Anunciando la nueva novela de Brandon Sanderson para 2018

Anunciando la nueva novela de Brandon Sanderson para 2018

Lunes 18 de diciembre de 2018. Publicado originalmente en Gollancz.

Desde Gollancz estamos encantados de anunciar que en otoño de 2018 publicaremos una novela completamente nueva de Brandon Sanderson, escritor bestseller del Sunday Times. Ahora ya podemos anunciar oficialmente que el título de la novela es…

La propia página web de Brandon ha estado levantando diversas preguntas entre los fans tras su anuncio de que el año que viene no se publicaría The Apocalypse Guard, y que en cambio llevaba un 67% escrito de un “proyecto misterioso”.

En su reciente gira por los Estados Unidos e Inglaterra con motivo del lanzamiento de Oathbringer, el tercer libro en su increíblemente popular saga, El Archivo de las Tormentas, Brandon estuvo leyendo parte del capítulo de obertura de su proyecto misterioso. Que ahora podemos confirmar se trara de Skyward, una historia descrita como un cruce entre Como entrenar a tu dragón y Top Gun, con naves espaciales.

La descripción oficial de Brandon dice así:

“Derrotados, masacrados, y llevados casi hasta el punto de la extinción, los individuos supervivientes de la raza humana se hallan atrapados en un planeta que es atacado de forma constante por misteriosos cazas estelares alienígenas. Spensa, una joven adolescente que vive entre ellos, anhela convertirse en piloto. Cuando descubre los restos de una antigua nave, se da cuenta de que su sueño podría verse convertido en realidad, en el caso de que consiga reparar la nave, acceder a la escuela de vuelo, y (quizás esto es lo más importante) persuadir a la extraña máquina de que la ayude. Porque esta nave, de forma única, parece tener alma.”

Debajo hay un primer borrador sin corregir del capítulo inicial de Skyward, en la versión final que aparecerá en la versión impresa pueden haber correcciones y alteraciones. Clicad aquí para reservar vuestra copia de Skyward, y esperamos que lo disfrutéis.

Skyward

Prólogo

Madre siempre decía que escalar hasta la superficie del planeta requería de una persona con una mezcla especial de valentía y estupidez. Lo decía de forma deliberada donde padre pudiera escucharla, lo cual implicaba que necesitaba de una combinación extra-especial de valentía y estupidez, para hacerle sonreír, y que después se llevara a su hija de cinco años con él la próxima vez.

Por supuesto, incluso con cinco años, yo era completamente adulta y capaz. Estaba totalmente convencida al respecto conforme caminaba por la caverna repleta de escombros detrás de Padre, pasando entre filas y filas de rocas puntiagudas que yacían en el suelo (¿cuál era el nombre ese raro que tenían?) Muchas de ellas se rompieron tras los bombardeos o los impactos de meteorito (cosas que a menudo había sentido desde abajo, como si fuera el traqueteo de un lavavajillas, o el temblor de las lámparas.)

Miré las rocas, e imaginé que eran los cuerpos rotos de mis enemigos, con sus huesos fracturados, sus brazos trémulos alzados hacia el cielo en un inútil gesto de total y absoluta derrota.

Era una niña muy atípica.

Yo llevaba un globo fundido, que proporcionaba un enojoso resplandor rojizo a modo de luz (haciendo que pareciera que las sombras se estremecían y temblaban conforme corría detrás de Padre). Él miró hacia atrás y sonrió, y tenía la mejor de las sonrisas. Tan confiado y seguro, como si nunca le preocupara lo que la gente dijera de él. Sin preocuparse jamás por ser raro o por no encajar.

Claro, ¿cómo si no? Le gustaba a todo el mundo. En plan, a todo el mundo. Incluso la gente que odiaba cosas como el helado o jugar con espadas (incluso al pequeño quejica de Rodge McCaffrey), incluso ellos sabían que Padre era estupendo.

Me cogió por el brazo y señaló hacia arriba. “La siguiente parte es un poco difícil, Spensa”, dijo. “Deja que te suba.”

“Puedo hacerlo,” dije de inmediato, y solté mi brazo mientras él intentaba levantarme. Era una adulta. Incluso había hecho mi propia mochila, y había dejado mi muñeca (llamada Destructora, obviamente) en casa. Las muñecas eran para los bebés, incluso si les habías hecho su propia armadura de poder de pega a base de trozos de cerámica rota.

Había llevado mi nave de juguete, por supuesto. No estaba loca. ¿Y si hubiéramos acabado en medio de un ataque Krell, y hubieran bombardeado nuestra vía de escape, por lo que hubiéramos tenido que pasar el resto de nuestras vidas como supervivientes de las tierras baldías, alejados de la sociedad o la civilización? Una chica necesita su caza estelar de juguete consigo, por si acaso.

Ofrecí mi mochila a padre y miré hacia la grieta en las piedras. Había… Algo sobre aquel agujero ahí arriba. Una luz que no parecía natural, completamente distinta del suave resplandor rojo magma de nuestro hogar en la cueva de Igneous.

La superficie… ¡El cielo! Hice una mueca y empecé a trepar por una pendiente empinada que en parte era de escombros, y en parte era una formación rocosa. Mis manos resbalaron y me arañé con una roca, pero no lloré. Las hijas de los pilotos de cazas estelares no lloraban.

La grieta no estaba tan alta, pero a mis ojos, parecía que estaba altísima. Odiaba ser tan pequeña. En cualquier momento, iba a ser tan alta como mi padre. Entonces, por una vez, no sería la niña más pequeña. Sería alta, y me reiría de ellos desde tan arriba, que se verían obligados a admitir lo grande que era.

Solté un leve gruñido en cuanto alcancé lo alto de una roca. El siguiente montículo al que tenía que llegar, estaba justo a un paso fuera de mi alcance. Lo miré. Y entonces salte, con convicción. Como una buena chica Desafiante, poseía el corazón de un dragón estelar.

Y… El cuerpo de una niña de cinco años. Así que fallé por medio metro como poco.

Una mano fuerte me agarró por detrás antes de que fuera a caer demasiado lejos. Padre se río, cogiéndome por la parte trasera de mi traje (que había pintado con rotuladores para que pareciera un traje de vuelo, con un imperdible donde él lucía su insignia de piloto. Me atrajo hasta la roca que estaba a su lado, luego extendió su mano derecha y encendió su banda luminosa.

Llevaba el dispositivo como si fuera una banda de metal, a modo de brazalete (pero una vez la encendió apretando entre su pulgar y dedo meñique, la banda refulgió con una luz cual magma). Tocó una piedra encima nuestro, y después retiró su mano, que dejó una fina línea de luz (como una cuerda brillante) enganchada a la roca. Enrolló el otro extremo a mi alrededor, para que quedara ceñido bajo mis brazos.

Siempre había creído que las bandas luminosas debían estar calientes y quemar al tacto, pero en cambio, simplemente era cálida. Como un abrazo.

“Muy bien, Spensa,” dijo. “Inténtalo de nuevo.”

“No necesito esto,” dije, tirando de la cuerda de seguridad.

“Complace a un padre asustado.”

“¿Asustado? A ti no te asusta nada. Tú luchas contra los Krell.”

Él se rió. “Preferiría enfrentarme a cien naves Krell antes que a tu madre el día que te lleve de vuelta a casa con un brazo roto, pequeñaja.”

“No soy pequeña,” espeté. “Y si me rompo mi brazo, puedes dejarme aquí hasta que me cure. Lucharé contra las bestias de las cavernas, y me volveré una fiera, y vestiré sus pieles y…”

“Trepa,” dijo, todavía sonriendo. “Puedes luchar contra las bestias de las cavernas en otra ocasión, aunque creo que las únicas que vas a encontrar tienen largas colas y grandes dientes.”

Tengo que admitir que la banda luminosa era de ayuda, podía hacer fuerza contra ella para sujetarme, y en caso de caer, tan solo serían unos pocos metros. Era valiente… Pero era reconfortante. Alcanzamos la brecha, y padre me subió primero. Me agarré al borde y salí de las cavernas por primera vez en mi vida.

Era tan abierto. Me quedé boquiabierta, mirando a… A nada. Sólo… Sólo… A lo alto. No había techo, No había paredes. Me lo había imaginado como una caverna muy, muy enorme. Pero no era nada parecido, en absoluto.

Vaya.

Mi padre trepó detrás de mí, después desempolvó la suciedad de su traje de vuelo, con su insingnia plateada de piloto centelleando. Tenía que estar siempre alerta en caso de un ataque Krell. Le miré un instante, y luego devolví mi vista al cielo. Y sonreí ampliamente.

“¿No estas asustada?”

Le miré.

“Lo siento,” dijo riendo. “Palabra equivocada. Tan solo es que muchas personas se sienten intimidadas por el cielo, Spensa. La primera vez que lo ven, cree que está mal.”

“Es hermoso,” murmuré. “Hay tanto de él.”

Se arrodilló a mi lado. El cielo era mas oscuro de lo que esperaba, pero imagino que era debido al cinturón de escombros. Me habían hablado de ello en clase, mientras trabajaba -junto a los demás niños- probando tornillos en partes de maquinaria. Nuestro planeta, Detritus, se encontraba oculto y protegido gracias a un gigantesco velo de escombros situado muy arriba, incluso más allá de donde había aire, en el espacio.

Eran los despojos de alguna gran batalla espacial de hacía mucho tiempo. Y tenía cientos de capas, toda la chatarra rotando, en movimiento, colisionando. Podía verlo como una neblina negra, allí arriba a gran altura. Frecuentemente, algunas piezas caían impactando contra el suelo, lo que era parte del motivo por el cual estar aquí en la superficie resultaba tan peligroso.

Los Krell eran el otro peligro, por supuesto. Los cazas estelares alienígenas aparecían a veces a través de los escombros para bombardear la superficie y buscar humanos. El trabajo de Padre, junto a los demás miembros de su escuadrón, era destruir cualquier nave que nos localizara, para prevenir que informaran de vuelta. Había tantos Krell, que podrían eliminarnos por completo en caso de que supieran que estábamos aquí. Únicamente escondiéndonos, y destruyendo los escuadrones enemigos que se acercaban demasiado, podríamos sobrevivir.

Todo el mundo murmuraba que estábamos en problemas. Que los cazas enemigos aparecían cada vez con más frecuencia, quizás debido a la sospechosa desaparición de sus naves de reconocimiento. Con todo, yo no me preocupaba, porque Padre lucharía contra todos. Únicamente esperaba que aún quedara alguno para que yo pudiera combatirlo cuando tuviera mi propia nave.

Un pedazo de algo resplandeció en el cielo, y tuve la esperanza de que fuera una nave Krell, pero tan solo era un trozo de chatarra que dio lugar a un arco de luz en el cielo. Ni siquiera cayó cerca nuestro, lo cual resultó muy decepcionante.

El paisaje estaba repleto de cráteres y fragmentos de roca. Di una patada al suelo polvoriento, lo que produjo una nube de polvo alrededor de mi pie. El lugar era en su mayor parte una mezcla azul grisácea de gravilla y polvo, iluminada por algunos rayos de luz que se filtraban a través del cinturón de escombros. El sol se encontraba oculto allí, lo sabía, como una gigantesca, enorme, versión del globo de magma que utilizaba como lámpara.

“¿Dónde está Base Alta?” le pregunté a Padre. “¿Es aquello?” Señalé hacia unas rocas sospechosas. “Es eso. Quiero ir a ver los cazas espaciales.”

Padre se agachó y me giró unos noventa grados, y señaló. “Allí.”

“¿Dónde? ¿No puedo verla?”

“Ese es el lugar, Spensa. Pero a los niños no se les permite entrar al hangar. Ya lo sabes. Te llevaré cuando seas lo suficientemente mayor.”

“Voy a tener mi propia nave estelar” dije. “Voy a volar en ella, igual que tú. Y entonces nadie podrá reírse de mí, porque seré famosa.”

“Y esa… ¿Esa es tu motivación para ser piloto?”

“No pueden decir que eres demasiado pequeña cuando eres un piloto” dije. “Nadie pensará que soy rara, y no me meteré en líos por pelear, porque mi trabajo será pelear. No me insultarán, y todo el mundo me querrá”. Como te quieren a ti.

Eso hizo que mi padre me abrazara, por alguna razón estúpida, aunque yo estuviera diciendo la verdad. Pero le abracé, porque a los padres les gusta ese tipo de cosas. Y por otro lado, era agradable tener alguien a quien abrazar. Quizás no debería haber dejado atrás a Destructora.

Padre contuvo el aliento, y yo pensé que debía estar llorando o algo, pero no lo estaba. “¡Spensa!” dijo, volviéndose hacia mí. “¡Mira!” Señaló hacia el cielo.

De nuevo, me sentí abrumada por él.

Tan GRANDE.

Padre estaba apuntando hacia algo concreto. Entrecerré los ojos, percatándome de que una sección del oscuro campo de escombros era un poco más clara. No… ¿Faltaba? ¿Un agujero en el cielo?

En ese momento, contemplé el infinito. Me estremecí, como si millones de meteoritos hubieran impactado a mi lado.

“¿Qué son esas luces?” susurré.

“Estrellas”, dijo. “Solíamos vivir allí fuera. He volado cerca de los escombros, pero casi nunca he podido ver a través de ellos. Hay demasiadas capas. De tanto en tanto, puedes echar un vistazo.”

Había una pizca de asombro en su voz mientras lo decía. Un tono que creo que no le había escuchado nunca antes.

“Es por eso… ¿Es por eso que vuelas?” pregunté. A Padre no parecía importarle los halagos que todo el mundo le dedicaba. De algún modo extraño, parecía darle vergüenza, y tan solo hablaba de volver a su nave. ¿Acaso no era la forma en que todo el mundo te trataba, el motivo de convertirte en piloto? El tonto de Rodge McCaffrey decía que era por eso.

Padre devolvió mi atención al agujero en el cielo. “Contémplalo”, susurró. “Nuestro verdadero hogar. Allí es a donde pertenecemos, no a esas cavernas. Los niños que se ríen de ti, están atrapados en esa roca. Sus cabezas son cabezas de roca, sus corazones están hechos de rocas. Sé distinta. Pon tu mira en algo más elevado. Algo más grande.”

Los escombros se desplazaron, y el agujero se volvió más pequeño, hasta que lo único que podía ver era una única estrella. Mas brillante que las demás.

“Reclama las estrellas, Spensa” dijo.

Finalmente los escombros taparon el agujero por completo. A su lado, otra pieza de desechos cayó, ardiendo de forma brillante en el cielo.

Entonces cayó otra. Y después fueron docenas.

Padre se quedó sin aliento, y buscó su radio personal (una pieza de tecnología súper avanzada que se entregaba únicamente a los pilotos). Se llevó el dispositivo compacto a la boca, pero antes de que pudiera hablar empezó a emitir sonidos.

“Amplia brecha Krell avistada.” dijo la voz proveniente de la radio. “Emergencia. Un grupo extremadamente grande de Krell se ha abierto paso a través del campo de escombros. Todos los pilotos, repórtense.” Hubo una pausa. “Las estrellas nos ayuden. Se dirigen directamente a Base Alta. Nos han encontrado.”

Padre bajó el volumen de su radio, entonces me miró. “Vamos a llevarte de vuelta.”

“¡Te necesitan! ¡Tienes que luchar!”

“Tengo que llevarte a…”

“Puedo volver yo sola. Fue un trayecto en línea recta a través de la caverna, salvo por el giro al final. Llegaré a casa.”

Él devolvió su mirada hacia los escombros. Una señal de que los Krell habían abierto un camino para sus cazas. La radio sonó de nuevo (sentí un escalofrío al escucharla). Escuchar la radio representaba una amenaza extraña, generalmente limitada a sentarse en una plaza de la caverna, escuchando las retransmisiones junto a cientos de otras personas.

“¡Chaser!” dijo una nueva voz a través de la radio. “Chaser, estás ahí?”

“¿Mongrel?” Dijo Padre, accionando un interruptor. “Estoy en la superficie.”

“¿En la superficie? ¿Has escuchado el aviso?”

“Lo he escuchado.”

“Rocas llameantes, este es uno de los grandes.” Dijo Mongrel. “Estoy yendo hacia el ascensor. ¿No vas a darme una paliza en el aire, no?” El hombre parecía ansioso, tal vez demasiado emocionado, por dirigirse a la batalla. Me cayó bien de inmediato.

Padre debatió solo un momento más antes de quitarse el brazalete de luz y depositarlo en mis manos. “Prométeme que te irás de vuelta directamente.”

“Lo prometo.”

“No te entretengas.”

“No lo haré.”

Él levantó su radio. “Comandancia de vuelo, aquí Chaser. Me dirijo corriendo hacia Base Alta. Probablemente pueda unirme al primer despegue.”

Corrió a través del suelo polvoriento en la dirección que había señalado antes. Se paró, no obstante, y se volvió hacia mí. Se quitó su insignia y la lanzó, como un pequeño fragmento de mismísima luz brillante, hacia mí.

Después se fue, corriendo (llegados a un punto deslizándose por una pendiente) para alcanzar la base oculta. Yo, por supuesto, rompí de inmediato mi promesa. Volví a trepar a la grieta para hacerle creer que estaba haciendo caso, pero me escondí allí y observé hasta que vi como los cazas dejaban atrás una zona de roca bajo ellos y salían despedidos hacia el cielo. Entrecerré mis ojos, y divisé las oscuras naves Krell moviéndose cual enjambre hacia abajo.

Al final (haciendo muestra de un extraño momento de sensatez) decidí que era mejor hacer lo que Padre me había dicho. Usé la banda luminosa para deslizarme de nuevo hacia la caverna, donde recuperé mi mochila y me dirigí hacia los túneles. Se me ocurrió que si me daba prisa, podría llegar a tiempo para escuchar la retransmisión de la lucha, con el locutor explicando lo que estaba sucediendo.

Estaba equivocada, ya que el camino resultó más largo de lo que recordaba, y me las apañé para perderme. Así que estaba merodeando por allí abajo (imaginando la gloria de la increíble batalla que estaba teniendo lugar en la superficie), cuando mi padre rompió filas y huyó del enemigo. Su propio escuadrón le abatió en represalia. Para cuando regresé, habían ganado la batalla, y mi padre ya no estaba.

Y me habían marcado como la hija de un cobarde.

© Brandon Sanderson, Skyward, 2018

 

Apasionada de los comics, amante de los libros de fantasía y ciencia ficción. En sus ratos libres ve series, juega a juegos de mesa, al LoL o algún que otro MMO. Incansable planificadora, editora, traductora, y redactora.

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