera raspando contra los cuencos de cerámica resonaba en la habitación.

<Razal> se giró haciendo un ademán indiferente con su mano, tras lo que Midius se dio la vuelta y sintió la creciente palpitación familiar en su pecho. Sonrió. Un hombre que ha matado a tantos no debería sentir ese nerviosismo. Y sin embargo, así era. Tal vez, una señal de que era más humano de lo que a veces se permitía creer.

—Intenté hablar de historia —anunció en la estancia—, y se me ignoró.

Algunos de los hombres que estaban comiendo hicieron una pausa, y se fijaron en él.

—He intentado mostrar un monstruo. Pero la reacción que obtuve no era la adecuada. He provocado suficiente miedo en mi vida, y no he venido a Partinel a sembrar más.

Midius alzó su mano a un lado y dejó caer un puñado de polvo. Tejió la luz para darle la forma de una hermosa mujer de rubios cabellos que lucía una corona azul.

—Así que, hoy probaré el romance —dijo Midius sentándose nuevamente en un taburete.

Varios hombres se animaron ante la aparición, aunque no fueron pocos los que se limitaron a murmurar.

—Para ser sinceros, tampoco yo sé mucho sobre el romance —dijo Midius, esparciendo un puñado de polvo al otro lado, mientras tejía luz para formar la imagen de un hombre de apariencia principesca que llevaba una corona de cobre—. Pero bueno, tampoco conocí jamás a un dragón. Pero puedo crear uno bastante convincente gracias a la luz. Además, sé esto: en lo que a romance se refiere, las mujeres son volubles, pero los hombres son unos necios.

Sonrió a la audiencia. La mayoría le estaban mirando. Pero aún así, no reaccionaron como su maestro le había dicho. Al decir que las mujeres son volubles, esperaba oír gruñidos de asentimiento. Y cuando llamó necios a los hombres, su entonación debería haber arrancado algunas risas. No había sucedido nada de eso.

Midius prosiguió, lanzando un puñado de polvo tras él, mientras tejía la luz y entorpecía la visión de <Razal> y sus cacerolas, para dar vida a una habitación lujosamente decorada en su lugar, completada por un espejo enmarcado en bronce y unas alfombras de intenso color.

—Esta historia tuvo lugar antes de la llegada del fain —dijo Midius—. Muchas de mis historias pertenecen a aquellos tiempos. Es bueno recordar que nuestras vidas fueron una vez, mucho más de lo que son ahora. <Lily> era conocida en siete ciudades como la mujer más hermosa nacida en los últimos cien años. Las esposas hablaban de ella mientras lavaban la ropa en los ríos. Los campesinos difundían la noticia mientras segaban el trigo del campo. Todo niño o niña conocía a <Lily>.

Con el tiempo, la noticia llegó hasta el príncipe <Helius>, heredero al trono de la Colina del León. Lo cierto es que <Helius> no era un hombre superficial, aunque tampoco era un hombre particularmente exigente. Pero lo que sí era a buen seguro, era un hombre inquisitivo. La noticia le turbaba. ¿Qué aspecto tendría la mujer más hermosa del mundo? ¿Cómo vestiría? ¿De qué color serían sus ojos? ¿Cómo luciría el cabello? Indagó al respecto, pero nadie pudo ofrecerle una respuesta detallada.

Otro puñado de polvo dio paso a un grupo de escribas y eruditos que hablaban con <Helius>, quien permanecía de pie a su izquierda. Mientras <Lily> continuaba cepillándose el cabello a su derecha, contemplando su espejo. Era una ilusión compleja, y el propio Midius se sintió absorbido en ella, transfigurado por ella. Le costaba prestar atención al público mientras continuaba hablando.

—<Helius> decidió que tendría que descubrir la belleza de <Lily> por sí mismo. Aunque su padre, el rey, se opuso, <Helius> partió a caballo ese mismo día en dirección a <Nanhell>, la ciudad declarada como el hogar de la rubia dama.

La estancia de <Helius> se desvaneció en un resplandor, y se transformó en la imagen de un príncipe montando a caballo. Aún concentrado en la ilusión como estaba, Midius podía oír exclamaciones sorprendidas de los hombres en sus mesas conforme veían cómo el príncipe cabalgaba sobre un caballo de tamaño real.

La ilusión se mantuvo en el sitio, el caballo sin moverse del lugar a pesar de estar galopando, y con cuidado, Midius añadió el débil sonido de los cascos del caballo.

—Arduo y largo fue el camino de <Helius> —prosiguió, añadiendo a la ilusión la ligera estampa de lluvia cayendo sobre el príncipe—. Y conforme se acercaba a la ciudad, <Helius> empezó a encontrarse con multitudes agrupadas y grandes patrullas de hombres. Él no era el único en acercarse para contemplar la belleza de <Lily>. Y es que, entre las procesiones que dejaba atrás, ni siquiera era el único príncipe en venir. Aunque ciertamente era el más pobre, y el más humilde. No había traído siquiera a un sirviente. Su único compañero era su leal y anciano guardaespaldas.

» Es más, habían llegado tantas personas para ver a esta princesa, que se apiñaban en tiendas a lo largo de la muralla exterior. Toda posada en la ciudad estaba completa. Pero el príncipe <Helius> era tan inteligente como inquisitivo. Encontró un recoveco escondido en la calle, y allí empezó a erigir una elegante y amplia tienda. Los mendigos que vivían en el lugar se sorprendieron de que alguien tan rico se emplazara en el sitio, pero el príncipe no les prestó atención, y en cambio continuó hablando con su guardaespaldas mientras inventaba una historia sobre lo perfecta que era esa calle como ubicación para ver a la princesa cuando esta salía a cabalgar en secreto por las mañanas.

» A las pocas horas, la noticia se había extendido, y todo tipo de personas imaginables habían colapsado las calles para reclamar el espacio. <Helius> se retiró a una posada y consiguió la habitación de alguien que se había marchado para dormir en la calle.

» Mientras su leal guardaespaldas descansaba en el suelo, <Helius> se sentó junto a la ventana, cavilando. Fue entonces cuando divisó a una anciana caminando entre quienes poblaban la calle, diciendo alguna cosa que parecía enfadar a quienes se aglutinaban allí. Su actitud intrigó a <Helius>, y mandó a su guarda en busca de la anciana.

Midius esparció polvo ante sí, y creó la imagen de la anciana. Estaba completamente absorto con su propia narración, preparado para proseguir con el aviso de la mujer de que la princesa <Lily> estaba maldita. Sin embargo, tan pronto comenzó esta parte, la ilusión osciló, mientras <Razal> la tocaba levemente con un dedo, haciendo que un centelleo de polvo brillante cayera al suelo, y que el fondo de la habitación de <Helius> se deshiciera en añicos.

Midius parpadeó, lo suficientemente sustraído de su historia como para ser consciente de nuevo de la audiencia. Muchos hombres farfullaban en voz alta, y algunos se habían marchado de la sala, dejando atrás su sopa. Midius agitó la cabeza, volviendo a la consciencia, mientras su ilusión se desvanecía. Personas, objetos y estancia colapsaban transformadas en motas de polvo.

—Has tenido tu oportunidad, Jesk —dijo <Razal> con brusquedad—. Deja ya de espantar a esos hombres.

—Pero la historia…

—Tu historia les trae sin cuidado, Jesk. Mentiras e ilusiones fain. ¿De qué sirven?

—¿Ilusiones fain? ¿Es que piensas que lo que hago es fain?

—Bueno, no es algo natural, y eso no puede negarse.

Midius miró alrededor, percibiendo la hostilidad en los rostros de los hombres que miraban. Avergonzado, se quedó de pie mientras la última de las ilusiones explotaba transformándose en polvo a su espalda. Salió corriendo de la sala, en dirección a su aposento. Una vez allí, arrojó un puñado de polvo contra la pared, invocando la figura de su maestro. La estancia de Midius estaba en penumbras, pues no llevaba vela consigo. Aún así, el anciano Tejedor de Luz se materializó con el polvo, sentado en la cama de Midius.

—Me mentiste —dijo Midius.

—Bueno, soy un mentiroso —respondió el maestro—. Al igual que tú.

—No mentimos sobre las cosas importantes.

—Todas nuestras mentiras son importantes, lo sabes bien.

Midius le dio la espalda.

—Se suponía que tenían que recibir mis ilusiones con alegría. ¿Cuántas veces mencionaste la alegría que los hombres sentían con las historias? ¿Cuántas veces hablas de las mentiras y de su poder para evocar emociones? Se supone que deberían apreciarme, no repudiarme

—¿Es por eso por lo que estás aquí, Midius? ¿Para encontrar el amor?

Midius miró fijamente a su maestro.

—¿Debería abandonar, pues? ¿Centrarme únicamente en los Corruptos?

—Ay, muchacho. Salvar Partinel implica mucho más que simplemente detener a los Corruptos. Esa gente vive, pero ya no son capaces de recordar el motivo. Comen entre miradas vacías. Trabajan en el campo sin risa. Regresan a casa junto a sus familias preocupadas y asustadas por la posibilidad de enfermar, o de perder a un hijo durante el Año del Sacrificio, o de que el anillo trune se desvanezca finalmente y les deje a todos sin hogar.

—No hay mucho que yo pueda hacer al respecto.

—Puedes recordarles que la vida es más que dolor, miedo y pesar. Esa es la verdadera llamada de un Jesk. Intentas ofrecerles historias con un significado, pero el significado más importante de tus mentiras no tiene que ver con la moral. Tiene que ver con la forma en que hacen sentir a las personas, no con la manera en que les hacen pensar.

—No quieren sentir. Si no pueden ver cómo algo les alimentará o cómo les hará ricos, no lo quieren. Lo rechazan y lo tachan de superstición o tontería. No les interesa nada en absoluto lo que yo pueda ofrecer.

—No —respondió su maestro—. Les preocupa. Pero tienen miedo. Midius, lo que tú haces, es una labor grande y noble. Cuando narras una historia, haces que los hombres vean a través de los ojos de alguien a quien jamás han conocido. Cuando oyen la historia del dolor de una viuda, por un momento, son esa viuda. Cuando oyen cómo juega un niño, recuerdan lo que era ser un niño. Cuando ven cómo un héroe se alza vencedor, por un instante, ellos también vencen. Tal vez hayan olvidado lo que eso significa, pero es parte de ser humano. Tu deber es, pues, simplemente recordárselo.

NOTAS
  • Skullmoss: traducido como musgo calavera.
  • Godspeaker: «You’re as bad as that godspeaker, always pume to do things». Originalmente, pensé en usar predicador, porque es el término que más se asimila al español, pero podría ser una profesión propia del planeta, tal vez podría ser voz de dios, portavoz u orador de dios, o algo similar. Como no tenemos más información, de momento lo dejo como orador de dios.
  • Me he decantado por el fain y no la fain porque a pesar de no tener claro el género, o la descripción exacta, “la” suele emplearse también para las enfermedades y este es un dato que desconocemos.
  • Lion’s Hill: he decidido traducir el nombre,  me he decantado por la Colina del León.

Apasionada de los comics, amante de los libros de fantasía y ciencia ficción. En sus ratos libres ve series, juega a juegos de mesa, al LoL o algún que otro MMO. Incansable planificadora, editora, traductora, y redactora.

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