Avance: El Ritmo de la Guerra – Capítulo 14

Aquí estamos de nuevo, gracias a Nova, con un nuevo capítulo del Ritmo de la Guerra traducido por Manu Viciano. ¿Qué nos depara esta nueva entrega? Y es que, seguimos con el hype de todo lo que descubrimos la semana pasada en «Una nueva cacería», con todas las ramificaciones de los acontecimientos que nos adentran cada vez más en las profundidades del Cosmere. 

Todos los misterios tras los recuerdos de Shallan que sigue sin querer afrontar, todos los secretos que guarda Mraize pero que promete compartir una vez Shallan acabe su misión de encontrar a Restares… Y la confirmación de que una vez le encuentre, ella ya sabrá qué hacer. Sinceramente, ese capítulo me ha agotado las neuronas, ¡y Brandon ha dicho que el 15 será incluso más revelador!

¡¡¡El Ritmo de la Guerra va a ser, sin duda, una bomba de libro!!! Y yo sigo votando por Shallan kandra o nalthiana :P

Si queréis ver todos nuestros desvaríos al respecto, aquí os dejamos el CosmereCast destripando el capítulo de la semana pasada:

Como siempre, os recordamos que también podéis disfrutar del CosmereCast en su formato de audio en: iVooxSpotify y PocketCasts; y que podéis compartir vuestros comentarios de este capítulo en el foro.

Y ahora, ¡vamos a disfrutar del nuevo capítulo del Ritmo de la Guerra!

Inktober 2018, Fused, por Randy Vargas

AVANCE: EL RITMO DE LA GUERRA – CAPÍTULO 14

AVANCE DE LA TRADUCCIÓN DEL RITMO DE LA GUERRA, TRADUCIDA POR MANU VICIANO Y CEDIDA POR NOVA

14. Voz

 

Todas las gemas pierden luz tormentosa a ritmo lento, pero, mientras la estructura cristalina permanezca intacta a grandes rasgos, el spren no puede escapar.
Controlar esas fugas es importante, ya que muchos fabriales también pierden luz tormentosa por su funcionamiento normal. Todo esto forma parte de las complejidades del oficio. Como también forma parte de él la comprensión de un último tipo crucial de spren: el logispren.

Lección sobre mecánica de fabriales impartida por Navani Kholin a la coalición de monarcas, Urithiru, jesevan de 1175.

 

El palacio de Kholinar había sufrido una transformación dramática. Había adquirido una nueva forma, por así decirlo. Allí, más que en ningún otro lugar de la ciudad, Venli tenía la impresión de poder mirar al pasado y ver la historia de su pueblo.

Había desaparecido la ornamentada pero aburrida fortaleza humana. En su lugar se alzaba una imponente construcción que había aprovechado muchos de los cimientos y los muros originales, pero se había ampliado a partir de ellos con un diseño singular. En vez de líneas perpendiculares, se componía de grandiosos arcos y enormes aristas que descendían gráciles desde los lados como hojas curvas de espada. Estas últimas se multiplicaban hacia la cúspide para terminar en punta.

El resultado era una forma cónica curvada, cuya cima se parecía a una corona. La arquitectura daba una clara sensación orgánica, realzada por la cortezapizarra que crecía en las paredes y les confería una textura rugosa, desigual. El palacio recordaba un poco a una planta: abombado por la base, con suaves hojas que se elevaban hasta el capuchón.

Venli se acercó, armonizando a Tensión. Las anteriores veinte horas habían sido un batiburrillo caótico en el que Venli había acompañado a Leshwi por la ciudad para reunirse con otros Fusionados y sonsacarles información. Venli no comprendía del todo por qué se había alterado tanto Leshwi, pero un nuevo grupo de espíritus Fusionados había despertado y llegado en busca de cuerpos.

No era nada inesperado. Algunos Fusionados de Braize todavía dormitaban, o… ¿hibernaban? ¿Meditaban? Iban cobrando consciencia en grupos e incorporándose a la batalla. Pero había unos pocos en particular que tenían preocupada a Leshwi. Aterrorizada, tal vez. Tras el confuso día que Venli había dedicado a investigar con Leshwi, esa mañana la había despertado el trueno a primera hora. La tormenta eterna.

Justo después de eso, había llegado el aviso. Los cantores más importantes estaban convocados a un cónclave en palacio. En su condición de Voz, se esperaba que Venli llegara temprano y por su cuenta, ya que Leshwi utilizaría la entrada superior reservada para los shanay-im.

Venli intentó tranquilizarse mientras andaba, concentrándose en la hermosa estructura del palacio. Deseó haber vivido en una época en la que predominara aquella arquitectura. Imaginó ciudades enteras compuestas de aquellos arcos hipnóticos, peligrosos en la misma medida que bellos. Igual que el mundo natural.

«Esto lo hacíamos nosotros —se dijo—. Cuando Eshonai volvió por primera vez de las tierras humanas, habló a Asombro de las magníficas creaciones humanas. Pero nosotros también hacíamos cosas como esta. Teníamos ciudades. Teníamos arte. Teníamos cultura.»

La reconstrucción del palacio había estado supervisada y llevada a cabo por varios Fusionados de una variedad alta y ágil, llamados los fannahn-im, Aquellos de la Alteración. Aunque todos los Fusionados entrenaban como guerreros, muchos tenían otras habilidades. Algunos eran ingenieros, científicos, arquitectos. Venli pensó que quizá todos hubieran sido soldados en otro tiempo, antes de obtener la inmortalidad, pero luego habían tenido cantidades ingentes de tiempo para evolucionar.

¿Cómo sería vivir tantas vidas? ¡Cuánta sabiduría, cuánta capacidad! Ver cosas como aquella le despertaba emociones. No solo Asombro, sino también Ansia. ¿Estarían creándose nuevos Fusionados? ¿Podría alguien como ella aspirar a esa inmortalidad?

Timbre latió una advertencia en su interior y Venli se obligó a resistir esos instintos. No era fácil. Quizá como potenciadora debería ser altruista por naturaleza. Noble por naturaleza. Como Eshonai.

Venli no era ninguna de esas cosas. Una parte de ella todavía anhelaba el sendero que había imaginado una vez: bendecida por los Fusionados por despejar el camino para su Regreso, colmada de honores por ser la primera de su pueblo en escuchar a los vacíospren. Portadora de la tormenta eterna. ¿Acaso no debería haber ascendido a reina por esos actos?

Timbre latió otra advertencia, en esa ocasión reconfortante. No. Odium nunca le habría concedido tales honores; Venli había sido engañada. Su avaricia había provocado un gran dolor y una enorme destrucción. Necesitaba hallar la manera de equilibrar su herencia y sus objetivos. Estaba decidida a huir del gobierno de los Fusionados, pero eso no implicaba que quisiera abandonar la cultura cantora. De hecho, cuanto más averiguaba de los cantores de antaño, más deseaba saber.

Llegó a la cima de la escalera y pasó junto a dos fannahn-im, dos Alterados, con sus cuerpos cimbreños de dos metros quince y el cabello tupido que emergía solo de sus coronillas para caer en torno al caparazón que recubría el resto de sus cráneos. Esos dos no habían estado entre los que construyeron el palacio, porque estaban sentados con los ojos absortos. Timbre latió al Ritmo de lo Perdido. Estaban idos. Como sucedía a muchos otros Fusionados, sus mentes habían sucumbido al infinito ciclo de muerte y renacimiento.

Tal vez hubiese motivo para no envidiarles su inmortalidad.

El recibidor del palacio estaba reconstruido con inmensas escalinatas. Habían retirado paredes y combinado así docenas de salas. En las estancias grandes, no cerraban las ventanas durante las tormentas: simplemente enrollaban las alfombras.

Venli subió hasta la cuarta planta y entró en una sala pináculo que habían añadido los arquitectos Fusionados. Extensa y cilíndrica, era el centro de la forma de corona. Aquel lugar era donde residían los Nueve, los líderes de los Fusionados.

Ya estaban congregándose otras Voces. Había unas treinta de ellas, y Venli tenía entendido que serían alrededor de cien cuando todos los Fusionados hubieran despertado. En aquella sala no cabrían tantas Voces, ni siquiera formando hileras compactas. Siendo solo treinta, el lugar ya empezaba a atestarse mientras cada Voz se situaba delante de su amo.

Leshwi estaba flotando a unos palmos del suelo junto a los demás Celestiales, y Venli se apresuró hacia allí. Alzó la mirada y Leshwi asintió, por lo que Venli golpeó la contera de su cetro contra la piedra para indicar que su ama estaba preparada.

Por supuesto, los Nueve ya estaban allí. Ellos no podían marcharse. Estaban sepultados en la piedra.

El centro de la cámara estaba adornado por nueve columnas que se alzaban en círculo. Habían hecho que las piedras adoptaran esa forma por moldeado de almas, con personas dentro. Los Nueve vivían allí, fundidos para siempre con las columnas. Aquella construcción también daba una impresión orgánica, como si las columnas hubieran crecido como árboles en torno a los Nueve.

Las columnas se retorcían y se estrechaban, perdiendo anchura y ganándola de nuevo al llegar a los torsos de los Nueve, pero dejando descubiertas sus cabezas y la parte superior de los caparazones de sus hombros. La mayoría de ellos gozaban de al menos un brazo libre.

Los Nueve miraban hacia dentro, dando la espalda a la cámara. Aquel estrafalario sepelio resultaba inquietante, ajeno. Nauseabundo. Confería a los Nueve un aire de permanencia, que acentuaba su naturaleza intemporal. Las columnas parecían decir: «Estos de aquí son más antiguos que las piedras. Han vivido aquí el tiempo suficiente para que la roca se acumule sobre ellos, como el crem al reclamar las ruinas de una ciudad derrumbada».

Venli no pudo evitar que la impresionara su dedicación, porque estar atrapados de aquel modo en la inmovilidad tenía que ser un suplicio. Los Nueve no comían, y subsistían solo a partir de la luz de Odium. Seguro que aquel enterramiento no era bueno para su cordura.

Aunque… si de verdad quisieran abandonar su reclusión, los Nueve podrían hacerse matar sin más. Los los Fusionados también podían separar por voluntad propia su espíritu del cuerpo que habitaban, abandonándolo para buscar otro anfitrión. De hecho, los humanos habían intentado encarcelar a los Fusionados como método para derrotarlos, pero habían descubierto que no servía de nada.

De modo que los Nueve podían marcharse, si así lo deseaban. Desde ese punto de vista, aquellos sepulcros eran un flagrante acto de desperdicio, ya que el precio último de aquel espectáculo no lo pagaban los Nueve, sino los pobres cantores a los que habían matado para obtener cuerpos.

Los Nueve debían de haber estado contando los golpes de cetro en el suelo, porque levantaron las cabezas al mismo tiempo cuando el último señor anunció que estaba en su sitio. Venli miró a Leshwi, que canturreaba con voz suave a Agonía, el ritmo nuevo que era la contrapartida de Ansiedad.

—¿Qué está pasando? —susurró Venli a Ansia—. ¿Qué tiene esto que ver con los nuevos Fusionados que han despertado?

—Observa —susurró Leshwi—. Pero ten cuidado. Recuerda, el poder que pueda ostentar yo ahí fuera no es más que una luz de vela aquí dentro.

Leshwi era una alta dama, sí, pero de baja graduación. Una comandante de campo, pero aun así solo una soldado. Era al mismo tiempo la pura élite de los poco importantes y la pura escoria de los importantes. Se preocupaba de mantenerse siempre en esa línea.

Los Nueve canturrearon juntos y luego empezaron a cantar en voz alta al unísono, una canción y un ritmo que Venli no había oído nunca. La inundó de escalofríos, sobre todo cuando cayó en la cuenta de que no comprendía la letra. Le daba la impresión de estar a punto de comprenderla, la tenía casi, casi a su alcance, pero sus poderes parecían encogerse ante esa canción. Casi sentía que, si pudiera comprenderla, su mente no podría soportar el significado.

Estaba bastante segura de lo que indicaba eso. Odium, el dios de los cantores, estaba observando el cónclave. Venli conocía su toque, su hedor. Estaba prohibiendo que ninguna Voz interpretara aquella canción.

El sonido remitió y el silencio se apoderó de la cámara.

—Queremos oír un informe —dijo por fin uno de los Nueve. Venli no estaba segura de quién hablaba, porque todos estaban encarados hacia el interior—. Una narración directa de lo que se observó en el reciente enfrentamiento del norte de Avendla.

Avendla era como ellos llamaban a Alezkar. Los poderes de Venli conocieron al instante el significado de la palabra. La Tierra del Segundo Avance. Sus capacidades terminaban ahí, sin embargo, y no respondían a la pregunta más interesante: ¿por qué la llamaban así?

Leshwi canturreó, así que Venli dio un paso adelante y golpeó el suelo dos veces con su cetro antes de inclinarse y agachar la cabeza.

Leshwi se elevó tras ella con un susurro de tela.

—Haré que Zandiel os proporcione bocetos. La enorme nave humana volaba por sí misma, sin valerse de ninguna gema que pudiéramos ver, aunque sin duda estaban engarzadas en algún lugar de su interior.

—Volaba mediante enlaces —dijo uno de los Nueve—. Obra de los Corredores del Viento.

—No —repuso Leshwi—. No tenía esa apariencia ni daba esa sensación. Era un aparato, una máquina. Creada por sus artifabrianos.

Los Nueve cantaron juntos, y su extraña melodía hizo que, muy en el interior de Venli, Timbre latiera nerviosa.

—Hemos estado lejos demasiado tiempo —dijo uno de los Nueve—. Eso ha permitido que los humanos supuren como una infección, ganando fuerza. Crean aparatos que no hemos conocido nunca.

—Estamos por detrás de ellos, no por delante —dijo otro—. Es una posición peligrosa desde la que luchar.

—No —replicó un tercero—. Han dado grandes pasos para comprender las prisiones de los spren, pero saben poco del vínculo, del poder de los juramentos, de la naturaleza de los tonos del mundo. Son cremlinos construyendo un nido a la sombra de un gran templo. Se enorgullecen de lo que han hecho, pero son incapaces de entender las bellezas que los rodean.

—Aun así… —dijo el primero—. Aun así, nosotros no podríamos haber creado el dispositivo volador que tienen ellos.

—¿Por qué íbamos a hacerlo? Tenemos a los shanay-im.

Venli se mantuvo inclinada y con la mano en su cetro. Mantener la postura exacta iba haciéndose incómodo, pero no iba a quejarse. Estaba tan cerca de los acontecimientos importantes como podía llegar ningún mortal, y estaba convencida de que podría aprovechar el conocimiento para obtener alguna ventaja.

Los Nueve estaban hablando para los oídos de quienes escuchaban. Podrían haber conversado entre ellos en voz baja, pero el objetivo de aquellas reuniones era dar espectáculo.

—Leshwi —dijo uno de los Nueve—. ¿Qué hay del supresor que enviamos para probarlo? ¿Funcionó?

—Funcionó —informó Leshwi—, pero también se perdió. Lo capturaron los humanos. Temo que esto pueda llevarlos a más exploraciones y descubrimientos.

—Este asunto se ha llevado con torpeza —intervino otro Fusionado.

—El error no es responsabilidad mía —respondió Leshwi—. Tendréis que hablar con el Perseguidor para saber cómo se produjo.

Los dos hablaban con tonos y ritmos formales. Venli se llevó la impresión de que los Nueve ya sabían cómo iban a desarrollarse las respuestas.

—¡Lezian! —llamaron juntos los Nueve—. Debes…

—Ah, dejaos de tanta pompa —dijo una voz potente.

Un Fusionado alto salió de entre las sombras en el extremo opuesto de la cámara. Leshwi descendió y Venli enderezó la espalda y retrocedió a la hilera delante de su ama. Eso le permitió ver bien a aquel nuevo Fusionado, que era de una variedad que Venli no había visto nunca. Era enorme, con caparazón escarpado y el pelo rojo oscuro, vestido solo con una sencilla tela negra. ¿O quizá… su pelo era la ropa? Parecía fundirse con la tela.

Era de los nex-im, Aquellos de los Cascarones, la novena marca de los Fusionados. Venli había oído hablar de ellos, y en teoría existían muy pocos. ¿Sería aquel el Fusionado recién despierto que tenía tan preocupada a Leshwi?

—Lezian el Perseguidor —dijo uno de los Nueve—. Se te confió un aparato delicado, un supresor de capacidades de luz tormentosa. Se te encomendó probarlo. ¿Dónde está ese aparato?

—Y lo probé —restalló Lezian, mostrando bien poco de la formalidad o el respeto que otros tenían a los Nueve—. No funcionó.

—¿Estás seguro de eso? —dijeron los Nueve—. ¿El hombre estaba Investido cuando te atacó?

—¿Creéis que a mí podría derrotarme un humano común? —preguntó imperioso el Perseguidor—. Ese Corredor del Viento debe de ser del Cuarto Ideal, algo que se me dio a entender que aún no había ocurrido. Quizá nuestros equipos de reconocimiento hayan perdido perspicacia durante el largo tiempo entre Regresos.

Detrás de Venli, Leshwi canturreó con intensidad a Arrogancia. No le gustaba aquella insinuación.

—En cualquier caso —siguió diciendo el Perseguidor—, me mató. Ese Corredor del Viento es más peligroso de lo que se nos hizo creer a ninguno de nosotros. Ahora debo perseguirlo, como es mi derecho por tradición. Partiré de inmediato.

«Qué curioso», pensó Venli. Si había combatido contra Bendito por la Tormenta, no podía ser el recién despertado a quien temía Leshwi. El Perseguidor se quedó cruzado de brazos mientras los Nueve empezaban a cantarse otra vez entre ellos, en voz más baja que antes. En ocasiones anteriores, aquellas deliberaciones habían durado varios minutos. Muchos otros Fusionados empezaron a dialogar entre ellos mientras esperaban.

Venli se inclinó hacia atrás y susurró:

—¿Quién es él, mi dama?

—Un héroe —respondió Leshwi a Retirada—. Y un idiota. Hace milenios, Lezian fue el primer Fusionado que murió a manos de un humano. Para evitar la vergüenza de tal muerte, al regresar a la vida Lezian hizo caso omiso de toda orden y argumento racional y cargó hacia la batalla buscando solo al hombre que lo había matado.

»Logró acabar con él y así nació su tradición. Siempre que lo matan, Lezian olvida todo lo demás hasta reclamar la vida de quien lo eliminara. En siete mil años, no ha fracasado nunca. Ahora los demás, incluso aquellos escogidos como los Nueve, dan alas a sus misiones.

—Creía que en el pasado quedabais exiliados a Braize al morir. ¿Cómo podía regresar para dar caza a quien lo hubiera matado?

Mucho de todo aquello seguía resultando confuso para Venli. Durante miles de años, humanos y cantores habían librado una ronda tras otra de una guerra eterna. Cada nueva oleada de ataques requería de lo que se conocía como un Regreso, cuando los Fusionados descendían hacia Roshar. Los humanos llamaban Desolaciones a esos sucesos.

Había algo especial en la interacción de los Heraldos humanos que podía encerrar a los Fusionados en Braize, el lugar al que los humanos llamaban Condenación. Solo cuando los Fusionados doblegaban a los Heraldos mediante la tortura y los enviaban de vuelta a Roshar podía dar comienzo un Retorno. Aquel ciclo se había repetido durante milenios, hasta la última Desolación, en la que algo había cambiado. Algo relacionado con un Heraldo y una voluntad inquebrantable.

—Confundes el ciclo, lo simplificas —dijo Leshwi en voz baja—. Solo nos quedábamos encerrados en Braize después de que los Heraldos murieran y vinieran allí con nosotros. Antes de eso, durante un Retorno solía haber años o incluso décadas de renacimientos, tiempo en el que los Heraldos entrenaban a los humanos para luchar. Cuando se convencían de que los humanos serían capaces de seguir resistiendo, los Heraldos se entregaban a sí mismos a Braize para provocar el Aislamiento. Tenían que morir para que funcionara.

—Pero… la última vez no murieron, ¿verdad? —dijo Venli—. Se quedaron, y aun así fuisteis encerrados.

—Sí —respondió Leshwi—. No sé cómo, encontraron una manera de cambiar el Juramento para que dependiera de un solo miembro. —Señaló con la cabeza hacia el Perseguidor—. En todo caso, antes de que empezara un Aislamiento, ese de ahí siempre se las ingeniaba para encontrar y matar a todo humano que lo hubiera derrotado. Tan pronto como empezaba el Aislamiento, él se suicidaba para no tener que regresar de forma permanente a Braize tras haber muerto a manos humanas.

»Como te decía, los demás fomentan su tradición. Se le permite actuar al margen de las estructuras de mando, se le concede manga ancha para perseguir. Cuando no está cazando a quien lo mató, busca pelea contra el más fuerte de los Radiantes enemigos.

—Parece una Pasión digna —dijo Venli, escogiendo sus palabras con cautela.

—Sí, sí que lo parece —respondió Leshwi a Mofa—. Y quizá lo sería en alguien menos temerario. Lezian ha puesto en peligro nuestros planes, socavado estrategias y echado a perder más misiones de las que puedo enumerar. Y está empeorando. Supongo que como todos nosotros.

—¿Lo mató el héroe Corredor del Viento? —preguntó Venli—. ¿Ese al que llaman Bendito por la Tormenta?

—Sí, ayer. Y sus poderes Radiantes estaban suprimidos en esos momentos, diga lo que diga Lezian. Bendito por la Tormenta aún no es del Cuarto Ideal, o yo lo sabría. Y eso duplica el bochorno para el Perseguidor. Está volviéndose descuidado, demasiado confiado. Esos Radiantes son novatos con sus poderes, pero no por ello menos dignos.

—Te complacen —dijo Venli, sacando el tema a colación con mucho cuidado—. Los Corredores del Viento.

Leshwi se quedó callada un instante.

—Sí —respondió—. Ellos y sus spren serían unos siervos excelentes, si lográsemos doblegarlos.

Así que Leshwi de verdad estaba abierta a nuevas ideas, a nuevas formas de pensar. Quizá sí que reaccionara favorablemente a la idea de una nueva nación de oyentes.

—Anúnciame, Voz —ordenó Leshwi.

—¿Ahora? —preguntó Venli, arrancada de sopetón de sus meditaciones—. ¿Mientras los Nueve conferencian?

Leshwi canturreó a Mando, así que Venli se apresuró a obedecer, dio un paso adelante, golpeó su cetro contra el suelo y se inclinó.

Los Nueve interrumpieron su cántico y quien habló lo hizo a Destrucción.

—¿Qué es esto, Leshwi?

—Tengo más que decir —proclamó Leshwi a Mando—. El Perseguidor está perdiendo el control. Se aproxima al estado en que su mente y sus intenciones no son de fiar. Lo derrotó un humano común. Ha llegado el momento de que se anulen sus privilegios especiales.

Lezian se volvió hacia ella y gritó a Destrucción:

—¿Cómo osas?

—Eres de baja categoría para hacer tales declaraciones, Leshwi —dijo uno de los Nueve—. Esto está a la vez por encima y por debajo de ti.

—Hablo según dicta mi Pasión —repuso ella—. El hombre que mató al Perseguidor también me ha matado a mí. Exijo ejercer mi prerrogativa previa a la vida de Bendito por la Tormenta. En este caso, el Perseguidor deberá esperar a que yo haya quedado satisfecha.

—¡Ya conoces mi tradición! —gritó él a Leshwi.

—Las tradiciones pueden romperse.

El alto Fusionado avanzó hacia ella dando zancadas y Venli tuvo que hacer acopio de valor para mantenerse quieta, inclinada, aunque tenía permitido alzar la vista y mirar. Ese Perseguidor era enorme, intimidante. También estaba casi descontrolado, una tormenta en plena ebullición, tan furioso que Venli no pudo distinguir el ritmo de sus palabras vociferadas.

—¡Te daré caza! —gritó—. ¡No puedes negarme mis votos! ¡Mi tradición no puede romperse!

Leshwi siguió flotando en su sitio impertérrita, y Venli captó un motivo ulterior en aquel conflicto. Sí, los Nueve estaban tarareando a Mofa. Al perder los estribos, el Perseguidor demostraba su Pasión, lo cual era bueno a ojos de ellos, pero también se arriesgaba a hacer evidente que estaba enloqueciendo. Leshwi lo había provocado a propósito.

—Aceptamos la prerrogativa previa de Leshwi sobre ese hombre —dijeron los Nueve—. Perseguidor, no darás caza a ese humano hasta que Leshwi haya tenido ocasión de combatir de nuevo contra él.

—¡Eso desautoriza toda mi existencia! —exclamó el Perseguidor, y señaló a Leshwi—. ¡Pretende destruir mi legado por puro rencor!

—En ese caso, deberías desear que pierda su próximo combate —dijo uno de los Nueve—. Leshwi, puedes buscar a ese Corredor del Viento. Pero debes saber que, si llega una batalla y se impone retirarlo, podremos encomendar la tarea a otro.

—Queda comprendido y aceptado —respondió Leshwi.

«Ninguno de ellos se da cuenta de que Leshwi intenta proteger a ese Corredor del Viento —pensó Venli—. Quizá ni ella misma lo sepa.» Había cismas entre los Fusionados, grietas mucho mayores de lo que cualquiera de ellos reconocería. ¿Qué podría hacer Venli para aprovecharlas?

Timbre latió en su interior, pero en ese caso Venli estaba segura de que su ambición iba bien dirigida. Carecer de ella supondría limitarse a aceptar cualquier cosa que le dijeran. Eso no era libertad. La libertad, si Venli debía buscarla, iba a requerir ambición… pero ambición donde debía estar.

El Perseguidor, que seguía furibundo a ningún ritmo concreto, salió a zancadas de la cámara del cónclave. Leshwi descendió detrás de Venli, canturreando en voz suave a Júbilo.

—No te felicites en demasía, Leshwi —dijo uno de los Nueve—. No olvides tu baja posición en esta sala. Tenemos nuestros propios motivos para rechazar la petición del Perseguidor.

Leshwi inclinó la cabeza mientras los Nueve volvían a su conversación privada.

—Podríais ser más —susurró Venli, volviendo a su lugar junto a Leshwi—. Muchos aquí no son tan inteligentes como vos, mi dama. ¿Por qué permitís que sigan tratándoos tan mal?

—He elegido mi posición con mucho cuidado —espetó Leshwi—. No me contradigas en esto, Voz. No te corresponde hacerlo.

—Mil perdones —dijo Venli a Agonía—. Mi Pasión se ha impuesto a mi sabiduría.

—Eso no era Pasión, sino curiosidad. —Leshwi entornó los ojos—. Estate alerta. Este asunto no era el motivo por el que se ha convocado el cónclave. El peligro que temo aún está por llegar.

Eso hizo que Venli enderezara más la espalda, en guardia. Al cabo de un tiempo los Nueve dejaron de cantar, pero no se dirigieron a los líderes de los Fusionados. La cámara quedó en silencio. Los momentos se estiraron a minutos. ¿Qué estaba ocurriendo?

Una silueta oscureció el umbral de la cámara, resaltada contra la luz solar. Era una mujeren alta, de los fannahn-im, los constructores que habían erigido el palacio, con el pelo recogido en una coleta alta y el resto de su cabeza cubierta por caparazón como un yelmo. Llevaba una ostentosa túnica y era muy esbelta, de figura estrecha y largos brazos, con unos dedos que eran el doble de largos que los de Venli.

Leshwi siseó.

—Dioses, no. Ella no.

—¿Qué ocurre? —preguntó Venli mientras la sala se llenaba de susurros de los demás—. ¿Quién es?

—La creía enloquecida —dijo Leshwi a Agonía—. ¿Cómo puede…?

La alta Fusionada entró en la cámara y recorrió una lenta y deliberada circunferencia por su perímetro, tal vez para asegurarse de que todo el mundo la viera. Entonces hizo algo que Venli no había visto nunca hacer a nadie más, por elevada que fuera su posición. Fue hasta el centro de los Nueve y los miró a los ojos.

—¿Qué significa esto, mi dama? —preguntó Venli.

—Fue una de los Nueve durante muchos siglos —explicó Leshwi—. Hasta que decidió que seguir siéndolo… obstaculizaba sus ambiciones. Después del último Retorno, y con su locura, debía permanecer dormida. ¿Por qué…?

—Rabeniel, Dama de los Deseos —saludó uno de los Nueve—. Nos traes una propuesta. Por favor, exprésala.

—Es evidente —dijo Rabeniel— que a los humanos se les ha concedido demasiado tiempo para crecer. Corren desbocados por todo Roshar. Tienen armas de acero y tácticas militares avanzadas. Superan nuestro conocimiento en determinadas áreas.

»Lo único que no poseen todavía es el dominio de sus poderes. Hay pocos de ellos del Cuarto Ideal, quizá no más de una persona, y no tienen acceso pleno a la torre, dado que el Hermano murió. Debemos atacar ya. Debemos arrebatarles la torre.

Leshwi se adelantó, sin esperar a que Venli la anunciara.

—¡Ya se ha intentado! ¡Tratamos de tomar la torre y fracasamos!

—¿Eso? —dijo Rabeniel—. Eso fue una táctica de distracción para intentar aislar al Forjador de Vínculos. El golpe no podría haber tenido éxito. Yo no estaba involucrada.

—De nuevo olvidas el lugar que te corresponde, Leshwi —dijo uno de los Nueve—. Eso nos lleva a preguntarnos si no serás tú quien está perdiendo el control.

Leshwi retrocedió a su lugar y Venli sintió los ojos de los otros treinta Fusionados y sus Voces fijos en ella, criticándola con sus canturreos.

—Tenéis casi perfeccionados los fabriales supresores —dijo Rabeniel—. No olvidéis que se trata de una tecnología que yo descubrí a partir de la propia torre, hace miles de años. Tengo un plan para emplearla de un modo más drástico. Dado que el Hermano es en esencia un ojomuerto, debería serme posible volver las defensas de la torre en contra de sus propietarios.

Una Voz dio un paso adelante al otro lado de la cámara y golpeó con su cetro, anunciando a Uriam el Desafiante.

—Perdón —dijo Uriam a Ansia—, pero ¿estás dando a entender que puedes reprimir los poderes de los Radiantes dentro de su propia torre?

—Sí —respondió Rabeniel—. El dispositivo que nos impide atacarlos puede invertirse. Tendremos que atraer a la Nominadora de lo Otro y al Forjador de Vínculos lejos de allí. Sus juramentos quizá sean lo bastante avanzados para imponerse a la supresión, del mismo modo en que lo hicieron los Deshechos en la torre en el pasado. Sin ellos allí, yo puedo encabezar una fuerza que entre en Urithiru y la tome desde dentro, y los Radiantes serán incapaces de plantarnos cara.

Los Nueve empezaron a cantar entre ellos en privado, dejando tiempo a todos los demás para hablar. Venli volvió la cabeza hacia su señora. Leshwi rara vez dedicaba aquellos momentos a departir con los otros altos Fusionados. Tenía una posición inferior a la mayoría de ellos, a fin de cuentas.

—No lo entiendo —susurró Venli.

—Rabeniel es una erudita —dijo Leshwi—. Pero no de las que querrías que te dieran órdenes. Antes la llamábamos la Dama de los Suplicios, hasta que decidió que no le gustaba el título. —Su expresión se hizo distante—. Siempre la ha fascinado la torre y la conexión entre los Radiantes. Sus juramentos, sus spren. Sus Potencias.

»Durante el último Retorno, desarrolló una enfermedad que tenía como objetivo matar a todos los humanos del planeta. Hacia el final, se descubrió que lo más probable era que esa enfermedad también matara a muchos cantores. La liberó de todas formas… solo para descubrir, para gran fortuna de todos, que no funcionó como se esperaba. Murió menos de un humano de cada diez, y uno de cada cien cantores.

—¡Eso es espantoso! —exclamó Venli.

—La extinción es la consecuencia natural de esta guerra —susurró Leshwi—. Si olvidamos por qué luchamos, entonces la propia victoria se convierte en el objetivo. Cuanto más tiempo combatimos, más nos desligamos, tanto de nuestras propias mentes como de nuestras Pasiones originales.

Leshwi tarareó con suavidad a Vergüenza.

—Explica tu plan, Rabeniel —pidió uno de los Nueve, lo bastante alto como para imponerse a las conversaciones.

—Lideraré un equipo que entre en la torre y aseguraré el control del corazón del Hermano —dijo Rabeniel—. Valiéndome de mis talentos naturales y de los dones de Odium, corromperé ese corazón y haré que la torre se pliegue a nuestras necesidades. Los humanos caerán: sus poderes no funcionarán, pero los nuestros sí. A partir de entonces, sospecho que con un poco de tiempo podré aprender mucho estudiando las gemas del corazón del Hermano. Tal vez lo suficiente para crear nuevas armas contra los Radiantes y los humanos.

Un Celestial llamado Jeshishin se adelantó mientras su Voz golpeaba el suelo.

—Como ha dicho Leshwi, ya atacamos la torre hace un año. Es cierto que ese intento no pretendía ser una conquista permanente, pero el hecho es que nos rechazaron. Querría conocer los detalles de lo que haremos esta vez para asegurarnos la victoria.

—Utilizaremos al rey que se ha entregado a nosotros —dijo Rabeniel—. Nos ha transmitido información sobre los ciclos de guardia. Al principio no necesitamos conquistar la torre entera, solo llegar al corazón y utilizar mi conocimiento para volver las defensas en nuestro beneficio.

—¡El corazón es el lugar mejor protegido! —exclamó Jeshishin.

Rabeniel respondió a Arrogancia:

—En ese caso, es una suerte que tengamos a un agente en su círculo interno, ¿me equivoco?

Jeshishin retrocedió flotando y su Voz regresó a su lugar.

—¿Qué pretende en realidad? —susurró Leshwi a Ansia—. A Rabeniel nunca le han interesado la guerra ni sus tácticas. Esto tiene que ser por otra cosa. Quiere una oportunidad de experimentar con el Hermano…

—Esto es peligroso —dijo uno de los Nueve en voz alta, para toda la sala—. Los humanos ya sospechan de Taravangian. Nos informa de que está vigilado a todas horas. Si utilizamos su información de este modo, no me cabe duda de que perderá todo su valor.

—¡Pues que lo pierda! —exclamó Rabeniel—. ¿De qué sirve un arma si no se blande? ¿Por qué habéis esperado? Los humanos están sin entrenar, sus poderes en ciernes, su comprensión irrisoria. Me parece una absoluta vergüenza despertar y encontraros apurados contra estas penosas sombras de nuestros enemigos antaño poderosos.

»Sin la torre, su coalición se desintegrará, ya que no podrán desplegar apoyos a través de las Puertas Juradas. Nosotros obtendremos una gran ventaja por el uso de esos mismos portales. Y además, este empeño me dará la ocasión de probar algunas… hipótesis que he desarrollado en mi duermevela de estos últimos milenios. Estoy cada vez más convencida de haber encontrado un método que llevará al fin de la guerra.

Leshwi dio un lento siseo y Venli se estremeció. Parecía que cualquier cosa que Rabeniel creyese que traería el «fin de la guerra» implicaría técnicas que era mejor ni plantearse.

El resto de la sala, en cambio, se mostró impresionado. Susurraban a Sumisión, lo que indicaba acuerdo con la idea. Incluso los mismísimos Nueve empezaron a canturrear al mismo ritmo. Los Fusionados tendían a hacerse ver como fuertes y llenos de Pasión, pero mostraban una cierta fatiga en sus antiguas almas. Esa fatiga subyacía a sus otras Pasiones, como el verdadero color de una tela teñida. Si se lavaba y se dejaba fuera a las tormentas el tiempo suficiente, su núcleo emergía.

Aquellas criaturas estaban raídas por haber rendido sus mentes, por haber ofrecido su voluntad y su propia individualidad a Odium en el altar de la guerra eterna. Quizá los humanos fuesen unos novatos con sus capacidades y no las hubieran puesto a prueba, pero los Fusionados parecían viejas hachas, descascarilladas y avejentadas. Estarían dispuestos a asumir grandes riesgos, después de tantos renacimientos, para que aquello terminara por fin.

—¿Y qué hay de Bendito por la Tormenta? —se alzó una voz, con mucho acento, desde los confines de la enorme cámara.

Venli se descubrió canturreando a Vergüenza mientras buscaba en la sala. ¿Quién había hablado con esa audacia, sin ordenar antes a su Voz que se adelantara? Lo encontró sentado en una cornisa de las alturas, en la sombra, justo en el momento en que su mente relacionó el acento con la falta de decoro.

El humano antes llamado Moash. Vestía como un soldado, con el pelo rapado a la perfección y un elegante uniforme de corte humano. No encajaba allí. ¿Por qué seguían soportándolo los Nueve? Y no solo eso: ¿por qué le habían concedido nada menos que una hoja de Honor, una de las reliquias más valiosas de Roshar?

El hombre dejó caer una pierna por el borde de la cornisa. En su regazo, la espada reflejó la luz del sol al moverse la punta.

—Te detendrá —dijo Vyre—. Deberías tener un plan para ocuparte de él.

—Ah, el humano —dijo Rabeniel, mirando a Vyre en su cornisa—. He oído hablar de ti. Qué espécimen tan interesante. Gozas del favor de Odium.

—Él toma mi dolor —respondió Vyre—. Y me permite alcanzar mi potencial. No has respondido a mi pregunta. ¿Qué hay de Bendito por la Tormenta?

—No me asusta ningún Corredor del Viento, por muy… legendaria que esté haciéndose su reputación —dijo Rabeniel—. Centraremos nuestra atención en el Forjador de Vínculos y la Nominadora de lo Otro. Ellos son más peligrosos que ningún soldado corriente.

—Bueno —repuso Vyre, retrayendo la punta de su espada de nuevo hacia la sombra—. Seguro que sabes lo que haces, Fusionada.

Los Nueve, como de costumbre, soportaron al extraño humano. Su puesto se lo había asignado Odium. Leshwi parecía tener buena opinión de él, aunque claro, el humano la había matado una vez y esa era una buena forma de ganarse su respeto.

—Tu propuesta es osada, Rabeniel —dijo uno de los Nueve—. Y concluyente. Llevábamos mucho tiempo sin contar con tus consejos en este Retorno y aprobamos tu Pasión. La pondremos en práctica, tal y como solicitas. Prepara un equipo para infiltrarte en la torre y nosotros contactaremos con el humano Taravangian para darle instrucciones. Él podrá distraer al Forjador de Vínculos y la Nominadora de lo Otro.

Rabeniel cantó en alto a Satisfacción, un sonido majestuoso y decidido. Venli estaba razonablemente segura de que toda aquella reunión había sido puro espectáculo, porque los Nueve no se habían parado a debatir el plan. Sabían de antemano lo que iba a sugerir Rabeniel y ya habían resuelto los detalles.

Los demás Fusionados esperaron con respeto mientras Rabeniel, cuya victoriosa propuesta la había elevado más a sus ojos, caminaba hacia la salida. Solo una Fusionada se movió. Leshwi.

—Ven —dijo, flotando tras Rabeniel.

Venli se apresuró a seguirla y alcanzó a Leshwi cuando ella interceptaba a la alta mujeren justo fuera de las puertas. Rabeniel miró a Leshwi de arriba abajo, canturreando a Mofa mientras las dos salían a la luz del sol en la terraza que rodeaba la cámara. La escalera descendente estaba a su derecha.

—¿Por qué pretendías obstruir mi propuesta, Leshwi? —preguntó Rabeniel—. ¿Has empezado a sentir los efectos de la locura?

—No estoy loca, sino asustada —dijo Leshwi a Vergüenza, y Venli casi dio un respingo al oírlo. ¿La dama Leshwi, asustada?—. ¿De veras crees que puedes terminar la guerra?

—Estoy segura —respondió Rabeniel a Mofa—. He tenido mucho tiempo para reflexionar sobre los descubrimientos realizados antes del final del falso Retorno. —Metió la mano en el bolsillo de su túnica y sacó una gema que brillaba con luz tormentosa, con un spren capturado en su interior que se revolvía. Un fabrial como los que creaban los humanos—. Apresaron a algunos de los Deshechos en gemas como esta, Leshwi. ¿Cuán cerca crees que están de descubrir que podrían hacer lo mismo con nosotros? ¿Te lo imaginas? ¿Encerrada para siempre en una gema, apartada de todo, capaz de pensar pero incapaz de liberarte jamás?

Leshwi canturreó a Pánico, un ritmo sufrido de compases inacabados y tiempos entrecortados.

—De un modo u otro, este será el último Retorno —afirmó Rabeniel—. Los humanos tardarán podo en descubrir cómo apresarnos. Y si no… bueno, los mejores de entre los que quedamos estamos a pocos pasos ya de la locura. Debemos hallar una solución a esta guerra.

—Estás recién Retornada —dijo Leshwi—. No tienes siervos ni personal. Tu propósito requerirá de ambos. —Señaló a un lado, hacia Venli—. Yo he reunido un equipo de cantores fieles y muy capaces. Estoy dispuesta a prestártelos para esta misión, y a servirte yo misma, en disculpa por mis objeciones.

—Siempre tienes los mejores sirvientes —comentó Rabeniel, estudiando a Venli—. Esta es la Última Oyente, ¿verdad? ¿La que una vez fue Voz del mismo Odium? ¿Cómo pudiste recolectarla?

Timbre latió dentro de Venli. Estaba molesta por el verbo «recolectar», y Venli sentía lo mismo. Agachó la cabeza y canturreó a Sumisión para ocultar sus verdaderos sentimientos.

—Odium se deshizo de ella —respondió Leshwi—. En mi opinión, es una Voz excelente.

—Es hija de traidores —dijo Rabeniel, pero a Ansia, de modo que sentía curiosidad por Venli—. Y luego ella misma traicionó a los suyos. La aceptaré, y también a aquellos que me cedas, como sirvientes míos durante la infiltración. Puedes unirte tú también, si de verdad lo deseas. Sírveme y quizá te perdone tus burdas objeciones. Sin duda no eras la única que pensaba así, y al oponerte me has dado la oportunidad de refutar dichas objeciones.

Rabeniel se alejó a zancadas y, cuando llegó a la escalera descendente, Venli vio que había alguien esperándola en las sombras de más abajo. La imponente figura del Perseguidor, a quien habían hecho salir antes de la cámara. Hizo una inclinación a Rabeniel, que se quedó en la cima de la escalera. Las palabras que cruzaron resultaron inaudibles para Venli.

—Está suplicándole permiso para acompañarla —susurró Leshwi—. Rabeniel tendrá el mando durante la infiltración y podrá autorizarlo a retomar su cacería. Lezian intentaría cualquier cosa con tal de justificar otra oportunidad de enfrentarse a ese Corredor del Viento. Me temo que desobedecerá a los Nueve, sobre todo si Rabeniel lo aprueba. —Miró a Venli—. Debes reunir a tu gente y acompañarla. No tendréis que pelear; eso lo harán otros. La servirás igual que me has servido a mí y me informarás en secreto.

—¿Mi señora? —dijo Venli. Bajó la voz—. Entonces, no confiáis en ella.

—Por supuesto que no —respondió Leshwi—. La última vez, su temeridad estuvo a punto de costarnos todo. Los Nueve aprueban su audacia porque les va pesando el tiempo. Pero la audacia puede estar a un paso de la necedad. Así que debemos impedir una catástrofe. Esta tierra deben heredarla los cantores comunes. No permitiré que quede arrasada solo para demostrar que somos mejores asesinos que nuestros enemigos.

Venli se infló al oírlo. Timbre se creció en su interior, latiendo, animándola.

—Ama —susurró Venli—, ¿creéis que podría… haber una manera de reconstruir mi pueblo? ¿De encontrar una tierra alejada tanto de los Fusionados como de los humanos? ¿De estar solos de nuevo, como una vez lo estuvimos?

Leshwi canturreó a Reprimenda y lanzó una mirada a la cámara donde estaban los otros Fusionados. Ninguno había salido todavía. No querrían que los vieran correteando detrás de Rabeniel… y Venli comprendió, en un momento de claridad, por qué Leshwi prefería mantener una posición humilde entre ellos. Esa posición le permitía hacer cosas que otros consideraban impropias.

—No hables de esas cosas —siseó Leshwi—. Ya hay quienes desconfían de ti por lo que hicieron tus antepasados. ¿Queréis gobernaros a vosotros mismos? Yo lo aplaudo, pero aún no es el momento. Ayúdanos a derrotar a los humanos, y entonces los Fusionados nos quedaremos atrás en el tiempo y dejaremos este mundo para vosotros. Así es como obtendréis vuestra independencia, Venli.

—Sí, ama —respondió ella a Sumisión. Pero no la sentía, y Timbre latió expresando su propia frustración.

Venli había sentido la mano directa de Odium. Él jamás dejaría en paz a su pueblo, y Venli sospechaba que los otros Fusionados, por muy cansados que pudieran estar, no renunciarían a gobernar el mundo. Había demasiados de ellos que disfrutaban de los lujos que les otorgaban sus cargos. Para ellos, la victoria no sería un paso intermedio en la independencia de Venli y su pueblo.

Leshwi alzó el vuelo, dejando que Venli bajara por la escalera. Mientras lo hacía, vio a Rabeniel y al Perseguidor conspirando en un sombrío recoveco del segundo piso. Tormentas, ¿en qué estaba metiéndose Venli ahora?

Timbre latió dentro de ella.

—¿Oportunidad? —preguntó Venli—. ¿Qué clase de oportunidad?

Timbre latió de nuevo.

—Creía que odiabas a los Radiantes humanos —susurró Venli—. ¿Qué más da que vayamos a encontrarlos en la torre?

Timbre latió tajante. Tenía razón. Tal vez los humanos pudieran entrenarla. Quizá Venli pudiera capturar a uno de sus Radiantes y obligarlo a que la enseñara.

En todo caso, tenía que preparar a su personal para abandonar la ciudad. Sus esfuerzos por reclutar a más cantores tendrían que quedar a un lado. Le gustara o no, Venli iba a estar en la vanguardia de una nueva invasión de los territorios humanos.

 

Apasionada de los comics, amante de los libros de fantasía y ciencia ficción. En sus ratos libres ve series, juega a juegos de mesa, al LoL o algún que otro MMO. Incansable planificadora, editora, traductora, y redactora.

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