La dedicatoria.

Siempre fue mi intención dedicar mi primer libro publicado a mi madre. Me meteré un poco con ella aquí, ya que no me puedo resistir. De cualquier forma, le debo mucho de quien soy (y lo que he conseguido). Cuando iba a la escuela elemental, sacaba notas mediocres, y los resultados de mis exámenes me colocaron “por debajo de la media” en varias ocasiones. Bueno, ella estaba comprometida y determinada a demostrar que yo tenía un “don”, a pesar de esas notas. Trabajó duro para conseguir que mejorara en la escuela, y fue una motivadora clave tras mis hábitos de lectura.

Bien, mi madre es una persona muy práctica. Cree firmemente en las profesiones prácticas,  bien pagadas y estables. La escritura no es nada de eso. Creo que se dio cuenta pronto de que a pesar de sus esperanzas, no iba a tener un doctor o un hombre de negocios (ni siquiera un científico) como hijo. Me convenció para que me matriculara en un grado en bioquímica como estudiante de primero, aunque dijo que esta era tan solo una manera de posicionarme mejor de cara a conseguir una beca (que de hecho conseguí). A pesar de todo, siempre supuse que una pequeña parte de ella tenía la esperanza de que la influencia de la bioquímica me persuadiera para entrar en la facultad de medicina, o al menos, convertirme en ingeniero.

Eso, obviamente, no sucedió. El malvado enorme monstruo del inglés me asaltó en mi segundo año de la facultad. Con todo, mi madre siempre me ha apoyado, y fue su sentido de la dedicación, la excelencia y la diligencia lo que forjó mi personalidad determinada. Sin ese sentido de auto-determinación, jamás habría subsistido en este campo lo suficiente como para publicar.

Así que, gracias, madre. Gracias por estar orgullosa de mí.

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