Avance: Starsight

El año pasado se publicó con gran acogida por parte de los lectores, la primera entrega del space opera de Brandon Sanderson, Escuadrón. Aunque empezó siendo una trilogía, en el State of de Sanderson de 2018, se confirmó que finalmente la saga estará compuesta de 4 libros.

El proceso de Starsight, la segunda entrega, está ya en las manos del corrector, una vez finalizada la quinta revisión del manuscrito, y su publicación en inglés está prevista para diciembre de este año. Si la traducción al castellano es tan ágil como la de Escuadrón, es posible que lleguemos a tener el libro disponible poco después de su salida en Estados Unidos.

Hoy os traemos traducido este primer capítulo a modo de avance de lo que nos esperan unos meses que compartió Brandon en su Newsletter de esta primavera de 2019. Por favor, tened en cuenta que algunos términos los hemos traducido por libre, ya que no han aparecido en Escuadrón, y que se trata de un fragmento extraído de uno de los borradores de Brandon, que como bien dice él, puede variar ligeramente en el momento de la publicación final.

Sin más, os dejamos con el avance y aprovechamos para recordaros que si os gusta este universo y todavía no lo habéis hecho, podéis leer la historia corta que está traduciendo Vanahian, Defendiendo el Elíseo.

Spensa, by LittleGreyDragon (miembro de 17th Shard)

 

THE BRANDON SANDERSON NEWSLETTER: primavera de 2019

RELATO DE FICCIÓN Enviado originalmente el sábado 6 de abril de 2019

 

NOTA IMPORTANTE: Esto no ha sido revisado, por lo que contiene errores. Se corregirán antes de la publicación.

Capítulo Uno

Di un golpe brusco a mi propulsor e impulsé mi nave a través de un enrevesado caos  de disparos y explosiones. Por encima de mí se extendía la increíble inmensidad del espacio. Comparados con esa oscuridad infinita, tanto los planetas como las naves espaciales parecían igual de diminutos. Insignificantes.

Exceptuando, por supuesto, el hecho de que esas naves insignificantes estaban haciendo lo imposible por matarme.

Esquivé, realizando tirabuzones y ralentizando mis propulsores a medio gas. Una vez me di la vuelta,  apreté a fondo el acelerador nuevamente, lanzándome en la dirección contraria en un intento de despistar a las tres naves que tenía pegadas a la cola. Luchar en el espacio es muy distinto a luchar en la atmósfera. Para empezar, tus alas no sirven para nada. Sin aire, no hay corriente, no hay sustentación, no hay arrastre. En el espacio, realmente no vuelas. Simplemente, no caes.

Ejecuté otro giro y aceleré, dirigiéndome de vuelta hacia donde tenía lugar la batalla principal. Lamentablemente, maniobras que habrían resultado impresionantes abajo en la atmósfera, aquí arriba resultaban ordinarias. Luchar en un vacío durante los últimos seis meses me había proporcionado todo un nuevo conjunto de habilidades que dominar.

—Spensa —dijo una animada voz masculina desde mi consola —, ¿recuerdas que me dijiste que te avisara si estabas siendo demasiado irracional?

—No —respondí yo con un gruñido, virando hacia la derecha. Los disparos destructores desde atrás pasaron justo por encima de la cúpula de mi cabina—. No creo que hiciera nada del estilo.

—Dijiste: “¿podemos hablar de esto más tarde?”.

Esquivé nuevamente. Tirda. ¿Se estaban volviendo mejores esos drones con las esquivas, o estaba perdiendo yo mi toque?

—Técnicamente, fue “después” justo de que hablaras —continuó diciendo la voz parlanchina, la inteligencia artificial de mi nave, M-Bot—. Pero los seres humanos no utilizan esa palabra realmente para referirse a “cualquier momento cronológicamente diferente de este momento”. La utilizan para decir “en algún momento más adelante que me resulte más conveniente”.

Los drones Krell nos envolvían por todas partes, intentando frenar mi escapada hacia donde tenía lugar la batalla principal.

—¿Y tú crees que este es un mejor momento?

—¿Por qué no iba a serlo?

—¡Porque estamos en combate!

—Bueno, yo diría que una situación de vida o muerte es justo el momento en el que querrías saber si estás siendo irracional.

Podía recordar, con cierto cariño, los días en los que mis naves espaciales no me replicaban. Eso fue antes de que ayudara a reparar a M-Bot, cuya personalidad era una reminiscencia de una tecnología antigua que todavía no comprendíamos. A menudo me preguntaba: ¿habían sido todas la IA sofisticadas así de impertinentes, o es que la mía era un caso especial?

—Spensa —dijo M-Bot—. Se supone que deberías estar guiando a estos drones de vuelta hacia los demás, ¿recuerdas?

Habían pasado seis meses desde que derrotamos el intento krell de bombardearnos hasta la aniquilación. Junto a nuestra victoria, aprendimos una serie de hechos importantes. El enemigo al que nosotros llamábamos los krell, era un grupo de alienígenas encargados de contener a mi gente en Detritus, que era una especie de mezcla entre una prisión y una reserva natural para la civilización humana. Los krell respondían ante un gobierno galáctico mayor, llamado la Supremacía.

Utilizaban drones con control remoto para luchar contra nosotros, pilotados por alienígenas que vivían muy lejos y controlaban sus drones gracias comunicaciones más veloces que la luz. Los drones jamás eran controlados por inteligencias artificiales, ya que permitir que una nave se controlara a sí misma iba en contra de las leyes galácticas. Incluso M-Bot estaba seriamente limitado en cuanto a lo que podía hacer por sí solo. Más allá de todo eso, existía algo que la Supremacía temía profundamente: la gente que podían ver dentro del espacio donde tenía lugar la comunicación MVL. Personas llamadas citónicos.

Gente como yo.

Ellos sabían lo que yo era, y me odiaban. Los drones tendían centrarse específicamente en mí, y nosotros podíamos sacar partido de ello. Nosotros podíamos utilizarlo. En la reunión para preparar la batalla de hoy, persuadí a regañadientes a los demás pilotos para llevar a cabo un atrevido plan. Iba a alejarme un poco de la formación, tentar a los drones para que se centraran en mí, para luego dirigirlos de vuelta al resto del equipo. Mis amigos podrían eliminar los drones mientras estos estuvieran distraídos, enfocados en mí.

Era un plan magnífico. Y funcionaría… eventualmente.

Pero ahora, quería probar otra cosa diferente.

Apreté mi propulsor, acelerando para alejarme de las naves enemigas. M-Bot era mucho más rápido y fácil de maniobrar que aquellas naves, aunque gran parte de su ventaja había resultado ser su capacidad de adaptación para maniobrar a altas velocidades en el aire sin hacerse pedazos. Aquí, en un vacío que no era un factor a tener en cuenta, los drones enemigos se las arreglaban mucho mejor para seguirnos el ritmo.

Se movieron cual enjambre tras de mí conforme me dirigía hacia el planeta, Detritus. Mi planeta natal estaba protegido por capas de antiguas plataformas de metal, como caparazones, con baterías antiaéreas emplazadas en su superficie. Nos encontrábamos más allá de la capa más externa, en el espacio.

Tras la victoria que conseguimos seis meses atrás, desterramos a los krell más lejos del planeta. Actualmente, nuestra estrategia a largo plazo era enfrentarnos al enemigo aquí fuera, en el espacio, y evitar que se acercaran al planeta. Con esa protección organizada, nuestros ingenieros (incluyendo a mi amigo Rodge) habían sido capaces de empezar a recuperar el control de esas plataformas y sus armas.

Con el tiempo, ese caparazón repleto de armas debería proteger nuestro planeta de las incursiones. Pero por ahora, la mayoría de esas plataformas defensivas seguían siendo autónomas, y podían resultar tan peligrosas para nosotros como lo eran para el enemigo.

Las naves krell me iban a la zaga, ansiosas por separarme del resto de la batalla, donde mis amigos estaban haciendo frente a los drones restantes en una gigantesca lucha. Como venía siendo habitual, las naves krell intentarían aislarme. Intentarían arrollarme.

La táctica tenía en cuenta una presunción fatal: que si me quedaba sola, sería menos peligrosa.

—No vamos a dar la vuelta y a seguir el plan, ¿no? —preguntó M-Bot—. Vas a intentar luchar contra ellos tú sola.

No respondí.

—Jorgen va a enfadaaaaaarse —dijo M-Bot—. Por cierto, esos drones están intentando perseguirte siguiendo un rumbo concreto, que estoy dibujando en pantalla. Mi análisis predice que han planificado una emboscada.

—Gracias.

—Tan solo intento evitar que hagas que me vuelen por los aires —dijo M-Bot—. Por cierto, si haces que nos maten, te anticipo que pretendo perseguirte en espíritu.

—¿Perseguirme en espíritu? Eres un robot. Y por otro lado, yo también estaría muerta, ¿no?

—Mi fantasma robótico perseguiría al tuyo de carne y hueso.

—¿Y cómo se supone que iba a funcionar eso?

—Spensa, los fantasmas no son reales —dijo en un tono exasperado—. ¿Por qué te preocupas por cosas como esas en vez de volar? En serio, los humanos se distraen con demasiada facilidad.

Vislumbré la emboscada: un pequeño grupo de drones krell se habían escondido cerca de un gran trozo de metal que flotaba justo fuera del rango de las baterías antiaéreas. Conforme me acercaba, los drones salieron y lanzaron sus misiles hacia mí. Pero yo estaba preparada. Dejé que mis brazos se relajaran, y que mi subconsciente tomara el control. Me sumergí en mí misma, entrando en una especie de trance mientras escuchaba.

Aunque no con mis oídos.

En la mayoría de situaciones, a los krell les solían resultar útiles los drones operados por control remoto. Era una forma prescindible de eliminar a los humanos de Detritus. Pero a pesar de todo las enormes distancias implicadas en las batallas espaciales forzaban a los krell a depender de la comunicación más rápida que la luz para controlar sus drones. Yo sospechaba que sus pilotos se encontraban muy lejos, pero incluso estando en la estación krell que se encontraba en el espacio cerca de Detritus, el retraso en las comunicaciones de radio desde allí haría que los drones fueran demasiado lentos para reaccionar en combate. Así que era necesario la MVL.

Eso dejaba al descubierto un gran punto débil. Yo podía escuchar sus órdenes.

Por algún motivo que escapaba a mi comprensión, podía escuchar el lugar donde tenían lugar las comunicaciones MVL. Lo llamaba la Nada, otra dimensión donde nuestras reglas de la física no se aplicaban. Podía escuchar en su interior, ocasionalmente, ver cómo me observaban las criaturas que habitaban ahí dentro.
Así fue como, en la batalla culminante seis meses atrás, conseguí entrar en ese lugar y teleportar mi nave durante una larga distancia en un abrir y cerrar de ojos. Todavía no sabía mucho sobre mis poderes, y nunca había sido capaz de volver a teleportarme. Pero estaba aprendiendo que podía controlarlos y utilizarlos para luchar.

Dejé que mis instintos tomaran el control, y dirigí mi nave en una serie de complejas maniobras evasivas. Mis reflejos entrenados en combate se fusionaban con mi habilidad innata para escuchar las órdenes de los drones, y maniobraba la nave sin instrucciones conscientes específicas por mi parte.

Había heredado esta habilidad citónica de mi familia. Mis ancestros la empleaban para mover las antiguas flotas estelares por toda la galaxia. Mi padre había heredado la habilidad, y el enemigo se había aprovechado de ella para matarle. Ahora, yo la utilizaba para mantenerme con vida.

Reaccioné antes de que los krell lo hicieran, respondiendo a sus órdenes. De alguna manera, yo las procesaba antes incluso de que los drones pudieran hacerlo. Para cuando atacaron, yo ya me estaba deslizando entre sus disparos destructores. Me escabullí entre ellos a toda velocidad, y luego activé mi IMP, desactivando los escudos de todo aquel que estuviera cerca.

En mi estado de concentración focalizada, no me preocupó que el PMI desactivara también mi escudo. No importaba.

Activé mi lanza de luz, y la cuerda de energía atravesó una de las naves enemigas, conectándola a la mía. Luego me serví de la diferencia entre nuestras inercias para hacernos girar, lo que me posicionó en la retaguardia del grupo de indefensas naves.

Destellos de luz y chispas irrumpieron el vacío mientras destruía dos de los drones. Los supervivientes krell se dispersaron como aldeanos ante el lobo de una de las historias de la yaya. La emboscada se volvió caótica conforme escogía dos naves y las perseguía apuntándolas con los destructores, haciendo explotar una de ellas mientras parte de mi mente seguí las órdenes dadas a las demás.

—Nunca dejo de sorprenderme cuando haces eso —dijo M-Bot tranquilamente—. Interpretas los datos más rápido que mis proyecciones. Pareces casi… inhumana.

Mis dientes rechinaron, frenando y girando mi nave para acelerarla tras un dron rezagado.

—A todo esto, lo digo como un cumplido —dijo M-Bot—. No es que haya nada malo en los humanos. Los encuentro frágiles, emocionalmente inestables, criaturas irracionales, y bastante adorables.

Destruí al dron, y el casco de mi nave quedó bañado por la luz de su ardiente muerte. Ejecuté una esquiva justo entre los tiros de otros dos. Aunque los drones krell no llevaban pilotos a bordo, una parte de mi sentía pena por ellos mientras intentaban contraatacarme: una fuerza imparable, extraña, que no jugaba bajo las mismas reglas que regían todo lo que conocían.

—Probablemente —continuó M-Bot—, aprecio a los humanos como lo hago tan solo porque estoy programado para ello. Pero bueno, eso no es diferente al instinto que programa a una madre pájaro a querer a esas desplumadas y deformes abominaciones que ha engendrado, ¿no?

Inhumana.

Zinzagueé y esquivé, disparé y destruí. No era perfecta, a veces disparaba de más y muchos de mis tiros fallaban. Pero tenía una perspicacia diferente.

La Supremacía, y sus secuaces krell, obviamente sabían como vigilar la aparición de gente como mi padre o como yo. Sus naves estaban siempre a la caza de humanos que volaban demasiado bien o que respondían demasiado rápido. Intentaron controlar mi mente aprovechándose de una debilidad en mi talento, lo mismo que hicieron con mi padre. Afortunadamente, tenía a M-Bot. Sus avanzados escudos eran capaces de filtrar los ataques mentales a la vez que me permitían seguir escuchando las órdenes enemigas.

Todo esto despertaba una pregunta abrumadora.

¿Qué era yo?

—Me sentiría mucho más a gusto —dijo M-Bot—, si encontraras una manera de volver a encender nuestro escudo.

—No hay tiempo —dije—. Necesitamos unos treinta segundos sin control de vuelo para hacer eso.

Tenía otra oportunidad de abrirme paso hacia la batalla principal y seguir con el plan que habíamos establecido. En vez de eso, giré y aceleré de nuevo hacia las naves enemigas. Mis ConGravs absorbían buena parte de la aceleración y me protegía de sufrir gran parte del latigazo, pero aún así todavía podía sentir la presión empujándome contra mi asiento, haciendo que mi piel tirara hacia atrás y que mi cuerpo se sintiera pesado. Bajo aceleraciones extremas, me sentía como si hubiera envejecido cien años en un segundo.

Me abrí paso y disparé a los drones krell restantes. Forcé mis extrañas habilidades al máximo. El disparo de un destructor krell arañó el domo de mi cabina, tan brillante que dejó una imagen residual en mi retina.

—Spensa —dijo M-Bot—. Jorge y Cobb han llamado quejándose. Sé que dijiste que los mantuviera distraídos, pero…

—Mantenles distraídos.

—Suspiro de resignación.

Realicé un giro persiguiendo a una nave enemiga.

—¿Acabas de pronunciar las palabras “suspiro de resignación”?

—Me parece que resulta muy fácil malinterpretar las comunicaciones no-lingüísticas, así que estoy experimentando formas de hacerlas más explícitas.

—¿No invalida eso el propósito?

—Obviamente no. Ojos en blanco desdeñosos.

Lo destructores refulgían a mi alrededor, pero disparé a dos drones más. Conforme lo hice, vi aparecer algo, reflejado en el domo de mi cabina. Varias luces blancas penetrantes, como ojos, que me observaban. Cuando utilizaba demasiado mis habilidades, algo miraba desde la Nada y me veía.

No sabía lo que eran. Simplemente los llamaba los ojos. Pero podía sentir un ardiente odio que provenía de ellos. Y furia. De alguna manera, todo esto estaba conectado. Mi habilidad de ver y escuchar en la Nada, los ojos que me observaban desde allí, y el poder de teleportación que solo había conseguido utilizar una vez.

Podía recordar claramente cómo me había sentido cuando lo utilicé. Había estado a punto de morir, atrapada por una explosión cataclísmica. En ese momento, de alguna forma activé algo llamado hipermotor citónico.
Si pudiera dominar la habilidad de teleportarme, podría ayudar a liberar a mi gente de Detritus. Con ese poder, podríamos escapar de los krell para siempre. Y así, me forcé a mi misma.

La última vez que había saltado, había estado luchando por mi vida. Si tan solo pudiera recrear esas emociones…

Esquivé, con mi mano derecha sobre mi esfera de control. Y la izquierda sobre la palanca. Tres drones se deslizaron tras de mí, pero registré sus disparos y giré mi nave en un ángulo para que fallaran. Empujé la palanca y mi mente rozó la Nada.

Los ojos siguieron apareciendo, reflejados en mi cubierta, como si revelara algo que me mirara desde detrás de mi asiento. Luces blancas como estrellas, pero de algún modo más… despiertas. Docenas de brillantes puntos malévolos. Al entrar en su reino, aunque fuera brevemente, me hacía visible para ellos.

Esos ojos me ponían nerviosa. ¿Cómo podía estar a la vez fascinada por estos poderes y aterrorizada de ellos a la vez? Parecía como la llamada del vacío que sientes cuando estás al borde de un largo precipicio en las cavernas, sabiendo que simplemente podrías dejarte caer en esa oscuridad. Un paso más…

—¡Spensa! —dijo M-Bot— ¡Nueva nave aproximándose!

Salí de mi trance, y los ojos se desvanecieron. M-Bot utilizó la pantalla de la consola para señalar lo que había detectado. Un nuevo caza estelar, casi invisible contra el oscuro cielo, surgiendo de donde los demás se habían estado escondiendo. Lisa, tenía la forma de un disco, pintado del mismo negro que el espacio. Era más pequeña que las naves krell normales, pero tenía una mayor cubierta.

Estas nuevas naves negras habían empezado a aparecer durante los últimos ocho meses, en los días en que intentaban bombardear nuestra base. Por aquel entonces no nos habíamos dado cuenta de lo que implicaban, pero ahora lo sabíamos.

No podía escuchar las órdenes que recibía esta nave, porque no se estaba enviando ninguna. Las naves negras como esta no estaban controladas de forma remota. En vez de eso, contenían pilotos alienígenas de verdad. Por lo general, un as enemigo, el mejor de sus pilotos.

La batalla acababa de volverse mucho más interesante.

Brandon

Apasionada de los comics, amante de los libros de fantasía y ciencia ficción. En sus ratos libres ve series, juega a juegos de mesa, al LoL o algún que otro MMO. Incansable planificadora, editora, traductora, y redactora.

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