Lectura: El camino de los reyes, semana 3 (y recap de la anterior)
¡Bienvenidos a la tercera semana de la lectura conjunta de El Camino de los Reyes!
Hasta el momento hemos leído seis increíbles capítulos y hemos tenido la oportunidad de conocer a los personajes principales: al semana pasada conocimos a Kaladin, y esta semana conocemos a Shallan, mientras el mundo no deja de expandirse ante nosotros. Con qué gran maestría Brandon nos hace partícipes de esos detalles que cobran vida ante nuestros ojos: la economía, la variedad cultural, la organización de los estratos sociales… Leer El camino de los reyes es un verdadero deleite.
Al igual que hicimos la semana pasada, antes de recapitular y hablar un poco de lo que hemos descubierto, procederemos a indicar los capítulos que leeremos a partir del jueves 26 de septiembre y hasta el miércoles 2 de octubre son del 7 al 10, con un total de 52 páginas.
Podéis dejar vuestros comentarios en el hilo de la Semana 3.
Cuidado con los spoilers a partir de aquí, ya que vamos a hablar un poco de los capítulos, y un poco de lo que hemos visto de Roshar. Empezaremos por el resultado de la encuesta del capítulo que más hemos disfrutado (porque sí, hemos incluido varios hilos como son el de la encuesta del favorito de la semana, el de las citas y/o pasajes favoritos de quienes estamos involucrados en la lectura y algunas locuras más).
Con una participación de 40 votos, el capítulo más votado ha sido el sexto: Puente cuatro, que ha acaparado 28 de ellos. Curiosamente, el capítulo 4 ha sido el gran abandonado de todos, probablemente por ser más bien un capítulo de transición.
Y también hemos compartido algunas de nuestras citas y pasajes favoritos:
- Capítulo 3: Pero las expectativas eran como la porcelana fina. Cuanto más fuerte te agarrabas a ellas, más probable era que se rompiesen. , —Shallan Davar @Champer @J_Cauthon @danieljb97 @Cata @Miyu @Stroppkin @Ysondra
- Capítulo 3: «—¡Ah! —dijo el capitán, señalándola—. Puedo ver que tienes una respuesta…, ¡lo veo en tus ojos, joven señora! Escúpela. Las palabras no están hechas para quedárselas uno. Son criaturas libres, y si se encierran trastornan el estómago.» —Tozbek @J_Cauthon @Miyu
- Capítulo 4: ¿Por qué lloran los hombres? —Syl, @Champer @Stroppkin
- Capítulo 4: —Los fracasos pasados no demuestran que no haya una oportunidad en el futuro, ¿no?, —Tvlakv @Lou @Ysondra
- Capítulo 4: —No he dicho que no sea un hijo de puta. Solo es un hijo de puta simpático —vaciló. Luego hizo una mueca—. Esos son los peores. Cuando los matas, acabas sintiéndote culpable por ello. —Kaladin @J_Cauthon @AbelMrm @Stroppkin
- Capítulo 4: «¿Justicia? —pensó Kaladin, apoyándose contra los barrotes—. No estoy convencido de que exista eso que llaman Justicia.» @Ysondra
- Capítulo 5: —La ignorancia rara vez es poco usual, joven Davar. Cuanto más vivo, más comprendo que es el estado natural de la mente humana. —Jasnah Kholin @Champer @Stroppkin @Ysondra
- Capítulo 5: «la gente a menudo espera cosas irracionales de sus inferiores.” —Shallan @Lou
- Capítulo 5: “Un erudito sabe cuándo no perder el tiempo redescubriendo información ya conocida.” —Jasnah Kholin @Lou
- Capítulo 6: La amargura se devuelve con más frecuencia que la amabilidad. —Kaladin, @Champer @Lou @J_Cauthon @AbelMrm @Ysondra
- Capítulo 6: Hacia la garganta de la bestia misma, cuyos dientes se disponían para cerrarse de golpe. —Kaladin, @RamonDC98
- Capítulo 6: -¡Alto!Se detuvo
-¡Levantad!
Alzó las manos.
-¡Soltad!
Dio un paso atrás y bajaron el puente
-¡Empujad!
Empujó el puente
<<Morid>> —Kaladin, @AbelMrm - Capítulo 6: Pero se había equivocado. Si que podían hacerle algo peor. Un tormento final que el mundo reservaba solo para él. Y se llamaba Puente Cuatro. —Kaladin, @RamonDC98 @Stroppkin
Lo que sabemos de la trama hasta ahora
Capítulo 3: La ciudad de las campanas
Así como la semana pasada conocimos a Kaladin, en esta ocasión conocemos a otro de los personajes principales del libro: la joven Shallan Davar. Hija de una familia aristocrática de Jah Keved y de naturaleza curiosa, con dieciséis años se encuentra al frente de un arriesgado plan para evitar la destrucción de su casa debido a la presión de las deudas derivadas de graves problemas financieros. El plan implica robar un moldeador de almas, un precioso objeto mágico que se encuentra en poder de Jasnah Kholin, la hereje hermana del rey, para lo cual primero tendrá que convertirse en su discípula.
Shallan vaciló. A veces, se preguntaba cómo había llegado a esto. Ella era la silenciosa, la tímida, la más joven de cinco hermanos y la única chica. A cubierto, protegida toda la vida. Y ahora las esperanzas de toda su casa reposaban sobre sus hombros.
Su padre estaba muerto. Y era vital que eso permaneciera en secreto.
Durante seis largos meses Shallan ha ido persiguiendo a la princesa de puerto en puerto, a bordo del Placer del Viento, en compañía de un grupo de marineros thayleños y sola por primera vez en su vida, todo un reto para quien a todas luces ha crecido en un ambiente controlado por su padre, destinada a un matrimonio de conveniencia pero soñando con grandes aventuras y viajes a lugares que solo ha conocido a través de los libros. El contraste entre esa vida pasada y su presente, le resulta a la vez emocionante y un tanto aterrador pues del éxito de su misión depende el bienestar de sus hermanos, y además representa un innegable paso hacia la madurez. Seis meses entre marineros le ha enseñado que no siempre hay que hablar con decoro, y que no es malo tener una mente aguda.
Aunque a menudo había soñado con viajar, esperaba pasar los primeros años de su vida aislada en la mansión de su familia, donde solo los libros de la biblioteca de su padre le permitían escapar. Esperaba casarse con uno de los aliados de su padre, y luego pasarse el resto de la vida secuestrada en la mansión de ese otro hombre.
Pero las expectativas eran como la porcelana fina. Cuanto más fuerte te agarrabas a ellas, más probable era que se rompiesen.
Realmente, es la primera vez en toda su vida en la que toma contacto de la realidad, y conoce a otras personas con formas de pensar muy diferentes a la suya, aunque su imaginación tal vez romántica o juvenil aparece de tanto en tanto:
Los marineros corrían de un lado a otro. El Placer del Viento era un navío estrecho, de un solo palo, apenas lo suficientemente grande para ella, el capitán, su esposa y la media docena de tripulantes. Al principio le había parecido muy pequeño, pero el capitán Tozbek era un hombre tranquilo y cauto, un marino excelente, aunque fuera pagano.[…]
[…] Tozbek era un hombre bajo que le llegaba a Shallan a la altura de los hombros, y mostraba sus largas cejas blancas thayleñas en un curioso patrón en punta. Era como si tuviera dos abanicos sobre los ojos, de un palmo y medio de largo cada uno. Llevaba una sencilla gorra de lana y una chaqueta negra con botones plateados. Shallan imaginaba que aquella cicatriz de su barbilla se la había hecho en una furiosa batalla marítima contra los piratas. El día antes, se decepcionó al enterarse de que había sido causada por un cabo suelto durante un temporal.
Embriagada ante la visión de Kharbranth, sus casas de colores y la enorme cantidad de gente que la habita, Shallan descubre que Jasnah sigue en la ciudad y aún no ha marchado en pos de su próximo destino. Con la ayuda de Yalb, uno de los marineros, se acerca hasta la zona del palacio y durante el trayecto tiene la oportunidad de conocer la ciudad de las campanas.
Después de seguir a Jasnah Kholin de ciudad en ciudad durante casi seis meses, Shallan estaba empezando a pensar que nunca alcanzaría a la princesa.[…]
[…] Después de seguir a Jasnah Kholin de ciudad en ciudad durante casi seis meses, Shallan estaba empezando a pensar que nunca alcanzaría a la princesa.
—¡Capitán! —dijo un marinero, subiendo la plancha a la carrera. Llevaba solamente un chaleco y pantalones bombachos, y tenía la piel bronceada de quien trabaja al sol—. Ningún mensaje, señor. El registrador del puerto dice que Jasnah no se ha marchado todavía.
—¡Bien! —exclamó el capitán, volviéndose hacia Shallan—. ¡La caza ha terminado!
¿Conseguirá Shallan encontrarse con Jasnah finalmente? ¿Cuál es su plan?
Capítulo 4: Las Llanuras Quebradas
Este es un capítulo más bien de transición, en el que lo más interesante es, quizás la relación de Kaladin con la caravana y especialmente con Tvlakv, tras el arrebato final de destrozar el mapa que les servía de guía por las Llanuras. De alguna manera estas páginas un poco presentan al mercader de esclavos como una persona no de naturaleza malvada de por sí, si no más bien un thayleño que sufrió un desafortunado revés en algún momento de su vida y que acabó siendo la clase más baja de mercader que se puede ser.
Tvlakv se ajustó molesto la gorra, apartándose una de sus largas cejas blancas.
—Me odias. Eso está bien. El odio te mantendrá fuerte, hará que tu precio aumente. Pero no podrás vengarte de mí a menos que tenga una oportunidad de llevarte al mercado. No te dejaré escapar. Pero tal vez alguien sí lo haga. Quieres que te vendan, ¿lo ves?
—No busco venganza —dijo Kaladin. La vientospren regresó: se había marchado durante un rato a inspeccionar los extraños matorrales. Se detuvo en el aire y empezó a revolotear en torno al rostro de Tvlakv, inspeccionándolo. Parecía que el hombre no podía verla.
Tvlakv frunció el ceño.
—¿No buscas venganza?
—No funciona —repuso Kaladin—. Aprendí hace mucho tiempo esa lección.
—¿Hace mucho tiempo? No puedes tener más de dieciocho años, desertor.
Era una buena deducción. Tenía diecinueve. ¿De verdad solo habían pasado cuatro años desde que se unió al ejército de Amaram? Kaladin sentía como si hubiera envejecido una docena.
—Eres joven —continuó Tvlakv—. Podrías escapar de este destino. Hay hombres que han vivido más allá de la marca de esclavo: podrías pagar tu precio, ¿entiendes? O convencer a uno de tus amos para que te dé la libertad. Podrías volver a ser un hombre libre. No es tan imposible.
Kaladin bufó.
—Nunca seré libre de estas marcas, Tvlakv.
Vemos cómo es la vida en la caravana y un poco la relación entre los diferentes integrantes. Compartimos esa sensación de hastío, de rutinaria repetición de los mismos rituales diarios una jornada tras otra hasta que alcancen el destino final.
Debido a que la escena descrita en estas páginas suceden a la intemperie, es un momento que Brandon aprovecha a introducirnos algunas referencias climáticas. Por ejemplo, que las estaciones, a diferencia de como las conocemos en la Tierra, son más bien erráticas.
Con suerte, pronto volverían a tener algunas semanas de primavera. El clima y las estaciones eran impredecibles. Nunca se sabía cuánto iban a durar, aunque lo más normal era que fueran unas pocas semanas.
O que las tormentas se pueden traducir con un cierto grado de precisión, algo que hacen unas personas conocidas como «predicetormentas», y el miedo que despiertan entre la gente, que llega a creer diferentes historias sobre lo desconocido que habita en su tumultuosa oscuridad.
Al parecer, el mapa que Kaladin había roto incluía también una lista de fechas de altas tormentas comprada a un predicetormentas. Las tormentas podían ser predichas matemáticamente: para el padre de Kaladin era una afición. Podía detectar el día adecuado ocho de cada diez veces.
[toggle title=»Sobreviviendo a una alta tormenta»] Las tablas se sacudían contra los barrotes de la jaula mientras el viento golpeaba el vehículo, haciéndolo estremecer, haciendo que se agitara como el torpe juguete de un gigante. La madera gemía y borbotones de agua de lluvia helada se colaban por las grietas. Los destellos de los relámpagos se colaban también, acompañados por los truenos. Era la única luz que tenían. De vez en cuando, los relámpagos destellaban sin los truenos. Los esclavos gemían aterrorizados, pensando en el Padre Tormenta, las sombras de los Radiantes Perdidos, o de los Portadores del Vacío: todo lo que moraba en las altas tormentas más furibundas. Se acurrucaban al otro lado de la carreta, compartiendo el calor. Kaladin no se acercó a ellos, y permaneció sentado solo, de espaldas a los barrotes.
De vez en cuando, los relámpagos destellaban sin los truenos. Los esclavos gemían aterrorizados, pensando en el Padre Tormenta, las sombras de los Radiantes Perdidos, o de los Portadores del Vacío: todo lo que moraba en las altas tormentas más furibundas. Se acurrucaban al otro lado de la carreta, compartiendo el calor. Kaladin no se acercó a ellos, y permaneció sentado solo, de espaldas a los barrotes. No temía las historias de seres que caminaban en las tormentas. En el ejército se había visto obligado a capear una alta tormenta o dos bajo el recodo de una roca protectora o cualquier otro refugio improvisado. A nadie le gustaba estar al raso durante una tormenta, pero a veces no se podía evitar. Los seres que viajaban en las tormentas (quizá incluso el propio Padre Tormenta) no eran tan letales como las rocas y ramas que volaban por los aires. De hecho, la tempestad inicial de agua y viento (la muralla de tormenta) era lo más peligroso. Cuanto más aguantaras después de eso, más débil se hacía la tormenta, hasta que lo que seguía no era más que una llovizna.
[…] La tormenta continuó soplando, sacudiendo la carreta. Estos vientos parecían en ocasiones seres vivos. ¿Y quién podía decir que no lo eran? ¿Eran los vientospren atraídos por las ráfagas de viento, o eran ellos mismos las ráfagas de viento? ¿Las almas de la fuerza que ahora querían con tanto ímpetu destruir la carreta de Kaladin?[/toggle]
Probablemente el momento más espectacular del capítulo es cuando empezamos a notar el cambio en el paisaje de las Llanuras Quebradas y nos adentramos en los campamentos de guerra donde están concentrados todos los ejércitos que batallan sin descanso contra los parshendi, la raza que ordenó matar al difunto rey Gavilar (prólogo) y así cumplir el Pacto de la Venganza.
A lo largo de los últimos días, las colinas habían dado paso a irregulares formaciones rocosas, lugares donde los vientos desgastadores habían dejado atrás acantilados que se desmoronaban y formas irregulares. La hierba crecía en los lados rocosos que recibían más luz, y las otras plantas eran abundantes a la sombra. Después de una alta tormenta era cuando la tierra estaba más viva. Los pólipos de rocabrotes se abrían y extendían sus enredaderas. Otros tipos de enredaderas surgían de las grietas, lamiendo el agua. Las hojas se desplegaban en árboles y matorrales. Bichitos de todo tipo se deslizaban por los charcos, disfrutando del banquete. Los insectos zumbaban en el aire; crustáceos más grandes (cangrejos y patosos) salían de sus escondites. Las mismas rocas parecían cobrar vida.
[…] Diez masas de tropa vivaqueaban siguiendo los familiares patrones alezi: circulares, por compañías, con los seguidores del campamento en las afueras, los mercenarios en un anillo interior, los ciudadanos soldados cerca del centro, los oficiales ojos claros en el centro mismo. Estaban acampados en una serie de enormes formaciones rocosas parecidas a cráteres, pero los lados eran más irregulares, más serrados. Como cáscaras de huevos rotos.
Kaladin había dejado un ejército muy parecido a este ocho meses atrás, aunque las fuerzas de Amaram eran mucho más pequeñas. Este cubría kilómetros de piedra, extendiéndose a lo lejos tanto al sur como al norte. Un millar de estandartes con un millar de glifos de familias diferentes ondeaban orgullosos en el aire. Había algunas tiendas (principalmente en la zona exterior a los ejércitos), pero la mayoría de los soldados se albergaba en grandes barracones de piedra. Eso implicaba que había moldeadores de almas.
El campamento que tenían directamente delante mostraba un estandarte que Kaladin solo había visto en los libros. Azul oscuro con glifos blancos: khokh y linil, estilizados y pintados con una espada ante una corona. La casa Kholin. La casa del rey.
Era una enorme llanura hendida de piedra, tan amplia que no podía ver el otro lado, dividida y cortada por abismos, grietas de unos siete u ocho metros de altura. Eran tan profundas que desaparecían en la oscuridad y formaban un mosaico de mesetas irregulares. Algunas grandes, otras diminutas. La imponente llanura parecía un plato roto cuyas piezas hubieran sido vueltas a ensamblar con pequeñas aberturas entre los fragmentos.
—Las Llanuras Quebradas —susurró Kaladin.
Capítulo 5: Hereje
Este capítulo en el que el worldbuilding juega un papel muy importante, tiene varios puntos focales. Por un lado nos describe la personalidad de Jasnah Kholin, a través de los ojos de Shallan, y además debido a un incidente fortuito somos testigos del poder que reside en los moldeadores de almas, capaces de convertir en humo un aluvión de roca maciza (de 15000 kavals, desonocemos la equivalencia en kilos) sin esfuerzo; y por supuesto, seguimos disfrutando de un paseo por la fabulosa Kharbranth.
Para cuando Shallan consigue encontrarse con Jasnah Kholin, se da cuenta que sus preconcebidas ideas, distan mucho de la realidad. No solo en cuanto a la figura de la princesa, si no a la facilidad con la que esperaba hacerse con el puesto de pupila. Y si no consigue hacerse con ese puesto, no tendrá la oportunidad de robar el valioso moldeador de almas que la erudita tiene en su poder.
Jasnah. Hermana del rey, erudita y hereje, muestra naturaleza perfeccionista, escéptica, pragmática y solitaria que por encima de todo está concentrada en sus estudios. Una tarea que la ha llevado hasta la inmensa biblioteca que se esconde en el Palaneo de Kharbranth donde guardan más de setecientos mil textos.
[toggle title=»Jasnah Kholin»] Shallan no esperaba que Jasnah Kholin fuera tan hermosa. Era una belleza regia, madura, como la que podría encontrarse en el retrato de una erudita histórica. Shallan advirtió que ingenuamente había esperado que Jasnah fuera una solterona fea, como las severas matronas que habían sido sus instructoras hacía años. ¿Cómo, si no, podía una imaginarse a una hereje que tenía más de treinta años y seguía soltera?
Jasnah no era así. Era alta y esbelta, con la piel libre de imperfecciones, finas cejas negras y denso pelo de color ónice. Lo llevaba alzado en parte, recogido en torno a un pequeño adorno dorado en forma de pergamino con dos pinzas para sujetarlo. El resto caía tras su cuello en pequeños y tensos rizos. Incluso rizado y combado como era, le llegaba hasta los hombros: suelto, sería tan largo como el de Shallan y le llegaría hasta la mitad de la espalda.
Tenía un rostro anguloso e inteligente, ojos violeta claro.
[…] Reservada, estatuaria, inmaculadamente vestida de azul y plata. Como el vestido de Shallan, el de Jasnah estaba abotonado por los lados y tenía un cuello alto, aunque Jasnah tenía mucho más pecho que Shallan. Las faldas eran sueltas bajo la cintura y caían generosamente al suelo. Sus mangas eran largas y majestuosas, y la izquierda estaba abotonada para ocultar su mano segura.
En su mano libre había una joya: dos anillos y un brazalete conectados por varias cadenas, sosteniendo un grupo triangular de gemas que cubría el dorso de su mano. Un moldeador de almas: la palabra se usaba tanto para la persona que realizaba el proceso como para el fabrial que lo hacía posible.[/toggle]
Una vez más, el punto fuerte del capítulo es la cantidad e información que recibimos del mundo y de la complejidad de las relaciones, algo que descubrimos leyendo poco a poco, prácticamente sin darnos cuenta.
[toggle title=»Moldeador de almas»] Jasnah alzó su mano libre, el moldeador de almas brillando contra la piel. Shallan notó que los latidos de su corazón se aceleraban. Nunca había visto moldear almas en persona. Los fervorosos eran muy reclusivos en el uso de sus fabriales, y ni siquiera sabía que su padre tenía uno hasta que se lo encontraron encima. Naturalmente, el suyo ya no funcionaba. Era uno de los principales motivos por los que estaba aquí.
Las gemas insertadas en el moldeador de almas de Jasnah eran enormes, las más grandes que Shallan había visto jamás, con un valor de muchas esferas cada una. Una era de cuarzo ahumado, una gema de puro cristal negro. La segunda era de diamante. La tercera era un rubí. Todas estaban talladas: una piedra tallada podía albergar más luz tormentosa. Tenían muchas brillantes facetas de forma ovalada.
Jasnah cerró los ojos, presionando la mano contra la roca caída. Alzó la cabeza, inhalando lentamente. Las piedras del dorso de su mano empezaron a brillar más ferozmente, el cuarzo ahumado en concreto se hizo tan brillante que resultaba difícil mirarlo.
Shallan contuvo la respiración. Lo único que se atrevió a hacer fue parpadear, confinando la escena a la memoria. Durante un largo momento, no sucedió nada.
Y entonces, brevemente, Shallan oyó un sonido. Un tamborileo grave, como un grupo lejano de voces que tararearan juntas una única nota pura.
La mano de Jasnah se hundió en la roca.
La piedra desapareció.
[…] Era cierto: Jasnah tenía un moldeador de almas que funcionaba. Y además era uno poderoso. Nueve de cada diez moldeadores de almas eran capaces de unas cuantas transformaciones limitadas: crear agua o grano a partir de la piedra; formar sosos edificios de roca de una sola habitación con el aire o la tela. Un moldeador superior, como el de Jasnah, podía efectuar cualquier transformación. Convertir literalmente cualquier sustancia en otra. Cómo debía molestar a los fervorosos que una reliquia tan sagrada y poderosa estuviera en manos de alguien que no pertenecía al fervor. ¡Y una hereje, nada menos![/toggle]
También conocemos a Taravangian, el rey de esta pequeña ciudad-estado, un venerable anciano, preocupado por el bienestar de su nieta que ha quedado atrapada entre un derrumbamiento de roca.
Escuchaba a un hombre vestido con una túnica blanca y naranja fuerte, los colores reales kharbranthianos. […]
—[…] Sí, brillante —dijo el hombre de la túnica. Era mayor, con un hilillo de barba blanca, y tenía ojos grises claros. Su rostro franco y amable parecía muy preocupado, y llevaba un sombrero cilíndrico y breve a juego con el naranja y blanco de su túnica. Su lujosa túnica. ¿Era quizá algún tipo de mayordomo real?
No. Esas gemas de sus dedos, la forma en que se movía, la manera en que los otros asistentes ojos claros se referían a él… «¡Padre Tormenta! —pensó Shallan—. ¡Tiene que ser el rey en persona!» No el hermano de Jasnah, Elhokar, sino el rey de Kharbranth. Taravangian.
¿Conseguirá Shallan convertirse en discípula de Jasnah?
Capítulo 6: Puente Cuatro
Sabemos pocas cosas todavía de Kaladin, pero una de ellas es que en algún momento de su vida anheló ser parte del ejército que se concentraba precisamente aquí, en las Llanuras Quebradas. Soñaba con luchar junto a honorables soldados y ayudar a cumplir el Pacto de Venganza. Pero para cuando llega a su destino, por ironías de la vida, descubre que la vida en las Llanuras es de todo, menos honorable y que el ejército, pese a su descomunal tamaño no posee la pulcritud y orden que él había esperado.
Con todo, mantiene la esperanza de poder servir como soldado, intentando hacerse valer ante la dama que se acerca a examinar el nuevo lote de esclavos de Tvlakv. Lamentablemente, la marca de su frente y el miedo de Tvlakv a futuras represalias por mentir sobre el origen de Kaladin, condenan a este último a servir en las cuadrillas de los puentes.
[toggle title=»Kaladin y su primer encuentro con el ejército»] Kaladin bajó de la carreta. Estaban dentro de una de las formaciones parecidas a cráteres, su irregular pared de piedra alzándose al oeste. El terreno había sido despejado de plantas, y la roca resbalaba bajo sus pies descalzos. Charcos de agua de lluvia se habían acumulado en las depresiones. El aire era limpio y nítido, y el sol brillaba con fuerza en el cielo, aunque con aquella humedad oriental, siempre se sentía mojado.
Alrededor se extendían los signos de un ejército largamente establecido: esta guerra llevaba en marcha desde la muerte del antiguo rey, casi seis años atrás. Todo el mundo contaba historias de aquella noche, la noche en que los hombres de las tribus parshendi asesinaron al rey Gavilar.
Los pelotones de soldados marchaban, siguiendo direcciones indicadas por círculos pintados en cada intersección. El campamento estaba repleto de largos búnkeres de piedra, y había más tiendas de las que Kaladin había visto desde arriba. Los moldeadores de almas no podían utilizarse para crear cada refugio. Tras el hedor de la caravana de esclavos, el lugar olía bien, rebosante de aromas familiares como el cuero tratado y las armas engrasadas. Sin embargo, muchos de los soldados tenían aspecto desaliñado. No estaban sucios, pero tampoco parecían especialmente disciplinados. Recorrían el campamento en grupos, con las guerreras sin abrochar. Algunos señalaron a los esclavos y se rieron de ellos. ¿Este era el ejército de un alto príncipe? ¿La fuerza de élite que luchaba por el honor de Alezkar? ¿A esto era a lo que Kaladin había aspirado a unirse?
[…] Los soldados se echaron a reír, y uno empezó a empujar al grupo camino abajo. Kaladin lo soportó; estos hombres no tenían motivos para ser amables, y no les iba a dar un motivo para ser más duros. Si había un grupo al que los soldados ciudadanos odiaban más que a los mercenarios, era a los desertores.
Mientras caminaba, no pudo dejar de advertir el estandarte que ondeaba sobre el campamento. Llevaba el mismo símbolo bordado que las guerreras de los uniformes de los soldados: un glifo amarillo con la forma de una torre y un martillo en un campo de verde oscuro. Era el estandarte del alto príncipe Sadeas, gobernante del distrito natal del propio Kaladin. ¿Era una ironía del destino que hubiera acabado aquí?/toggle]
La vida en los puentes es incluso peor que la de esclavo. Condenados a ser carne de cañón durante las refriegas entre el ejército y los parshendi, cargando enormes puentes de nueve metros de largo por dos y medio de ancho, de meseta en meseta para que las tropas pudieran avanzar en la batalla, se mueven prácticamente como entes sin vida que simplemente esperan el momento en el que una flecha les dará alcance.
Descalzo, sin equipo y sin preparación, Kaladin se une a su primera carrera.
Continuaron trotando mientras el ejército cruzaba el puente tras ellos, cientos de botas resonando sobre la madera. Antes de que pasara mucho rato, la sangre manaba por el hombro de Kaladin. Su respiración era tortuosa, el costado le dolía enormemente. Podía oír jadear a los demás, los sonidos transmitidos por el espacio confinado bajo el puente. Así que no era el único. Con suerte, pronto llegarían a su destino.
Esperó en vano.
La siguiente hora fue una tortura. Fue peor que ninguna paliza que hubiera sufrido como esclavo, peor que ninguna herida en el campo de batalla. Parecía que la marcha no tenía fin. Kaladin recordó vagamente haber visto los puentes permanentes cuando divisó las llanuras desde el carruaje de esclavos. Conectaban los llanos donde los abismos eran más fáciles de cruzar, no donde serían más eficaces para los que viajaban. Eso significaba a menudo desvíos al norte o al sur antes de poder continuar hacia el este.
Los hombres del puente gruñían, maldecían, gemían, y luego guardaban silencio. Cruzaron un puente tras otro, una llanura tras otra. Kaladin nunca llegó a echar un buen vistazo a uno de los abismos. Tan solo siguió corriendo. Y corriendo. No podía sentir ya los pies. Siguió corriendo. Sabía, de algún modo, que si paraba le darían una paliza. Sentía como si sus hombros hubieran sido raspados hasta el hueso. Trató de contar los pasos, pero estaba demasiado agotado incluso para eso.
Pero no dejó de correr.
Este capítulo, intenso por las acciones narradas en relación a la carrera y la descripción de lo que una batalla representa para los hombres de los puentes, más que por el contenido en sí, se corona con la evolución de la relación entre Kaladin y el vientospren que le persigue y que parece tomar mayor conciencia con el pasar de los días. Tanto, que incluso es capaz de presentarse con un nombre: Sylphrena.
¿Qué le depara la vida de los puentes a Kaladin?
¡Bienvenidos a Roshar! ¿Qué hemos descubierto esta semana?
Localizaciones
Kharbranth
Kharbranth es, ante todo, una pequeña y próspera ciudad debido a su privilegiado emplazamiento que ofrece buen resguardo ante las temibles altas tormentas. Su transitado puerto favorece el ambiente cosmopolita, permitiendo que en sus calles se crucen individuos de múltiples nacionalidades rosharianas.
[…] En la ciudad, había gente por todas partes. Algunos llevaban ropas familiares: pantalones y camisas con encajes los hombres; faldas y blusas de colores, las mujeres. Podrían ser gente de su tierra, Jah Keved. Pero Kharbranth era una ciudad libre. Una ciudad-estado pequeña y políticamente frágil con poco terreno pero con muelles abiertos a todos los barcos que pasaban; allí no hacían ninguna pregunta referida a nacionalidades ni estatus. La gente acudía en masa.
Eso significaba que muchas de las personas que Shallan veía eran exóticas. Aquellas túnicas simples indicaban a un hombre o una mujer de Tashikk, muy al oeste. Las largas sayas hasta los tobillos, pero abiertas por delante como capas… ¿de dónde era esa gente? Rara vez había visto a tantos parshmenios como veía ahora trabajando en los muelles, cargando fardos a sus espaldas. Como los parshmenios que había poseído su padre, eran fornidos y de miembros gruesos, con su extraña piel jaspeada: algunas partes pálidas o negras, otras de un intenso escarlata. El patrón jaspeado era único en cada individuo.
La ciudad de Kharbranth se describe en todo su esplendor:
[…] Los edificios se agrupaban según su color, y ese color parecía indicar un propósito. Las tiendas que vendían los mismos artículos estaban pintadas del mismo tono: violeta para las ropas, verde para los alimentos. Las casas tenían sus propios patrones, aunque Shallan no pudo interpretarlas. Los colores eran suaves, con una tonalidad apagada y gastada.
[…]—Dice que la ciudad es especial por las laits que hay.
Shallan asintió. Muchas ciudades estaban construidas en laits: zonas protegidas de las altas tormentas por las formaciones rocosas cercanas.
—Kharbranth es una de las ciudades mejor protegidas del mundo —continuó traduciendo Yalb—, y las campanas son un símbolo de eso. Se dice que las levantaron por primera vez para advertir que soplaba una alta tormenta, ya que los vientos eran tan suaves que la gente no siempre se daba cuenta. —Yalb vaciló—. Solo dice eso porque quiere una buena propina, brillante. He oído esa historia, pero creo que es una tontería absoluta. Si los vientos soplaran lo bastante fuerte para mover las campanas, la gente se daría cuenta. Además, ¿no se darían cuenta de que les estaba lloviendo encima de las cabezas?
[…] Las omnipresentes campanas tintineaban al fondo, más fuertes cuando soplaba el viento. Asomaban en las ventanas de las tiendas, colgaban de los aleros. Todos los postes de los faroles de la calle tenían una campana colgando bajo la lámpara, y el carro donde Shallan viajaba tenía un campanita de plata en el mismo extremo del dosel.
[…] al cabo de un rato su porteador la condujo hasta un enorme edificio situado en la misma cima. Pintado de blanco, estaba tallado en la cara de la misma roca, en vez de estar construida con ladrillos o barro. Las columnas de delante brotaban de la piedra, y la parte trasera del edificio se fundía suavemente con el acantilado. Los tejados tenían cúpulas cuadradas en lo alto y estaban pintados de colores metálicos.
[toggle title=»El cónclave»] Shallan inspiró profundamente y empezó a subir las escalinatas que conducían a la impresionante entrada del Cónclave. La piedra tallada era en efecto notable: la artista que había en ella quiso detenerse a estudiarla, pero no se atrevió. Entrar en el enorme edificio fue como ser engullida. El pasillo interior estaba flanqueado con lámparas de luz tormentosa que brillaban en blanco. Dentro de ellas posiblemente había broams de diamante: la mayoría de los edificios de hermosa construcción usaban luz tormentosa para proporcionar iluminación. Un broam (la denominación más alta de las esferas) brillaba casi con la misma luz que varias velas.
Su luz brillaba por igual y suavemente sobre las muchas ayudantes, escribas, y ojos claros que se movían por el pasillo. El edificio parecía estar construido como un alto, ancho y largo túnel horadado en la roca. Grandiosas cámaras flanqueaban flanqueaban los lados, y pasillos secundarios surgían de la gran sala central.
Como la gran caverna exterior, este pasillo estaba tallado en la roca, pero estaba ricamente adornado, con labrados candelabros hechos con gemas de luz tormentosa. La mayoría eran granates de color violeta profundo, que se contaban entre las piedras menos valiosas. Incluso así, la cantidad de ellos que colgaban brillando con luz violeta hacía que la lámpara valiera una pequeña fortuna. Sin embargo, más que eso, Shallan se sintió impresionada por la simetría del diseño y la belleza del patrón de cristales que colgaban a los lados.[/toggle]
[toggle title=»El origen de Kharbranth»] Como gran parte de Roshar (a excepción de ciertas regiones costeras), Kharbranth estaba construida en roca pura, sin romper. Los edificios de fuera habían sido tallados directamente en la roca, y este había sido horadado en ella. La columna era de granito, supuso, aunque su conocimiento de geología era escaso.
El suelo estaba cubierto de largas alfombras de color naranja tostado. El tejido era denso, diseñado para parecer rico y soportar el pesado tráfico. El pasillo ancho y rectangular daba una sensación de antigüedad. Un libro que Shallan había leído decía que Kharbranth había sido fundada en los días de las sombras, años antes de la última Desolación. Muy antiguo, entonces. Miles de años de edad, creado antes de los terrores de la Hierocracia, mucho antes, incluso, de la Traición. Cuando se decía que los Portadores del Vacío con cuerpos de piedra acechaban la tierra.[/toggle]
A través de los ojos de Shallan también aprendemos algunas nociones de la cultura vorin como por ejemplo que son las mujeres y no los hombres quienes escriben y leen, o algunas referencias a la moda:
[…] Como todas las mujeres de Vorin, mantenía la mano izquierda (la mano segura) cubierta, revelando solo la mano libre. Las mujeres ojos oscuros corrientes solían llevar un guante, pero una mujer de su rango debía mostrar más recato. En su caso, mantenía la mano segura cubierta por la enorme manga de su vestido, que llevaba abotonado hasta arriba.
El traje era de estilo tradicional vorin, ajustado en el busto, hombros y cintura, con una falda amplia debajo. Era de seda azul con botones de concha de chull en los lados, y ella sujetaba con la mano segura la mochila contra su pecho, mientras se agarraba a la barandilla con la mano libre.
[…] Kharbranth era un reino de Vorin, como Alezkar y como Jah Keved, la tierra de Shallan. Aquí no había paganos, y escribir era un arte femenino: los hombres aprendían solamente glifos, dejando las letras y la lectura para sus hermanas y esposas.
O que las personas que profesan la fe vorin eligen dedicar su vida a algo que se conoce como Llamada:
Sería del segundo nahn, un ciudadano ojos oscuros de muy alto rango. En la fe vorin, la Llamada (la tarea a la que uno dedicaba la vida) era de importancia vital. Elegir una buena profesión y trabajar duro en ella era la mejor forma de asegurarse un buen lugar en la otra vida. El devotario concreto que se elegía para adorar a menudo tenía que ver con la naturaleza de la Llamada escogida.
También tenemos un primer atisbo al sistema económico que impera en esa región del mundo, basado en pequeñas esferas de cristal que contienen trozos aún más pequeños de gemas:
Antes de este viaje, ella nunca había usado dinero: tan solo admiraba las esferas por su belleza. Cada una estaba compuesta por una perla de cristal un poco más grande que la uña del dedo gordo de una persona, con una gema mucho más pequeña en el centro. Las gemas podían absorber la luz tormentosa, y eso hacía brillar a las esferas. Cuando abrió el monedero, fragmentos de rubí, esmeralda, diamante y zafiro brillaron en su rostro. Cogió tres chips de diamante, la denominación más pequeña. Las esmeraldas eran las más valiosas, pues podían ser usadas por los moldeadores de almas para crear comida.
La parte de cristal de la mayoría de las esferas era del mismo tamaño; el tamaño de gema del centro determinaba el valor. Los tres chips, por ejemplo, tenían cada uno una diminuta lasca de diamante dentro. Incluso eso era suficiente para brillar con la luz tormentosa, mucho más débil que una lámpara, pero todavía visible. Un marco (la denominación media de la esfera) era un poco menos brillante que una vela: hacían falta cinco chips para sumar un marco.
Solo había traído esferas infusas, ya que había oído que las opacas eran sospechosas, y a veces los prestamistas tenían que ser llevados a juicio para determinar la autenticidad de la gema. Guardaba las esferas más valiosas que tenía en su bolsa segura, naturalmente, que estaba abotonada en el interior de su manga izquierda.
Y conocemos algunos componentes de la estructura social:
- Fervorosos: los hombres de esta orden tienen permitido leer.
- Parshmenios: son una raza que vive siendo esclava.
- Esclavos: antiguos ciudadanos que por diverso motivo hayan caído en desgracia. Ocasionalmente pueden ganar su libertad si consiguen reunir suficientes esferas como para pagar su deuda.
La riqueza del trasfondo cultural
Una de las cosas que más me ha impresionado de estos capítulos se encuentra en la continua sucesión de referencias a obras inexistentes que nos presenta Brandon a través de la conversación entre Jasnah y Shallan, durante la prueba a la que es sometida esta última para ser considerada una pupila.
La gran variedad de alusiones a obras y personajes que probablemente no vayamos a volver a ver jamás, es una muestra de la profundidad del mundo que ha creado para esta saga.
[toggle title=»Alusiones a obras y eruditos»]
[…] Dime, ¿cuán amplia es tu educación?
—Extensiva en algunas áreas —respondió Shallan. Entones añadió, vacilante—: Y enormemente deficitaria en otras.
—Muy bien —dijo Jasnah. Ante ellas, el rey parecía tener prisa, pero era tan viejo que incluso un paso urgente seguía siendo lento—. Entonces haremos una evaluación. Responde con sinceridad y no exageres, ya que descubriré pronto tus mentiras. Tampoco finjas falsa modestia. No tengo paciencia para tonterías.
—Sí, brillante. —Empezaremos por la música. ¿Cómo juzgarías tu destreza?
—Tengo buen oído, brillante —dijo Shallan con toda sinceridad—. Soy mejor con la voz, aunque he sido formada con la cítara y las flautas. No sería la mejor que has oído, pero tampoco la peor. Me sé de memoria la mayoría de las baladas históricas.
—Dime el estribillo de «Cadenciosa Adrene».
[…] ¿Idiomas?
—Sé hablar tu nativo alezi, obviamente —dijo—. Tengo un conocimiento pasable del thaylen leído y hablo bien azish. Puedo hacerme entender en selay, pero no lo sé leer.
[…] ¿Cómo es tu formación en la lógica y las artes relacionadas?
—Soy diestra en matemáticas básicas —dijo Shallan, todavía molesta—, y a menudo he ayudado a mi padre con cuentas menores. He leído las obras completas de Tormas, Nashan, Niali el Justo y, naturalmente, Nohadon.
—¿Placini?
¿Quién?
—No.
—¿Gabrathin, Yustara, Manaline, Syasikk, Shauka-hija-Hasweth?
Shallan se estremeció y sacudió de nuevo la cabeza. Ese último nombre era obviamente shin. ¿Tenía el pueblo shin maestros lógicos siquiera? ¿De verdad esperaba Jasnah que sus pupilas hubieran estudiado semejantes textos oscuros?
—Ya veo —dijo Jasnah—. Bien, ¿qué hay de historia?
Historia. Shallan se encogió aún más.
—Yo…, es una de las áreas en las que soy más deficiente, brillante. Mi padre nunca pudo encontrar un tutor adecuado para mí. Leí los libros de historia que poseía…
—¿Cuáles eran?
—Todo el grupo de los Temas de Barlesha Lhan, principalmente.
Jasnah agitó su mano libre despectivamente.
—Apenas merecen la pena el tiempo invertido en escribirlos. Una recopilación popular de hechos históricos en el mejor de los casos.
[…] —Puedo hablar con habilidad de geografía, geología, física y química. He hecho estudios concretos de biología y botánica, y pude obtenerlos con un razonable nivel de independencia en las posesiones de mi padre. Pero si esperas que resuelva sin pestañear el Acertijo de Fabrisan, sospecho que te sentirás decepcionada.[/toggle]
Sprens:
- Vidaspren: «Parecían motas de brillante polvo verde o enjambres de diminutos insectos transparentes.»
Plantas:
- Rocabrotes, cortezapizarra
Animales:
- Se menciona la existencia de: anguilas aéreas, ratas, peces, cangrejos, haspers, cantarines y patosos («(sus espinas como vellos alzadas al aire para advertir los cambios del viento) subió por el lado del carro, su largo cuerpo cubierto de docenas de pares de patas. Era algo bastante familiar, pero nunca había visto un patoso con un caparazón púrpura oscuro.»)
- Se explican un poco más los chulls: «los chulls de caparazón rojo vacilaron, las antenas oscilando a un lado y a otro. Esos animales de forma cuadrada tenían abultados caparazones pétreos y gruesas patas rojas como troncos. Por lo que Kaladin había oído, sus pinzas podían quebrar el brazo de un hombre. Pero los chulls eran dóciles, sobre todo los domesticados, y no había conocido a nadie del ejército que recibiera más que algún pellizco poco intenso por parte de uno.»
¿Qué os parece? ¡¡¡¡Es una chullada!!!!
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Abar721
Esta es la segunda lectura conjunta en la cuál participo, pero me alegra de haber tomado la decisión de comenzar a leer con ustedes, entrar a esta pagina y leer las actualizaciones semanales y encontrar detalles que quizá pase por alto me ha emocionado mucho.