AVANCE OFICIAL – El Archivo de las Tormentas 5 – Viento y Verdad: capítulos 31 y 32

Bienvenidos, a la antepenúltima semana de lectura de los avances de Viento y Verdad, la quinta entrega de El Archivo de las Tormentas. ¡El lanzamiento del libro está cada vez más cerca!

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Como siempre, os dejamos el CosmereCast incluido en la lista de reproducción que tenéis disponible en la página de índice de los avances de Viento y Verdad, disponible también en iVoox y Spotify.

Viento y Verdad: capítulos 31 y 32. traducción de manu viciano.

Título original: Wind and Truth, escrito por Brandon Sanderson, © 2024 Brandon Sanderson, © Manu Viciano por la traducción. Publicado por acuerdo con la editorial Nova, parte de Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U.

El Archivo de las Tormentas 5, Viento y Verdad - Encabezados - Capítulo 31- Experimento

31. Experimento

De modo que piensa, mi querido lector. Como un soldado al retirarse de una batalla que no puede ganar. Como una mujer al rechazar un hogar que le muestra solo violencia. Como una familia al hallar la esperanza en alejarse de unos campos moribundos durante una temporada con demasiadas lluvias.

De El camino de los reyes, cuarta parábola.

 

Shallan iba acompañada por algunos Corredores del Viento del equipo de asalto, así que Radiante, Rlain y ella llegaron enseguida a las Puertas Juradas. Desde allí, envió a una Corredora del Viento a buscar a Dalinar y Navani para explicárselo todo, porque temía que no hubieran recibido su mensaje de vinculacaña.

Luego llevó al grupo a Shadesmar por medio de una Puerta Jurada. Mraize e Iyatil habían pasado a la acción, de modo que ella necesitaba hacerlo también. Al llegar al otro lado, mientras Testimonio y Patrón aparecían con su forma a tamaño humano junto a ella, Shallan contempló por primera vez la torre allí tras su despertar.

Era brillante.

Antes la torre se había manifestado como una luz titilante, pero desde entonces la luz se había solidificado, como un falso amanecer convertido en auténtica luz solar. Formaba una torre que era idéntica a la del Reino Físico, pero creada como a partir de cristal resplandeciente. Una esfera infusa, solo que del tamaño de una montaña.

Aunque la luz no la abrumó, sí que le lloraron los ojos al intentar abarcar la estructura entera. Brillaba con la fracturada variedad de mil colores, como el botín de una artista, una plétora de tintes refulgentes. Cambiando, cada momento una tonalidad diferente, como si la torre fuese demasiado exuberante, demasiado jubilosa y viva para confinarse al mero color.

Era un efecto magnético, que no solo se apoderaba de su aliento y su atención, sino también de su alma y su mente, que anhelaba crear algo tan hermoso aunque fuese una sola vez. Era la cumbre de todo empeño artístico. La cúspide de toda creación. Era lo más que se podía… que se podía…

¿Necesitas que tome el control?, preguntó Radiante.

¡Sí, por favor!, pensó Shallan con lágrimas en los ojos.

Radiante respiró hondo, echó un vistazo hacia la bonita torre y siguió adelante. Allí los estaban esperando dos Corredores del Viento, Isasik y Breteh, junto con sus spren y sus escuderos. El grupo estaba charlando con los guardias apostados en Shadesmar. Aunque Shallan había dejado a casi todo su equipo de asalto vigilando a los prisioneros, había enviado a esos Corredores del Viento por delante para ver si daban con Mraize e Iyatil mientras ella iba a recoger a Renarin.

No parecían haber averiguado nada, a juzgar por su postura mientras hablaban con los tres guardias destinados en aquel lado por si acaso. Radiante miró alrededor, esperando ver alguna señal de los Sangre Espectral. Allí, cerca de la torre, las diez Puertas Juradas se manifestaban como altísimas columnas, cada una con su propio par de arrogantes tintaspren. Había rampas que trazaban espirales alrededor de cada columna, descendiendo hacia las cuentas muy por debajo. Con la restauración del Hermano, habían aparecido unas pasarelas resplandecientes que unían las columnas y llevaban también a la torre en sí, que ahora se alzaba sobre una enorme y brillante plataforma propia.

Al no ver nada extraño, Radiante trotó hacia los Corredores del Viento, que estaban en una pasarela.

—Brillante —la saludó Isasik el Corredor del Viento.

No era el cartógrafo, sino el otro Isasik, un hombre más bajito y nervioso. Tanto él como Breteh habían sido hombres del Puente Trece, el grupo que luego había pasado a ser los escuderos de Teft. Radiante creía que por eso llevaban glifoguardas rojas en el brazo, por algo sobre un pacto relacionado con Moash y la venganza.

Le pareció bien el aprecio que mostraban por un compañero caído. Con el tiempo, los soldados de la torre habían dejado de vestir de azul Kholin y habían adoptado un uniforme que representaba su nuevo reino. Al parecer, al final se habían decidido por tela blanca con ribetes dorados, ya que era una de las pocas combinaciones vistosas de colores que no estaban asociadas con ningún principado alezi o veden.

—Hemos peinado la zona y no hay ni rastro de los fugitivos —informó Breteh, flotando unos palmos por encima del suelo—. Los guardias no los han visto tampoco.

—Llevamos todo el día apostados aquí —añadió un guardia con un leve acento bavlandés que era evidente que intentaba ocultar—. No se ha trasladado nadie a este lado hasta que han llegado los Corredores del Viento.

Radiante se cruzó de brazos, pensativa. Alrededor de sus pies, un grupo de cuentas se congregaron y empezaron a dar saltitos.

—¡Otra Shallan! —exclamaron, y los Corredores del Viento parecieron encontrarlo bastante gracioso.

¿Se habría equivocado? ¿Era posible que Iyatil y Mraize huyeran, en vez de intentar llevar adelante su plan?

—Han entrado en Shadesmar desde las Llanuras Quebradas, a miles de kilómetros de distancia —dijo—. Tendrían que haber venido hasta aquí mediante Puertas Juradas.

¿Quizá estarían esperando a cierta distancia? ¿Preparados para saltar en el momento en que Dalinar abriera su portal? ¿Para echar a correr de repente?

Renarin y Rlain llegaron junto a ella, después de superar su asombro.

—Radiante —dijo Renarin—, ¿puedes explicarnos mejor lo que está pasando? Sigo sin entenderlo.

—Perdona —respondió Radiante—. Shallan es ineficaz con las palabras a veces. Hay un grupo secreto conocido como los Sangre Espectral que busca controlar el equilibrio de poder en Roshar.

—¿Otra vez? —se sorprendió Rlain—. ¿No los habíais detenido justo antes de la invasión?

—Esos eran los Hijos de Honor —explicó Renarin—. Los antiguos secuaces de Amaram. ¿Sabéis? A veces me pregunto si estas cosas nos las buscamos nosotros solitos. Creamos esa atmósfera de corrección alezi, prometiendo que somos abiertos y honestos. Nadie puede decir lo que piensa de verdad, porque sería «muy poco alezi». Pero luego nuestra sinceridad se convierte en mentira cuando empezamos a conspirar.

—Viene a ser como acabasteis teniendo un reino, desde un principio —convino Radiante—. Dalinar, Gavilar, Navani, Sadeas y Ialai, hartos de que los tratasen como a unos forasteros pueblerinos, conspiraron para fundar un imperio. Por desgracia para nosotros, los Sangre Espectral cuentan con el apoyo de unos individuos muy poderosos de fuera del mundo.

—¿Te refieres a los Fusionados? —preguntó Rlain.

—De más fuera del mundo —dijo Radiante—. Reclutaron a Shallan cuando acababa de adquirir sus poderes. Ella fingió pertenecer a la organización, esperando averiguar más sobre ella. Hace poco la situación se desbocó y Shallan comprendió que tenía que impedirles cumplir sus objetivos.

—Vaya, menudo tormentoso secreto más enorme —comentó Rlain, hablando con un ritmo muy pronunciado que Radiante no logró identificar.

Renarin se limitó a mirarla a los ojos y asentir. Condenación. Lo entendía. Radiante tuvo muchísimos más remordimientos por haberlo encontrado raro cuando se conocieron.

—Tienen muchísimo interés por los Deshechos —dijo—. Han conocido a Sja-anat y… Renarin, creo que ella les ha dado spren a los que vincularse. Como hizo contigo y con Rlain.

Por cierto, ¿dónde estaban los spren de esos dos? ¿No deberían haber aparecido cuando lo hicieron Patrón, Testimonio y su armadura?

—Sja-anat… maniobra en ambos bandos —reconoció Renarin—. Me lo contó ella misma.

—Su spren me aceptó —dijo Rlain— cuando ningún honorspren estaba dispuesto a hacerlo.

—Eso no es justo —intervino la honorspren de Breteh, azul brillante con las manos en las caderas—. Hay muchos humanos a los que tampoco hemos elegido, Rlain. Todo se reduce a decisiones individuales.

—Y sin embargo —replicó Rlain—, todos los miembros del Puente Cuatro tienen un honorspren… excepto yo. Qué curioso, ¿no?, que las decisiones de la gente sean asuntos individuales cuando alguien se las echa en cara y, aun así, formen unas pautas tan evidentes.

—Sja-anat no es de fiar —dijo Radiante, tratando de devolver la atención de todos al tema en cuestión—, pero tampoco es nuestra enemiga. Dice que sus spren tienen una afinidad por el Reino Espiritual. Creo que los Sangre Espectral planean utilizar a esos spren para que los ayuden a orientarse una vez lleguen allí. Así que he decidido que será mucho más probable que descubra cómo pretenden hacerlo, o qué planean hacer los Sangre Espectral siquiera, con vuestra ayuda.

—El Reino Espiritual —contesto Renarin—, que es donde dices…

—Que hay cierta cosa escondida —lo interrumpió Radiante, que no quería revelar demasiado delante de los guardias y sabía que Shallan ya lo había explicado antes.

Renarin asintió.

—Así que… ¿vuestros spren tienen algo que aportar? —preguntó Radiante—. Estoy segura de que los Sangre Espectral se presentarán aquí, seguramente justo cuando Dalinar abra el portal. Es posible que los fugitivos intenten llegar a él a la carrera.

—Nos vendría bien —dijo Renarin— saber dónde estará ese portal.

Entornó los ojos un momento y entonces señaló hacia la torre. Radiante tuvo una impresión muy extraña mientras lo hacía, la de que su brazo y su mano estaban silueteados por un suave resplandor rojizo al moverse, como si tuviera superpuesta una especie de segunda versión de sí mismo. Aquella luz, que posiblemente fuera su spren, se movía un instante antes que él. Una imagen residual, pero a la inversa.

—Ahí —dijo Renarin—. ¿Los ves?

—Los veo. —Rlain señaló también y su cuerpo tenía exactamente la misma imagen precursora—. Están en la torre. Ambos Forjadores de Vínculos. Sus almas tienen un brillo poderoso.

—Los spren se arremolinan alrededor de mi tía Navani —dijo Renarin—, igual que los vientos se mueven por un abismo, esculpidos por él. Están bajando en un ascensor.

—Pues vayamos con ellos —propuso Radiante—. Porque ahí es donde querrán estar Mraize y su gente cuando se abra el portal.

  

Fuera ya empezaba a oscurecer cuando Navani por fin llevó al grupo hacia abajo en elevador, recorriendo Urithiru, para buscar algún lugar adecuado en el que llevar a cabo su experimento. Tormentas. ¿Tan rápido había transcurrido el segundo día entero? No se notaba cansada, lo cual era una bendición del Hermano, pero sí que veía signos de fatiga en Dalinar. Su forma de agarrarse las manos a la espalda, obligándose a mantenerse erguido.

Llegaron a la planta baja mientras la luz menguaba en el cielo fuera del inmenso ventanal del atrio, al ponerse el sol al otro lado de Urithiru. Navani guio al grupo a través de un enjambre de glorispren hasta una escalera, llevando a Gav de la mano todo el tiempo. El chico necesitaba más atención de los dos y, por suerte, había podido dormirse un rato durante las muchas reuniones. Bajaron la escalera, tomaron un largo pasillo y Navani pasó la otra mano por la pared, que mostraba capas de estratos formando líneas y pautas.

Sentía vibrar la torre. Mil mecanismos distintos funcionando en sintonía, como los órganos de un cuerpo humano. Dalinar y Sagaz caminaban con paso firme tras ella. Y detrás de ellos venía la habitual hueste de ayudantes y guardias. Navani casi podía hacerles caso omiso mientras caminaba.

—Yayi —dijo Gav en voz baja—, tengo miedo.

Navani paró y se arrodilló, dejando que la adelantaran varias personas.

—¿Por qué, Gav?

El niño alzó la mirada hacia los glorispren que se mecían alrededor de ella. Entonces se encogió.

—¿Podéis apartaros, por favor? —les pidió Navani a los spren, levantando la cabeza para dirigirse a ellos.

Lo hicieron, muchos de ellos desapareciendo y los otros desplazándose hasta el mismo techo del pasillo. Gav se relajó. Los spren que lo habían atormentado en el palacio de Kholinar habían sido de una variedad diferente por completo, pero eso no importaba para una persona traumatizada.

—¿Era eso? —le preguntó Navani.

—No solo eso —susurró el pequeño—. La torre… la he visto antes… y, yayi, ¿es un spren? ¿Toda entera?

—La torre es buena, Gav —dijo ella—. Nos cuida.

Él asintió, pero no parecía convencido. Así que Navani, con delicadeza, le cogió la mano y la llevó hasta la pared.

—¿Sientes eso? —le preguntó.

—No estoy seguro —dijo él, crispando la cara.

—Cierra los ojos y escucha.

Gav lo hizo.

—¿Es un… zumbido?

—Exacto —respondió Navani—. Hay un túnel cerca por el que pasan cajas encima de una cinta. Traen hasta aquí abajo la ropa sucia de toda la torre, para lavarla. Aún no lo tenemos bien organizado del todo, porque necesitamos muchísimas más cajas, pero es una de las cosas que nos dicen que la torre es buena.

—¿Porque… tiene cajas?

—Porque mejora la vida de la gente —dijo ella—. Gracias a este mecanismo, nadie tiene que bajar escaleras cargando con pesadas bolsas de la colada. Al final de esa cinta hay unas salas enormes donde el agua fresca corre y se limpia, para que nadie tenga que acarrearla. La torre hace eso para todos nosotros, no solo para los reyes y las reinas. Es buena, Gav, te lo prometo.

—¡Estoy sintiéndolo, yayi! —exclamó Gav, con su manita al lado de la de Navani—. Sí que lo noto. La torre está viva…

—Todo lo está —respondió ella—. Ya sea el vaso del que bebes, la casa donde vives o el aire que respiras. Todo forma parte de este mundo que nos concedió el Todopoderoso, y todo en este mundo está vivo. Es una de las cosas por las que sabemos que Dios nos quiere.

Y sin duda así era. Incluso si la persona que había ostentado el poder estaba muerta, esa persona había sido solo un avatar, un recipiente, no Dios. Era el recipiente al que Dalinar pretendía reemplazar. Si lo lograba, ¿volvería entonces a la fe convencional, como ella deseaba? Sus nuevas maneras, sus nuevas enseñanzas, no eran blasfemas en el sentido estricto de la palabra, pero sí que tenían cosas que incomodaban a Navani.

Dalinar y Sagaz habían llegado a la puerta del final del pasillo. La cruzaron y, un momento después, Dalinar miró atrás y le hizo una seña. Navani se levantó para seguirlo, cogió a Gav en brazos y se lo pasó a su niñera, que estaba con los guardias.

—Que no entre nadie —ordenó Dalinar.

—Disculpad, brillante señor —dijo un guardia—, pero ¿a qué hemos venido? ¿Qué vais a hacer?

—Un experimento que podría ser peligroso —respondió Dalinar—. Quizá nos cueste alrededor de una hora.

Asintieron. Dalinar hizo pasar a Navani y cerró la gruesa puerta de una de las cisternas de la torre. Sagaz se dio un paseo por el perímetro de la cámara, observando el agua que derramaban las tuberías de las paredes y caía salpicando a la cisterna del centro. Dijo algo, pero Navani no lo oyó bien entre el fragor del agua.

—¿Disculpa? —dijo Navani.

—¿No te has enterado? —Sagaz fue hacia ellos—. Excelente. Así será improbable que nadie escuche lo que decimos, y este lugar es aceptablemente remoto y seguro.

—Sí, pero ¿qué has dicho? —insistió ella.

Sagaz sonrió y se volvió hacia Dalinar.

—¿Estás convencido de que quieres intentar esto?

—Lo estoy —afirmó Dalinar.

Sagaz miró a Navani.

—Yo también —dijo ella.

—De acuerdo. —Sagaz hurgó en su bolsillo—. He pensado en cuál sería la visión perfecta para vuestro experimento.

Lanzó hacia Navani una piedra pequeña, que ella atrapó en el aire, frunciendo el ceño. No era piedracrem, sino quizá algún tipo de granito. La clase de material que había que extraer de canteras o crear por moldeado de almas. Alzó la piedra para entregársela a Dalinar.

—¿Y esto es…? —preguntó él.

—Piedra de Ashyn —dijo Sagaz en tono alegre—. Como las que trajeron vuestros antepasados a este mundo al emigrar. Eran fragmentos de un lugar sagrado en vuestro planeta natal, pero luego se atribuyó una especie de misticismo a las mismas piedras por asociación. Es lo que pasa cuando el mundo sufre repetidos cataclismos y la sociedad cae derribada de vuelta a la edad de piedra unas pocas docenas de veces. Que unos siete mil años después, todo el mundo en Shinovar venera las piedras y no tiene ni idea de por qué.

Navani lo miró boquiabierta.

—¿Qué pasa? —dijo él.

—¿Se lo has dicho a ellos? —preguntó Navani—. ¿Les has revelado su acervo, su historia? ¿Has escrito estas cosas?

—Siempre lo dejo para más adelante, y luego… —dijo Sagaz, encogiéndose de hombros.

Dalinar le dio vueltas a la piedra entre los dedos.

—¿Y da la casualidad de que tienes una de estas? ¿La robaste?

—¿Mmm? —dijo Sagaz—. Qué va, la recogí yo mismo, justo antes de la migración.

—De la migración a Roshar —dijo Navani.

—Sí.

—¿Estuviste allí?

Sagaz se encogió de hombros otra vez.

—Escuchad, no podéis esperar que os cuente todo lo que ha ocurrido en los últimos diez milenios, ¿vale? Sí, estuve allí. ¿Podemos concentrarnos en el experimento? —Señaló la piedra—. Nos interesa tener una visión fácil, a modo de prueba. Un acontecimiento particular elegido por nosotros, no preseleccionado por Honor o el Padre Tormenta.

—Sí —respondió Navani—. Es correcto. Queremos observar los acontecimientos históricos tal y como acontecieron en realidad.

—En concreto —dijo Sagaz—, vais a querer ser capaces de encontrar la historia que yo me perdí, para determinar qué fue lo que llevó al deceso de Honor. Eso y ver si podéis descubrir por qué ahora el poder rechaza a los recipientes. Pero deberíamos empezar por algo conocido para mí. De ahí la piedra.

—La… piedra —repitió Dalinar—. Sagaz, sigo sin comprenderlo.

—Ya te lo he explicado —dijo él—. Si entras en el Reino Espiritual sin algún tipo de ancla o guía, no hay forma de saber lo que verás. Lo más probable son acontecimientos en los que pensáis mucho, que sean un foco de trauma o pasión individual o colectiva, pero lo cierto es que podría ser cualquier cosa. Podrías meter un dedo del pie y acabar presenciando una larga visión de un anciano amable dando de comer a sus sabuesos-hacha. Durante horas.

Sagaz señaló la piedra de nuevo.

—Entonces… —Navani trató de catalogar el torrente de información que le había dado Sagaz—. ¿Esta piedra es un ancla para Conectarnos a un momento concreto, para que nos atraiga a esa visión específica?

—Exacto —respondió Sagaz—. Y ese momento es la llegada de la humanidad a Roshar.

—¿Eso es lo que vamos a ver? —preguntó Dalinar en voz baja—. Tormentas.

—Si sale bien, sí. En el mejor de los casos, solo se trasladarán vuestras mentes mientras los cuerpos permanecen aquí. Presenciaréis la migración y luego volveréis y me lo contaréis todo. Como estuve allí, podré confirmar que esto ha funcionado.

—Eres el control del experimento —dijo Navani.

—Eso es —respondió Sagaz—. Y, como el reloj de Dalinar ya está sintonizado, no debería afectaros demasiado la dilatación temporal. Lo normal será que no volváis habiendo envejecido veinte años, pero tened cuidado, porque, aun así, igual es fácil que perdáis la cuenta de los días. Con ese aparato sabréis cuánto tiempo está transcurriendo aquí, así que tenedle un ojo echado. Quedaos más o menos una hora disfrutando de la visión y luego os llamaré aquí.

Dalinar asintió con firmeza.

—Un momento —dijo Navani—. ¿Cómo regresamos? ¿Cómo iniciamos el proceso, siquiera? ¿Cuál es la mecánica?

—Vais a amarraros aquí mediante una línea de poder —dijo Sagaz—. Dalinar, esto ya lo has hecho.

Navani observó mientras su marido inspiraba luz tormentosa, se arrodillaba e infundía el suelo con ella. Al levantarse, había una línea de luz anclándolo allí. Siguiendo sus instrucciones, Navani fue capaz de absorber fuerza de la torre y apretarla contra el suelo. Era como un experimento sobre ósmosis y difusión.

—Esa línea de luz actuará como una cuerda —explicó Sagaz—. Para poder sacaros si os metéis demasiado hacia dentro. Deberíais poder ver esas líneas de luz en la visión, y tirar de ellas para regresar a vosotros mismos. En caso de emergencia, contactaré con vosotros a través de ellas.

—Muy bien —dijo Navani, sintiendo un escalofrío—. ¿Y ahora?

—Ahora —contestó Sagaz— abriréis una perpendicularidad y combinaréis los tres reinos en un único punto. Lo cruzaréis, enviando solo vuestra mente.

—Pero ¿cómo? —preguntó Dalinar.

Sagaz se cruzó de brazos, de pie en el borde del ondeante embalse. La luz danzaba en el techo, reflejada de las brillantes gemas incrustadas en las paredes, justo por debajo de la superficie. Mirándolo, Navani sintió algo primordial en aquel hombre. La sonrisa de Sagaz se difuminó y sus ojos cobraron profundidad, como si contuviesen la oscuridad del mismo Cosmere antes de que chispeara la luz.

—No lo sé —dijo Sagaz en voz baja.

—¿No lo sabes? —exclamó Dalinar—. Pero si has dicho…

Navani le puso una mano en el brazo para silenciarlo y miró a Sagaz. A la deidad que insistía en que no lo era.

—Siempre que he hecho esto —dijo Sagaz—, estaba en alguno de los estanques. Pozos de energía que crecen alrededor de la presencia de dioses, una especie de… manantial natural, nacido de su poder. Cuando entras en un pozo de esos, alcanzas a sentir el vínculo que los dioses tienen con el Reino Espiritual. Puedes ver un poco el plano donde ellos existen, donde sus pensamientos se mueven a muchas veces la velocidad mental de los mortales. Noto que ese lugar me llama. Quizá sabe que una vez lo rechacé, que soy el pez que escapó del anzuelo.

»Puedo compartir ese sensación, pero no darte una lista específica de instrucciones, Dalinar. Algunas veces he entrado en ese poder siguiendo la llamada, y he emergido en un dominio donde moran los dioses. Lo hago por instinto, y también debería funcionaros a vosotros. No es mucho, pero me habéis pedido ayuda y os doy lo que tengo. —Los miró a los ojos—. Ya os he advertido del peligro. Hay pocos senderos en este universo que tema recorrer. Este es uno de ellos.

Navani cruzó la mirada con Dalinar. Su marido suspiró, pero entonces asintió con la cabeza.

—Abramos la perpendicularidad —dijo— y tanteemos.

Urgido por Radiante, el grupo voló hacia los Forjadores de Vínculos. Dejaron atrás a los tres escuderos de Breteh para que vigilaran y los avisaran si alguien cruzaba cualquiera de los portales.

Volaron por los corredores de Urithiru y, mientras lo hacían, Radiante estiró el brazo para rozar la pared. Parecía sólida. Aquel pasillo estaba poblado por centenares de minúsculas llamas de vela que flotaban en el aire, las almas de las personas que vivían y trabajaban en la torre. También había una gran cantidad de spren, que en ese lado eran como vida salvaje, la fauna que habitaba Shadesmar, atraída, y quizá nutrida, por las emociones y las experiencias de los humanos. En el Reino Físico solo eran visibles cuando algo intenso les permitía manifestarse.

Quizá fuese el vínculo lo que los atraía. Un vínculo con las personas, como el de los spren Radiantes, o los de su armadura, que les mantenían el ritmo de algún modo, rodando por el suelo y a veces volando a través de huecos. Había algo en ese vínculo que llamaba a los spren, que los estimulaba. «Como cremlinos escondidos en la cortezapizarra», pensó Shallan, sonriendo, recordando unos dibujos que había hecho en tiempos más inocentes.

Había mucho que estudiar sobre la simbiosis entre spren y humanos. Algún día, cuando todo aquello terminaba, ese iba a ser su proyecto. Jasnah la consideraba una artista caprichosa, y eso formaba parte de ella. Pero también lo hacía la científica. Ella soñaba con crear un gran volumen ilustrado que explicara los complejos detalles del vínculo. Sería el triunfo definitivo de Shallan en demostrar que el arte y la ciencia eran, en realidad, una sola cosa.

Los Corredores del Viento hicieron que el grupo aterrizara en una escalera descendente. Los Forjadores de Vínculos habían ido por allí; de hecho, brillaban a través del suelo de cristal más adelante. Los tres guardias y un Corredor del Viento se adelantaron para confirmar que el camino estuviera despejado mientras Renarin se acercaba a ella y le susurraba:

—He tenido una visión, justo antes de que llegaras. Rlain cree que es Ba-Ado-Mishram. Lo que estamos haciendo aquí es peligroso y necesito hablar de ello con Shallan.

De modo que, reacia, Radiante se retiró. Deseando que no se distrajeran demasiado por lo que fuese que quería decirles Renarin.

La torre resultaba abrumadora en ese lado para Renarin. Mientras Rlain canturreaba a la belleza del lugar, Renarin no dejaba de fijarse en las muchas cosas que estaban moviéndose a la vez. Las paredes de centelleante cristal, cuyas esquinas reflejaban la luz como en un prisma. Y luego estaban los spren. Había bandadas de ellos, muchos del tamaño de visones o incluso de sabuesos-hacha, correteando por todos los pasillos, colgando del techo, creando sombras que se reflejaban a través de las paredes y se sumaban a la cacofonía visual.

Aunque los spren tenían un aspecto distinto en ese lado, Renarin estaba bastante seguro de ver a unos cuantos miedospren, como anguilas con muchas patas y un gran ojo abultado en la parte de delante. Los glorispren aleteaban por ahí con resplandecientes esferas por cabezas. Pero ¿qué eran aquellos de seis brazos que se aferraban a las paredes y observaban con una enorme boca caída que parecía tener ojos dentro? ¿Y las cosas con forma de anémona? ¿Y las sombras más oscuras, voluminosas y amenazadoras, que no dejaba de entrever a través de las paredes de cristal?

Tormentas. Mientras se llevaba a Shallan a un lado, hurgó en los bolsillos en busca de algo que manipular. Sacó un par de esferas, que hizo rodar en la palma de la mano mientras intentaba concentrarse en los chasquidos que hacía el cristal.

Shallan se quitó el coletero y se revolvió un poco el pelo antes de volver a ponerse el sombrero. Separó los labios mientras miraba a un lado y luego al otro. Estaba bien saber que Renarin no era el único que encontraba aquello terrible, abrumador y…

Vio que Shallan sonreía como una loca.

—Esto es asombroso —dijo—. ¡No puedo creer que no haya venido antes!

—¿No volviste ayer mismo?

—Tendría que haber sacado tiempo de alguna parte —respondió ella, y señaló—. ¡Tormentas! ¿Qué son esos de ahí? Tendría que bosquejarlos. A los del espinazo. No se parecen a ningún spren de nuestro lado. Lo normal es que haya alguna pista física para adivinar lo que son.

Pese a sus palabras, no sacó ningún cuaderno. Empezaron a bajar la escalera, con un Corredor del Viento y Rlain encabezando la marcha. Renarin se quedó las esferas en la mano y las hizo chasquear mientras repasaba lo que quería decir. Mientras lo ensayaba en su mente.

—Bueno, ¿querías que habláramos? —preguntó Shallan, observando a otro spren que tenían encima, al otro lado del techo transparente.

—Sí —dijo él, con tono deliberado—. Ba-Ado-Mishram. Rlain cree que nos la hemos encontrado en una visión.

—Creo que yo también —respondió Shallan.

—¿Qué?

—Cuando tejes luz, pasan cosas raras —explicó ella—. Sobre todo si estás vinculada a dos spren a la vez.

Dos spren.

—Un momento. ¿Esa no es solo una… amiga de Patrón?

—¿La ojomuerta?

¿Ojomuerta? Renarin observó a la otra críptica, que caminaba por delante. ¿Era eso lo que significaban las líneas torcidas de la cabeza? No se había fijado mucho, dado que… bueno… dado que aquel lugar ya era bastante exigente y agotador. Renarin no podía evitar verlo todo.

—Dos spren —dijo, centrándose en eso—. Tienes dos spren. Ni siquiera sabía que fuera posible. ¿Por qué vinculaste a la segunda durante vuestro viaje?

—Es una larga historia —contestó Shallan.

Aquello parecía una promesa, pero entonces Shallan no siguió hablando.

—En fin —dijo Renarin al cabo de un tiempo, organizando y centrando sus pensamientos de nuevo mientras un grupo de extraños spren violetas bajaban rodando los peldaños junto a ellos—. Dices que esa Deshecha está en el Reino Espiritual. Y dices que mi padre va a abrir una perpendicularidad para ir hasta allí.

—Cosa que los Sangre Espectral saben —añadió Shallan.

—¡Pues digámosle que no lo haga!

—Ya he enviado mensajes —dijo ella—, pero es un día ajetreado y tu padre no ha parado quieto. Además, Renarin, ¿cuándo se ha replanteado algo Dalinar porque cualquiera de nosotros le ponga un pero? —Shallan miró hacia las luces de delante. Parecía que el padre de Renarin y su tía Navani habían entrado en una gran cámara al final del pasillo—. Por fin puedo detener a Mraize; por una vez, sé exactamente dónde va a estar. Solo tengo que estar allí vigilando.

—Pero esa spren… —repuso él—. Shallan, creo que es un ser terrible. Peor que el Deshecho que estuvo siglos provocando que los alezi ansiaran matarse unos a otros en batalla. Peor que el que mató a Aesudan y consumió a Amaram. Peor que… que cualquier cosa.

—Pues entonces tenemos que asegurarnos de impedir que los Sangre Espectral lleguen a ella.

—O quizá no deberíamos involucrarnos en absoluto —dijo Renarin—. ¿Y si, por entremeternos, hacemos que termine liberándose? ¿Sabes todo el esfuerzo que hicimos para encerrar la Emoción? Pues alguien se tomó las mismas molestias y más para impedir que Mishram campara a sus anchas. Si está en el Reino Espiritual… a lo mejor tus enemigos no logran encontrarla, Shallan. Puede que la prisión sea lo bastante fuerte.

—No puedo quedarme de brazos cruzados mientras Mraize hace lo que le dé la gana, Renarin.

—¿Y yo? —preguntó él, sintiendo que Glys vibraba en su interior—. Shallan, has venido a buscarme a mí en particular.

—Porque podrías ser capaz de distinguir a otros que han vinculado a spren… ¿corruptos? Esto… ¿renacidos? ¿Rehechos? A spren de Sja-anat.

—Creo que eso puedes hacerlo tú igual de bien que cualquiera —respondió Renarin—. Dices que Mraize ha vinculado a un spren iluminado de Sja-anat porque será capaz de guiarlo en el Reino Espiritual. Y entonces, has venido a buscarme. ¿Por qué, Shallan? ¿Cuál es la verdadera razón?

Shallan mantuvo la mirada al frente.

—La prisión de Mishram no es segura. Los Sangre Espectral sabían exactamente dónde enviar agentes para obtener la información, y saben cómo acceder al Reino Espiritual. Y sus spren, sus spren iluminados, pueden orientarlos para recorrer ese reino.

—Así que vas a intentar hallar la prisión tú también —dijo Renarin—. Por eso estoy aquí. ¡Esperas que Glys te guíe!

—No creo que lo tuviera tan planificado —respondió Shallan—. Estoy funcionando por instinto. Escucha, deberíamos alcanzar a los demás.

Aceleró el paso. Renarin se obligó a seguir recorriendo el corto pasillo, esforzándose en pasar por alto tantas luces, tanto movimiento. Era… era estridente. No estridente para los oídos, sino estridente para todos los sentidos. Le daba ganas de taparse los ojos y bloquear la mayor parte de los estímulos, de recortar la cantidad que llegaba hasta él.

¿Ayudaré?, propuso Glys. ¿Lo intentaré?

El spren… oscureció las cosas. Amortiguó las luces en el perímetro de la vista de Renarin, como lo que ocurría en las visiones, cuando todo se volvía negro.

Sí que le sirvió de ayuda, y Renarin logró recobrar la compostura y seguir caminando tras Shallan y los demás. Pero… tormentas. ¿En qué estaba dejando que lo metiera su cuñada? Shallan podía ser un poco… como un río aparecido de repente tras una alta tormenta. Una inundación que te arrastraba hasta agotar sus fuerzas y entonces te abandonaba vete a saber dónde. Adolin se limitaba a dejarse llevar.

¿Tiene razón?, preguntó Renarin a Glys. ¿Podrías ayudarnos en el otro lado, en el Reino Espiritual?

Eh… Sí, dijo Glys, sonando titubeante al palpitar. Sí. Creo que podría. Lo haré.

Era un pequeño alivio, pero Shallan parecía muy asustada de aquellos Sangre Espectral. Renarin no creía que pudieran hacerle nada a su padre: las almas humanas aparecían como llamas brillantes en ese lado, pero no había forma de interactuar con ellas. Sin embargo, no conocían todas las permutaciones de lo que podía hacer la antiluz, y…

… y Renarin siguió adelante, a pesar de saber que estaba atrapado en una inundación de Shallan. Porque, si daba media vuelta, lo más probable sería que Rlain lo hiciera también, y entonces estarían dejando a Shallan completamente desprovista de acceso al sentido común.

«No seas injusto —se dijo—. Shallan le ha hecho mucho bien a tu familia». Un año teniéndola como cuñada le había mostrado a Renarin que podía ser una mujer muy sensible y solícita, y amaba a Adolin con un entusiasmo que nunca había mostrado ninguna de las otras mujeres. Además de eso, tenía una actitud extraordinaria hacia la vida, considerando los retos que le planteaba a veces su mente fragmentada.

En pocas palabras, pese a las primeras impresiones, Renarin le había cogido cariño. Pero eso no significaba que le gustase la forma en que Shallan funcionaba por instinto. ¿Unirse casi sin querer a una organización secreta que pretendía dominar Roshar, y luego no encontrar nunca el momento de mencionárselo a nadie hasta que se desataba la crisis? En opinión de Renarin, era lo más propio de Shallan que podría haber hecho en la vida.

Por desgracia, un resplandor estaba intensificándose por delante de ellos, al final del pasillo. Su padre ya preparaba la perpendicularidad. Pero… allí no había nadie más. La sala a la que llegaron era una réplica exacta de la que había en el Reino Físico, solo que hecha del mismo cristal brillante que todo lo demás. Renarin distinguía el alma de su tía Navani y la de su padre, refulgentes por sus Conexiones a spren poderosos, y luego otra alma, que debía de ser la de Sagaz, centelleando con una enorme cantidad de extraños colores. Glys lo confirmó.

Por lo demás, la sala estaba vacía y… Un momento. ¿Qué eran esas dos almas que había a un lado, en la pared?

Shallan dejó a los tres guardias en la puerta y entró con los spren, Rlain y los Corredores del Viento. Una vez dentro, se quedó plantada con los brazos en jarras.

—Esto parece inexpugnable. ¿Solo un pasillo que da a la habitación? ¿Paredes a través de las que podemos ver y ningún otro humano a la vista? ¿Se me escapa algo?

—Esas dos almas de ahí podrían estar espiando a mi padre y a Navani —dijo Renarin—. ¿Es posible que sean tus enemigos?

Shallan se volvió de sopetón y miró hacia donde señalaba.

—Tormentas, ¿puede ser que los Sangre Espectral se nos hayan colado en el Reino Físico? Podrían haberse trasladado con algún grupo de militares desde las Llanuras Quebradas.

—¿Qué aspecto tienen esos Sangre Espectral? —preguntó Rlain, inspeccionando las almas—. Quizá consigamos identificarlos.

—Esperamos a tres personas —dijo Shallan—. Dos bajitas, una alta. Una mujer, dos hombres. Dos de ellos llevan unas máscaras extrañas casi todo el tiempo, y son extranjeros. El tercero es thayleño, aunque se tiñe las cejas y las lleva cortas. Tiene cicatrices en la cara y… —Calló un momento y miró a Renarin—. Llevarán a spren con ellos. Quizá escondidos dentro de sus anfitriones, como los vuestros.

—Tumi dice que es probable —confirmó Rlain—. Cualquier spren puede aprender a hacerlo, incluso en este lado.

—¿Y sus poderes? —preguntó Renarin con brusquedad—. Sja-anat puede crear cualquier orden de Radiantes salvo un Forjador de Vínculos, suponiendo que los spren estén dispuestos. Y muchos de ellos lo están, Shallan. Sja-anat les ofrece una elección distinta, una tercera opción. Por tanto, ¿a qué poderes deberíamos estar atentos?

—Bueno, uno de ellos puede trasladarse entre Shadesmar y el Reino Físico —dijo Shallan—. Así que quizá estén esperando al otro lado a que se abra la perpendicularidad y tengan pensado aparecer aquí y entrar en ella desde este lado.

—Bien. Es algo ante lo que prepararnos. —Rlain se arrodilló junto a la pared—. Esas dos almas… parecen haberse escondido en un conducto de ventilación. ¿Y qué es ese punto verde que…?

—Mmm… —dijo Patrón—. Cultivacispren. Esa es Lift.

—Espiando, como de costumbre. —Shallan se cruzó de brazos—. Puede que no sean nuestros enemigos.

—¿Qué otra cosa podría delatarlos? —preguntó Renarin—. ¿Es posible que alguno sea un Tejedor de Luz? ¿Que se hayan disfrazado?

Shallan lo miró y entonces sus ojos se ensancharon y miró atrás a través de la puerta cristalina, transparente. Hacia los tres soldados, dos bajitos y uno alto, que ellos mismos habían traído hasta allí y apostado en la puerta.

El Archivo de las Tormentas 5, Viento y Verdad - Encabezados - Capítulo 33- Cordeles de Luz

32. Cordeles de luz

Como un rey al dejar a un pueblo con el don de su ausencia, para que pueda crecer y resolver sus propios problemas sin tener siempre la mano del monarca guiándolo.

De El camino de los reyes, cuarta parábola.

 

 

Una fulgurante grieta rasgó la realidad ante Dalinar, una fusión de tres reinos.

Adoptó la forma de una columna de luz que emergía de sus manos entrelazadas, mientras unos glorispren estallaban cobrando existencia a su alrededor. La luz pronto lo inundó todo, y el poder fluyó como el agua en un caudaloso río, creando una perforación en la realidad que desafiaba las leyes naturales. O no, en realidad: aquello también era una expresión de las leyes de la naturaleza. Solo que de unas más elevadas, más fundamentales.

—Muy bien —dijo Dalinar—, está abierta.

—Entrad —llegó la voz de Sagaz, aunque Dalinar le había perdido la pista en aquella luz omnipresente—. Los dos. Dejad que la luz os bañe y entonces buscad el Reino Espiritual.

Dalinar avanzó, manteniendo abierto el portal como si separase las cortinas de una ventana.

—Dalinar —dijo Navani, a su lado—, oigo los tonos de Roshar. Ahora me son conocidos. Este lugar… lleva semanas llamándome.

Tomó la mano de Dalinar en su mano segura y extendió los dedos de la otra hacia el sonido, que él veía creando franjas en la luz. También él alcanzaba a percibir aquel dominio. Sintió cómo ella le daba la bienvenida… mientras se estiraban hacia otro lugar.

El miedo atenazó a Shallan. Esa gente de fuera…

Oh, no, pensó Velo. Recuérdamelo, ¿qué haces cuando hay un guardia vigilando por si apareces?

Tormentas. Te convertías en el guardia.

Por desgracia, Mraize la vio mirando hacia él a través de la pared y supo que los habían descubierto. Un segundo después, los tres Sangre Espectral irrumpieron por la puerta, todavía llevando sus rostros falsos, aunque Mraize había desenfundado una daga. Una que brillaba y distorsionaba el aire.

—¡Proteged a los spren! —gritó Shallan, señalando—. ¡Esos tres guardias son el enemigo!

En la cámara estalló el caos. Tres miembros de los Sangre Espectral que fingían ser guardias alezi normales y corrientes se enfrentaban a dos Corredores del Viento con sus spren, además de a Renarin, Rlain, Radiante, Patrón y Testimonio. Demasiadas figuras moviéndose de pronto, reaccionando o entrando en pánico.

Mraize alzó su daga y se quedó atrás, aunque, cuando el arma se aproximaba a su costado, provocaba que su tejido de luz chispeara y se hiciera jirones. Iyatil y Lieke se abalanzaron contra Breteh, quizá identificando al Corredor del Viento como el más fuerte del grupo.

Radiante se movió, pasando junto a Patrón e intentando llegar a Breteh, que recibió el embate de Lieke y agarró el brazo con el que empuñaba otra daga. Cerca de ellos, Isasik, el otro Corredor del Viento, embistió contra Iyatil.

«Tormentas, no», pensó Radiante, deteniéndose de golpe. Era imposible que Isasik pudiera ocuparse de Iyatil. Y en efecto, la mujer hizo un giro experto y aferró al Corredor del Viento más joven por el brazo mientras le daba un tajo, con un solo movimiento fluido. Lo arrojó a un lado, con sangre salpicando de un corte que le cruzaba el cuello.

Justo en ese instante, se abrió la perpendicularidad de Dalinar.

El poder vibró por toda la estancia, palpitando con la energía de las tormentas, y Shallan sintió que le recorría el cuerpo entero como agua caliente en las venas. Dio un respingo asombrado mientras, fuera de la sala, los spren empezaban a amontonarse y rascar la puerta.

Iyatil saltó hacia ella mientras alzaba su cuchillo ensangrentado, que por suerte era un arma convencional. Entonces Radiante se separó de Shallan, con armadura completa a pesar de estar en Shadesmar, creada a partir de un tejido de luz dotado de peso físico. Radiante interceptó a Iyatil en pleno salto y la estampó contra el brillante suelo cristalino.

La mujer gruñó y atacó a Radiante, pero su arma rebotó inofensiva en la armadura esquirlada. La coraza no era real, pero ¿acaso había algo real en aquel lado? ¿Qué había creado aquella torre entera, si no la Investidura en crudo del Hermano?

Radiante retuvo a Iyatil asiéndola de un brazo, pero la Sangre Espectral se zafó de la presa con un practicado movimiento de lucha cuerpo a cuerpo. Giró alrededor de Radiante, que intentó en vano agarrarla de nuevo. El tejido de luz de la mujer empezó a evaporarse, dejando ver su máscara, y sus ojos rodeados de madera se clavaron en Shallan.

«Si tiene una daga de antiluz tormentosa —comprendió Shallan mientras danzaba hacia atrás por instinto—, la utilizará contra mí. Así nos mataría tanto a mí como a Radiante, y posiblemente inutilizaría a Patrón y Testimonio».

Tampoco era que los crípticos estuvieran sirviendo de mucho. Testimonio se escondía detrás de Patrón, que se había llevado una mano al pecho mientras el patrón de su cabeza daba vueltas, como la anfitriona de una fiesta al aire libre echada a perder por una lluvia inesperada.

Iyatil acometió y Shallan esquivó hacia atrás, agradeciendo que Adolin hubiera insistido tanto en entrenarla en el combate a cuchillo. Como había esperado, el ataque era una finta. Iyatil desenfundó otra daga y mantuvo la mano atrás, como intentando ocultarla. Esa daga distorsionaba el aire.

Shallan se había equivocado al pensar que solo tendrían un poco de antiluz. Una sola saeta, sí, pero dos dagas ya como mínimo. Siguió esquivando y pasó junto a Isasik, a quien Renarin estaba ayudando a incorporarse después de sanarlo. Un segundo después, Breteh, escorado en un enlace fuera de control, se estrelló a su lado. Iyatil se apartó y Shallan vio su oportunidad e hizo que Radiante cargara contra la mujer, obligándola a soltar la daga, que se alejó resbalando por el suelo.

Mientras Iyatil volvía a escabullirse veloz de la presa de Radiante, Shallan logró recoger la daga. Alzó la mirada hacia los ojos furiosos de Iyatil y sonrió triunfante.

Al momento se le clavó un dardo de cerbatana en el ojo. Retrocedió trastabillando y, dolorida, apenas logró evitar los otros dardos que Iyatil estaba disparándole. ¿Cuándo había sacado la cerbatana aquella mujer? Shallan se alejó a toda prisa, creando ilusiones de sí misma para distraer a su adversaria, y se arrancó el dardo del ojo.

Bufando, evaluó la situación. Isasik estaba curado, pero seguía sentado en el suelo, con la mano derecha apretada contra el cuello ensangrentado. Lieke se enfrentaba a Rlain y a una spren de los Corredores del Viento. Era la misma spren que había hablado antes con Rlain, vestida de uniforme y empuñando una espada ligera de duelos, que manejaba con eficacia para hacer retroceder al forastero contra la pared, donde lo atravesó con ella.

Shallan asintió, agradecida: hasta el momento, Maya y Notum eran los únicos spren que había conocido con aire de soldados. Pero tenía sentido que hubiera más, sobre todo entre los honorspren que habían elegido acudir y formar vínculos en vez de esconderse en Integridad Duradera.

Los Sangre Espectral estaban perdiendo aquel combate. Quizá fueran mejores guerreros individuales, pero se enfrentaban a cinco Radiantes, además de los spren y las ilusiones de Shallan. Radiante obligó a Iyatil a recular hacia una esquina mientras Lieke, quien no parecía tener ningún spren, moría por el ataque de su adversaria, flácido y cubierto de sangre. El alboroto cesó tan de repente como había comenzado.

Tal y como Adolin le había advertido hacía ya tantos meses, a menudo el combate era rápido, brutal y abrumador. Años de entrenamiento que desembocaban en unos pocos encontronazos cruciales. Shallan incluso se había perdido partes importantes de la pelea, teniendo la atención centrada solo en Iyatil. Hasta ese instante no se había fijado en que Mraize estaba en el techo, al parecer enlazado allí por Breteh. Los honorspren y Rlain se sumaron a Radiante en el acoso a Iyatil, mientras Shallan e Isasik, que volvía a estar en pie, volvieron sus armas hacia Mraize, atrapado contra el techo.

—Un momento —dijo Isasik—, ¿de dónde ha salido esa otra Caballera Radiante? ¿Y cómo es que lleva armadura esquirlada en Shadesmar?

Breteh miró a Radiante y frunció el ceño.

—¿Otra Tejedora de Luz? —aventuró—. ¿Shallan?

—Bueno —dijo ella—, es así como complicado…

—No nos habéis preguntado —susurró Iyatil desde la esquina— qué ha sido de los guardias a los que hemos reemplazado.

Isasik se volvió hacia ella.

—¿Qué les habéis hecho?

—Están retenidos en la base de la columna por la que habéis llegado —respondió ella—. Son nuestros rehenes. Los ejecutarán a menos que dé una señal. O que lleguéis a ellos antes.

—Está jugando contigo, Isasik —dijo Shallan—. No dejes que se te meta en la cabeza.

—Es verdad —dijo Mraize desde el techo—. Sabes que no mentiría en esto, Pequeña Daga. Podéis salvarlos, pero solo tenéis unos minutos.

—¿Mienten? —preguntó Isasik con brusquedad—. ¿Shallan?

Shallan alzó la mirada hacia Mraize. Quien sonrió. Confiado.

Condenación.

—Es probable que no —reconoció Shallan—, pero…

Los dos Corredores del Viento salieron corriendo, seguidos por sus spren.

—Cómo son los Corredores del Viento —dijo Iyatil, despectiva—. Qué fáciles de manipular.

—Seguimos teniéndoos a todos —replicó Shallan. Mraize en el techo, Lieke muerto, Iyatil atrapada en la esquina, sosteniendo su cerbatana pero al parecer sin dardos ya—. Estáis capturados. Nosotros ganamos.

—Ah —dijo Iyatil en voz baja—, pero Mraize aún tiene su daga.

Shallan miró de nuevo hacia él y sus ojos se clavaron en la daga. Era difícil distinguir nada con la perpendicularidad bullendo, inundando la estancia de brillante luz blanca. En la lejanía, los spren estaban descontrolándose, un millar de sombras que danzaban en la planta baja. Pero Shallan alcanzaba a entrever aquella distorsión. El extraño resplandor de la daga repelía de algún modo la luz natural, incluida la de la perpendicularidad, en una burbuja alrededor de la mano de Mraize. Destacaba como un único punto en un lienzo por lo demás blanco.

—Mraize —dijo Shallan, de pronto temerosa—. Mraize, ¿qué estás haciendo?

—¿Alguna vez has visto una perpendicularidad colapsar sobre sí misma, Pequeña Daga? —preguntó él.

—Mraize…

—Yo tampoco —dijo Mraize desde el techo—. Pero dicen que es espectacular.

Arrojó la daga. Shallan saltó hacia ella, pero estaba en mala posición. La antiluz impactó en el centro del portal.

Una explosión sacudió la cámara.

Estaba funcionando.

Dalinar sentía cómo empezaba a formarse la visión, despacio al principio, como si el Reino Espiritual se resistiera. Navani y él se esforzaron en avanzar, como a través de una densa brea, cogidos de la mano, arrastrando cordeles de luz que los Conectaban con el Reino Físico.

Las imágenes cobraron forma a su alrededor a partir de la luz arremolinada. Visiones de lugares, de personas, efímeras, desparecidas al cabo de segundos. Los tonos vibraban a través de él.

Estaba funcionando.

Miró a Navani, sonriente. Entonces, detrás de ellos, algo se partió.

La Conexión de ambos con el Reino Físico dejó de existir, y algo llegó en tropel hacia ellos: poder, viento y chillidos.

Apasionada de los comics, amante de los libros de fantasía y ciencia ficción. En sus ratos libres ve series, juega a juegos de mesa, al LoL o algún que otro MMO. Incansable planificadora, editora, traductora, y redactora.

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