AVANCE – El Archivo de las Tormentas 5 – Viento y Verdad: Baxil
¡Adelantamos los adelantos! Más o menos :P
El pasado fin de semana, en la convención FanX de Salt Lake City, Brandon leyó una fragmento nuevo de Viento y Verdad correspondiente a Baxil. Al tratarse de una lectura antes de la salida del libro, no sabemos si se trata del texto definitivo o, como ha pasado con anteriores lecturas, se trata de un borrador previo o si ha dejado algunas cosas de lado para mantener temas en secreto hasta la salida del libro.
Este texto se ha traducido a partir de la transcripción hecha por 17th Shard de la lectura, por lo que algunos detalles permanecen como «inaludibles». En algunos casos, veréis nombres que aparecen entre <>, lo que indica que no han entendido bien la referencia, pero creen que el sonido se aproximaba bastante.
Disfrutad de la traducción, ¡y volvemos esta tarde con los capítulos de rigor!!!
Viento y Verdad: BAXIL
Leído por Brandon Sanderson durante FanX, el 26 de septiembre de 2024
Baxil recorría las calles de Azimir inadvertido. Cada centímetro de su cuerpo, salvo sus ojos, estaba envuelto en ajustadas vendas carmesí, cuyos extremos a veces se escapaban de su capa y ondeaban al viento de una corriente desconocida. Con la mano sobre el [inaudible] katar enfundado en un costado, observaba a la multitud por si alguien reparaba en su presencia. Nada hasta el momento.
Aquella ciudad se había preparado con prisas para la guerra. Baxil atravesó el campamento que ocupaba el lugar del gran mercado. Los soldados acampaban en anillos concéntricos que, y estaba seguro de eso, creían haber espaciado con precisión, formando curvas suaves.
No lo vio ni un alma. Últimamente solo podían percibir a Baxil si lo buscaban y él solo podía tocarlos si intentaban matarlo. Salió del campamento y murmuró una oración al Primer Kadasix, por los viejos tiempos.
—Si pudieras asegurarte de que reciba lo que merezco, te lo agradecería. Gracias.
Azimir era famosa por sus teterías, que ocupaban el mismo lugar que las tabernas en oriente. A esas alturas, Baxil ya había probado una gran variedad de ambas y tenía sus favoritas. Allí, en Azimir, una en particular era conocida por su discreción. Tenían instrucciones de esperar su llegada, así que al entrar, el portero se puso de pie de inmediato.
—¡Maestro Carmesí! — Dijo—. Recibimos tu nota.
—Menos mal —respondió Baxil—, o quizás no podríamos tener esta conversación. ¿Está aquí?
—Lo está, maestro —dijo el portero, invitándolo a pasar—. Y es un tipo peculiar.
—No te haces una idea, <Ulam> —dijo Baxil, dejándole unas esferas que se volvieron reales cuando las soltó—. Asegúrate de que no seamos interrumpidos.
Baxil entró en el salón privado, separado del resto por una cortina de cuentas y atravesó una invisible nube de incienso. Se acercó a la mesa lujosa, una de las más exclusivas de la ciudad.
Allí estaba sentado Axies el Coleccionista, que pasaba el rato golpeándose la mano con un pequeño martillo.
—Seguro que, a estas alturas, ya tienes dolorspren —dijo Baxil setándose en el banco frente al Aimiano. Axies prefería llevar poca ropa, en parte porque guardaba sus notas como tatuajes sobre su piel. Un libro entero, a salvo en el único lugar donde nunca podría perderlo. Como todos los suyos, podía cambiar el color de cualquier parte de su piel a voluntad.
—Tengo dolorspren, sí, claro —dijo Axies—. Los tengo desde hace milenios, Memoria Carmesí. Pero verás, estamos en el barrio de los albañiles, donde los hombres trabajan con el martillo a menudo. Hay un curioso informe de hace ciento cincuenta y dos años sobre un spren peculiar atraído por el dolor de muchos que se golpea el dedo con un martillo mientras intentan acertar a un clavo. Si alguien buscara ese spren específico, sería aquí.
—¿Y crees en ese informe? —preguntó Baxil.
—Para nada —dijo Axies—. Casi con toda seguridad fue una broma
Y entonces se golpeó la mano con el martillo. Hizo una mueca, con lágrimas escapando por las comisuras de sus ojos.
—Dime la verdad —dijo Baxil, inclinándose hacia adelante—. Disfrutas el castigo, ¿no?
—¿Qué clase de depravado disfrutaría con esto? —dijo Axies, y golpeó su pulgar de lleno con el martillo.
—Entonces, ¿por qué?
—El dolor es efímero. La emoción del logro es eterna —golpe—. Sí, casi seguro que fue una broma.
—Si el Kadasix Supremo lo permite —dijo Baxil, relajándose en su banco mientras apoyaba un brazo en el respaldo—, algún día me gustaría entenderte.
—Al menos yo —dijo Axies tal como llegaban las tazas— puedo saborear mi té.
Tomó un sorbo del suyo y miró a Baxil por encima del borde.
Baxil suspiró, pero hizo lo esperado. Sostuvo su mano sobre la taza, sintiendo el calor del vapor, e imaginó. Las personas en la casa de té disfrutaban de sus bebidas, especialmente del té negro <gerimon> que le ofrecían. Amargo. Intenso. Como beber el veneno de algo agresivo. Aquel era un té que plantaba cara.
Cosas así tienen vida, en cierto modo. No tanto las tazas en sí como el propio concepto del té. Con tanta gente pensando en él, saboreándolo, contemplándolo, Baxil podía saborearlo y recordar lo que había sido beberlo. En un tiempo que le parecía muy lejano, pero a la vez tan familiar, antes de su don, y antes de su maldición. Aquel día, una gran cantidad de personas pensando en lo mismo le permitía sentir la amargura del té en su lengua mientras permanecía sentado con su mano sobre la taza.
—¿Estás seguro de que no eres un spren? —preguntó Axies—. Voy a incluirte en el apéndice de todos modos, ya sabes.
Baxil sonrió.
—¿Trajiste mis vendas?
Axies las colocó sobre la mesa. Rojas, preparadas de la forma peculiar en que Baxil las necesitaba. La clave de su supervivencia. A cambio, Baxil dpositó una gema sobre la mesa. No era un spren, pero ellos lo encontraban fascinante.
Axies la tomó rápidamente y observó al pequeño spren de su interior.
—Es mejor encontrarlos en estado salvaje — murmuró—, pero tendrá que bastar. así. Amiguito, qué escurridizo has sido.
Baxil aprovechó el momento y las guardó en su capa antes de levantarse del asiento.
—Por cierto, ella está aquí, en Azimir —mencionó Axies.
—¿Ella?
—Tu antigua patrona. La Heraldo.
Shalash. La había conocido como «señora» en otra vida. Había estado bastante encandilado con ella, y puede que no hubiera dejado de estarlo nunca.
—¿Cómo? Pensé que estaba en la ciudad-torre.
—No, fue con el ejército alezi de campaña —dijo Axies, que seguía examinando su gema—. Creo que su rey quería entrevistarla. Al menos, esa fue la impresión que me dio cuando hablé con ella. También se llevaron al otro, el grandote. A la lucha por Emul. Pero ya están de vuelta, escondidos en el hospital del país. Creo que su rey la ha olvidado ella casi por completo.
¿Aquí? ¿En el hospital? Podía ir a verla. Baxil se ajustó la capa. No. No así.
—Será mejor que salgas de la ciudad, Axies — dijo—. Creo que se avecinan tiempos oscuros en Azimir en los próximos días.
—Sí — respondió Axies—. Coincido.
Axies se quedaría, por supuesto, cazando los spren raros que surgían de las pasiones enardecidas durante la guerra. Bueno, el aimiano había demostrado ser resistente, mientras que el propio Baxil siempre se sentía como si una suave brisa pudiera disiparlo. Como el humo de un fuego extinguido.
Así que, con una mano sobre su katar, dejó unas cuantas esferas en la mesa como pago y continuó con su misión, esperando que, algún, día pudiera disfrutar nuevamente del sencillo placer de saborear un té.
Tamara Eléa Tonetti Buono
Apasionada de los comics, amante de los libros de fantasía y ciencia ficción. En sus ratos libres ve series, juega a juegos de mesa, al LoL o algún que otro MMO. Incansable planificadora, editora, traductora, y redactora.