The Way of Kings Prime: Capítulo 1 – Dalenar 1

Ahora que se está hablando tanto de la campaña de Kickstarter para preparar la salida de la edición X Aniversario de The Way of Kings, donde se podrá conseguir el escrito íntegro de The Way of Kings Prime (uno de los primeros borradores de la novela), hemos pensado que (entre otras cosas que estamos preparando) es una buena ocasión para traducir los capítulos de The Way of Kings Prime que Brandon compartió en su web y que se publicaron en una antología de relatos con la finalidad de recaudar dinero para ayudar a Robinson Wells (a quien Brandon se refiere como Bob en la introducción que podéis leer abajo), que sufría de pánico, depresión, agorafobia y trastorno obsesivo-compulsivo.

Además de estos capítulos que iremos traduciendo poco a poco, he incluido al final de esta perspectiva de «lo que podría haber sido», algunas notas y reflexiones sobre las diferencias que podemos encontrar respecto a la versión final del Camino de los Reyes que nosotros conocemos. Estas notas hacen referencia a cambios en la nomenclatura, términos que no se han llegado a utilizar (algunos de los cuales he preferido dejar como en el original, explicando ciertas cosas en las anotaciones), ciertos conceptos que no se llegaron a desarrollar o situaciones que tal vez tomaron un rumbo distinto, y otras curiosidades.

Os pido sinceramente que tengáis en cuenta una cosa a la hora de leer estos capítulos, y es no olvidar que se trata de un borrador muy temprano, y que no es representativo de la forma de escribir de Brandon, ni de la calidad final del Archivo de las Tormentas.

Hay algunos borradores que Brandon ha compartido bien a través de la suscripción a su newsletter o bien a través de 17th Shard, pero que siempre se ha preferido evitar que se compartiera alegremente sin poder avisar precisamente de esto: muchos de los escritos son simplemente borradores, y algunos de ellos muy antiguos. Pero todo escritor sigue un proceso de aprendizaje y hay cierta belleza en poder recorrer este camino y descubrir aquel Brandon que empezaba a dar formar a los misterios del Cosmere en su mente, jugando con las ideas que con los años se transformarían en estos libros que nos tienen fascinados.

No es un absoluto. Es una especulación, una rareza, una faceta más por descubrir. Es una semilla plantada antes de saber que un día nacería de ella una hermosa flor.

Espero que os guste tanto como a mí, y por supuesto, ¡no dejéis de leer las anotaciones que he añadido al final, y de compartir vuestros comentarios, reflexiones y teorías locas en este hilo que he creado en el foro!

 

THE way of kings prime: capitulo 1 – dalenar

PUBLICADO POR BRANDON SANDERSON EN SU WEB, EL lunes 11 DE septiembre DE 2017

Ensayo para Altered Perceptions

Soy uno de los que crecieron sin demasiada experiencia en lo referente a las enfermedades mentales. De hecho, diría que mi educación me llevó a albergar un cierto escepticismo sobre la realidad de estas enfermedades. Si os hubierais cruzado conmigo durante el bachillerato, probablemente hubiera sido uno de esos de los que decían «Está todo en tu cabeza», o «¿Qué quieres decir con eso de que estás deprimido? Simplemente, sé feliz».

Debo gran parte de mi comprensión sobre el tema, y de mi comprensión de mí mismo, a un puñado de buenos amigos de la universidad afligidos por enfermedades mentales. Ellos abrieron mis ojos a estos problemas de uno mismo. Algo que resultó muy importante, ya que con el tiempo acabé casado con una mujer que sufría depresión.
Me horroriza pensar lo distinto que hubiera sido todo de habernos conocido antes. Y a su vez, con suerte, demuestra que quienes no son capaces de entender las enfermedades mentales son más ignorantes que malas personas.
Los capítulos que incluiré en este libro señalan particularmente esta cuestión. Años después de escribir The Way of Kings en 2002, sabía que algo importante estaba mal en el personaje de Kaladin (llamado Merin por aquel entonces). Era el clásico protagonista de literatura fantástica, bien construido, repleto de espléndidas maravillas. Y era insulso, como una línea gris sobre una pintura hermosa.
Dedicaría prácticamente diez años a rehacer a Kaladin, profundizando en quién era y quién necesitaba ser. A su vez, conocí a mi mujer y me enamoré de ella. Empecé a ver cómo las personas con depresión eran tratados en los medios y en los libros, y empecé a cuestionarme cosas. ¿Acaso existía algún héroe de fantasía con depresión? Esta enfermedad afecta a un gran porcentaje de población. ¿Es que todos los personajes con depresión acababan relegados en historias que únicamente hablaban de su enfermedad? ¿No podíamos tener un personaje que fuera heroico, dinámico, interesante, y que oh, vaya, sea depresivo? Algo que no necesariamente fuera el centro de la historia, sino algo que (como pasa en gran parte de nuestras vidas), es un aspecto de quién es, y que refleja su forma de ver el mundo.
La persona en quien Kaladin se convirtió se vio moldeada por dos cambios importantes, y uno de ellos es su psicología (hablaré sobre la otra en mi introducción formal del escrito).
Las enfermedades mentales son algo real. es una parte real de mi vida, y sospecho que la mayoría de quienes no lo han experimentado no son conscientes de la algunas personas con las que conviven lo sufren. Puede llegar tan repentina e inesperadamente como un cáncer (Rob es un ejemplo excelente). Puede ser tan crónica como la diabetes, y tan debilitante como la esclerosis múltiple. Tengo la impresión que a más abiertos seamos con este tema, mejor seremos como sociedad a la hora de ayudar a quienes lo necesitan.

Introducción a los capítulos de The Way of Kings Prime

El primer capítulo que leeréis contiene una de las escenas que me hizo querer escribir el libro.

Es algo que pasa con cada novela. De repente aparecen un montón de ideas para crear un libro, pero en algún momento durante ese camino, suele ser una escena concreta la que me atrapa. Una imagen. Una experiencia poderosa y emocional que me lleva a empezar la novela, incluso cuando todavía no me sienta preparado (porque nunca me siento preparado).

En este libro, fue una escena sobre el hombre de la lanza y el portador de esquirlada. El hombre que luchaba mientras otros huían. En un vasto campo de batalla plagado de extrañas criaturas, ejércitos, y amplios golpes de esquirlada, el hombre que abatió a un portador de esquirlada sería un hombre joven, con poco más consejo que su coraje.

La escena resultó tal y como la había imaginado, y era perfecta. Era vibrante, presentaba los personajes, y enseñaba el mundo de Roshar. Este capítulo era todo lo que quería que fuera un capítulo, y fue uno de los pocos inicios de un libro que no he eliminado ni revisado completo.

Eso fue hasta que me di cuenta de que era el lugar completamente erróneo para empezar el libro.
Sostienes sobre tus manos un ser querido que tiene que ser eliminado. Conforme Kaladin evolucionaba como personaje, me di cuenta de que en este capítulo, tomó la decisión equivocada. Había escrito un libro entero donde él aprendía a ser un portador de esquirlada, cuando lo que necesitaba era escribir un libro sobre un hombre en un mundo de caballeros que rechazaría esas armas maravillosas que le fueron ofrecidas.
Este fue uno de esos atípicos casos en los que la narrativa tenía que demostrar el valor de algo, rechazándolo.
Todavía me siguen encantando estos capítulos, y quizás podáis verlos como parte de un libro distinto. Una historia paralela, por decirlo de algún modo. Otra realidad donde la vida de Kaladin no es tan dura. Donde no ha sido abatido desde una edad temprana, donde su propia psicología no lo traiciona, y donde pueda hacerse de  forma realista con una esquirlada y convertirse en portador. En ciertos aspectos, esta es una historia bastante más aburrida, pero sigue resultando interesante comprobar como el hecho de permitir que un personaje dirija la narrativa puede dar lugar a algo mucho más fuerte, incluso cuando socava un argumento sólido.
Espero que disfrutes tu viaje a través de este universo alternativo de Roshar. Son un mundo y una historia embrionaria, a la espera de cosas como la recreación de Kaladin y que el spren para hacer de ella la historia en la que necesita convertirse.
O, por emplear una metáfora más adecuada, es un rocabrote en su caparazón, esperando ávidamente la tormenta.

Escenas eliminadas de la versión de 2002 de The Way of Kings

Capítulo 1: Dalenar 1

Dalenar podía ver cómo se aproximaba la alta tormenta. Sus nubes coronaban el horizonte como una ola que se eleva, oscura, silenciosa. Todavía se encontraba lejos, pero les alcanzaría. Furiosas y exactas, las altas tormentas eran tan inevitables como el sol que asciende por el cielo.

La madera se tambaleó bajo él, y Dalenar busco instintivamente el pasamanos de la torre. A sus pies se extendía el campo de batalla, un mundo de hombres aullando, de tañidos metálicos, y del siseo emitido por las cuerdas de los arcos.

—Cuando volvamos, recuérdame que encuentre un maestro de torres que no vaya dando trompicones por cada pedrusco del campo de batalla —murmuró Elhokar cerca suyo.

Dalenar resopló por lo bajo, escrutando el campo de batalla. Los lanceros vestían el azul de Alezkar al tiempo que mantenían una precisa formación entorno a la torre que se acercaba, protegiendo la estructura de madera y valiéndose de su inercia para empujarles hacia adelante conforme presionaban la línea enemiga. Dos gigantescos chulls tiraban de la torre, una construcción de quince metros creada a base de madera y acero. Los chulls se movían pesadamente hacia delante gracias a pies como troncos recubiertos de piedra. Las enormes bestias norteñas utilizaban descomunales pedruscos ahuecados como caparazones para esconder sus tiernos cuerpos. Ni siquiera parecían percatarse de los arneses que rodeaban sus cuellos, ni de los hombres que huían apresuradamente a sus pies.

La torre cumplió con su cometido. Las dos filas de arqueros lanzaron una descarga tras otra de misiles sobre el enemigo. Dalenar miró hacia abajo, y contempló a sus soldados, preguntándose cómo sería ser un simple soldado haciendo frente a la gigantesca estructura. Los desdichados se veían obligados a escoger entre alzar sus escudos para bloquear la muerte que llegaba desde el cielo, o mantenerlos bajos para bloquear las lanzas que se alzaban ante ellos. Los cadáveres olvidados, amontonados tras la línea que avanzaba, eran prueba de que ambas opciones resultaban igualmente letales.

—¿Dónde está? —preguntó Elhokar, frunciendo el ceño.

El rey refulgía en su áurea armadura, uno de los mejores atavíos de armadura esquirlada que existían en todo Alezkar. Con las hombreras y el pecho recortándose bajo los dorados rayos del sol, la armadura estaba rematada por un yelmo que descansaba sobre cuatro elaboradas picas. Y a pesar de toda su majestuosidad, la armadura no encajaba en el joven rey. Dalenar seguía esperando ver un rostro distinto mirándole a través de aquel yelmo. Un rostro envejecido por la sabiduría, no uno joven que todavía tenía pruebas por pasar.

—Vendrá, Majestad —prometió Meridas con voz tranquila.

Dalenar frunció el ceño, pero se abstuvo de decir nada. El rey estaba en su derecho de elegir sus propios consejeros, y aunque Meridas era de bajo rango, seguía siendo un lord, y uno rico. Sin las flotas mercantes de Meridas, el rey jamás habría podido atravesar el mar de Chomar en tan poco tiempo.

Elhokar no respondió. Sus ojos estaban concentrados en el campo de batalla, y con todo, Dalenar sabía que no estaba planificando la estrategia. Solo había una cosa que Elhokar deseara de esta batalla.

Y eso, por desgracia, dejaba a Dalenar cargando con el grueso del mando. Dalenar se dio la vuelta, agitando la mano hacia la zona trasera de la torre y el reducido grupo de ayudantes, mensajeros y lores menores. Los dos hijos de Dalenar que aún vivían se encontraban entre ellos. Un mensajero se aproximó, y Dalenar ordenó a un escuadrón de infantería pesada que se movilizara hacia el flanco oriental, para resquebrajar un grupo particularmente resistente de lanceros prallan. El mensajero asintió, y se dispuso a descender para entregar el mensaje.

—¿Dónde está? —repitió el rey tranquilamente.

Dalenar se acercó para colocarse al lado del joven rey, su pie acorazado repicaba contra la madera. La propia armadura esquirlada de Dalenar no era tan intrincada como la de sobrino, no la había adornado con sedas, y lucía pocos adornos. Encajaba con él, y la había llevado con orgullo desde el día en que su hermano se la dio, hacía ya años.

—El Traidor cederá pronto —dijo Dalenar, mientras asentía lentamente con la cabeza, hablando por encima de los sonidos de la lucha que se alzaban a poca distancia —. La estrategia de tu hermana es buena. Las fuerzas prallan se desplazan hacia el este, y sus hombres luchan con los frenéticos movimientos de un grupo que ha perdido la moral. Si el Traidor no se une pronto a la batalla, a buen seguro perderá el día.

Elhokar movió una mano dorada.

—Este día se ganó hace horas.

—No cantes victoria todavía, Majestad —advirtió Dalenar—. Puede que nuestro ejército sea más numeroso, pero los prallan luchan en las tierras de sus ancestros. La arrogancia no nos traerá más que miseria.

Una vez más, Elhokar guardó silencio. Poseía un rostro regio, con el perfecto semblante alez. Oscuro pelo azabache, cara almendrada, con una barbilla marcada. De hecho, poseía un aire noble tradicional más acentuado que el que tuvo su padre. El rostro de Nolhonarin había sido más plano, con una nariz amplia y chata. Y aun así, Nolhonarin había sido el mejor comandante que Alezkar había conocido jamás.

Dalenar suspiró para sí, dando la espalda al campo de batalla. ¿Qué le había pasado? ¿Qué había sido de aquellos días en los que podía llorar la caída de un hombre, para beber celebrando sus victorias al siguiente? ¿Por qué seguía buscando las facciones del padre en la faz del hijo, y desde cuándo se preguntaba cómo se debía ser la vida de un soldado de a pie en el ejército enemigo?

Una extraña sensación recorría su cuerpo, letárgico a pesar de la fuerza y la velocidad místicas de su armadura esquirlada. Hubo un día en que juró por el Décimo Nombre del Todopoderoso que moriría esgrimiendo una hoja esquirlada en su mano, pero aquel había sido un día anterior al día en que perdió a su hermano y a su hijo en las lúgubres montañas de Prallan.

—¡Allí! —exclamó Elhokar súbitamente, poniéndose en pie.

Dalenar siguió el gesto del rey. En la distancia, apenas podía distinguir la gran torre que se acercaba al campo de batalla. Lady Jasnah, la hermana de Elhokar, estaba en lo cierto. La ofensiva alez había forzado a que los prallan trajeran sus torres a pesar de la alta tormenta que se avecinaba.

—¡Maldita sea esa torre! —dijo Elhokar.

El joven rey saltó hacia delante. La armadura esquirlada le confería vitalidad a pesar de su corpulencia. Y se abalanzó hacia el lateral de la torre.

—Por el… —Maldijo Dalenar, se inclinó sobre el pasamanos y vio cómo el rey caía cerca de la primera línea de arqueros, y luego él mismo salto por la cornisa.

Dalenar se giró, y señaló a sus hijos.

—Aredor, ven conmigo. Renarin, mantén la torre.

Renarin, que con sus diecisiete años era el más joven de los dos, palideció visiblemente al escuchar la orden.

—Padre, yo…

—Renarin, no tenemos tiempo para tus preocupaciones —le cortó en seco Dalenar mientras Aredor saltaba por la cornisa de la torre obedientemente—. Eres el primo del rey. Contén la zona occidental y presiona la oriental. Yo tengo que intentar evitar que nuestro necio rey consiga que le maten.

—Sí, padre —respondió Renarin.

Dalenar ignoró la hostil mirada de Meridas. Puede que el mercader fuera rico, y puede que gozara de la atención del rey, pero su rango era demasiado bajo como para dejarle al mando. Dalenar inspiró profundamente, luego pasó sus piernas por encima del pasamanos y saltó al otro lado.

Cayó a plomo unos cinco metros antes de aterrizar con un gruñido al nivel donde se encontraban los arqueros, la madera reforzada crujía notoriamente bajo sus pies. Su armadura esquirlada amortiguó la mayor parte del impacto, pero sus piernas protestaron por la caída. A pesar de la armadura esquirlada, precipitarse desde lo alto de la torre mientras llevabas el equivalente a treinta bloques de acero no era un simple salto. Apretando los dientes, Dalenar saltó desde el nivel de los arqueros hasta el siguiente, y luego se dejó caer los últimos tres metros hasta el suelo.

Las rocas crujieron bajo sus pies acorazados, y se irguió, apoyándose contra la torre mientras un paje se acercaba con Viento de Tormenta, su caballo. Podía ver a Elhokar al frente, galopando hacia la distante torre, cabalgando directamente a través de las líneas prallan, con su guardia de honor (que por supuesto, carecía de monturas) esforzándose frenéticamente por acortar distancia hasta su rey. Aredor cabalgaba detrás suyo a poca distancia, moviéndose con la presteza de la juventud.

Dalenar se aferró sobre su asiento, guardando para sí su opinión sobre el rey, y espoleó a la bestia para ponerla en movimiento. Las colinas de las alturas de Prallan eran áridas y resbaladizas durante el verano, sus tonos marrones y tostados únicamente interrumpidos por la sangre de los hombres. Se las denominaba también las alturas de las Tierras Tormentosas por un buen motivo: las altas tormentas habían barrido la tierra dejándola limpia de todo lo que no fueran montículos y piedras desgastadas.

Viento de Tormenta, una enorme bestia shinavar, resopló al acercarse a la línea enemiga. Dalenar llevó su brazo a un lado e invocó su hoja esquirlada.

Le tomó diez latidos. Dalenar los contó mientras el humo se arremolinaba sobre la palma de su mano, tomando la forma de una espada de casi dos metros de largo. En humo se convirtió en acero al décimo latido, y el arma cayó en una mano que la esperaba para agarrarla. Producía una sensación ligera y familiar en su mano, le conocía como él se conocía a sí mismo. La hoja de Dalenar parecía más una simple espada funcional, recta y de doble hoja, apenas ornamentada salvo por una única línea de glifos en el centro del metal. Morn, el glifo de la lealtad.

Dalenar sobrepasó rápidamente a la guardia de honor del rey y galopó hacia las filas enemigas, con Gelnin como su único compañero, su porteador de escudo, cabalgando junto a él en un segundo caballo. Los harapientos lanceros prallan estaban completamente desorganizados y en su mayoría se apartaron del camino de su montura que se abalanzaba a la carga. Aquellos que tuvieron el valor del atacar a un portador de esquirlada, en un intento por ganar hoja, armadura, y un título para sí mismos; yacían despedazados en el suelo, abatidos por los rápidos golpes de Elhokar o Aredor.

Dalenar atravesó a la carga los rangos de uniformes marrones, y valiéndose de la inercia de su montura pasó a toda velocidad entre los lanceros. Pocos instantes después se abrió paso a través de la última fila y espoleó a Viento de Tormenta al galope en paralelo a la refriega. Elhokar cabalgaba el frente, pero un ambicioso escuadrón de soldados había frenado a Aredor, que se vio obligado a detenerse para combatirles por temor a que abatieran a la bestia sobre la que iba montado.

Dalenar siguió en movimiento, maldiciendo al rey mientras esquivaba un grupo de infantería pesada. Las hojas esquirladas cortaban el acero con la misma facilidad que los rayos cortaban el cielo, y las armas convencionales no podían atravesar una armadura esquirlada. Aun así, un decidido grupo de lanceros podía llegar a tumbar incluso al más experimentado duelista. La juventud, el rango y el equipamiento habían convertido a Elhokar en descarado.

La torre prallan se cernía al frente. Estaba empujada por varios equipos de hombres, ya que los prallan no tenían los recursos necesarios para costearse chulls. Sonidos siseantes anunciaban las flechas que caían desde arriba, y Gelnin se colocó delante, bloqueando diestramente todas cuantas pudo. Dalenar apenas conseguía ganarle terreno al rey. Elhokar cabalgaba a una velocidad insensata hacia la torre, sin tener siquiera un porteador de escudo que le protegiera.

Dalenar se movió con presteza, cabalgando hacia la torre mientras los arqueros se centraban más que nada en el rey. Con todo, varios de ellos se percataron de su presencia, y las flechas siguieron cayendo. Conforme se aproximaba, Dalenar distinguió un estandarte marrón ante la torre, llevaba el glifo Jie, el símbolo de un hombre maldito, el escudo de armas que había adoptado el Traidor.

De repente, un caballo al galope se movió junto a Dalenar. El rostro de Aredor denotaba urgencia mientras señalaba hacia un lado.

—¡Padre, allí!

Dalenar se giró, y maldijo en voz baja al divisar tres figuras a caballo que rodeaban la parte trasera de la torre. Las tres lucían una armadura brillante, y las tres se dirigían directamente hacia el rey. Dalenar no había visto tantos portadores de esquirlada prallan en los tres años que ya duraba la campaña de Elhokar. Pralir había sido un país pobre, incluso antes de dar cobijo al Traidor e invitar a que Alezkar invadiera. Al parecer se habían estado guardando algunas sorpresas.

—La torre es una trampa —dijo Aredor—. Los hombres en lo alto llevan las armaduras de la infantería.

Dalenar asintió. El odio que sentía Elhokar por el traidor era del todo conocido, esta no era la primera vez que Elhokar había abandonado la seguridad de sus filas por intentar matar a su enemigo. El rey había jurado que ninguna otra mano salvo la suya se haría con la cabeza del Traidor.

—Iré a ayudar al rey —dijo Dalenar, haciendo girar a Viento de Tormenta—. Tú dirígete hacia el flanco y abate esa torre.

Aredor asintió, abalanzándose hacia la derecha para esquivar otro enjambre de flechas. Dalenar galopó hacia Elhokar, y los cascos de su caballo resonaron sobre la roca resbaladiza.

De pronto, un grito inhumano resonó delante, y la montura de su porteador de escudo se desplomó en el suelo con una flecha sobresaliéndole del pecho, y arrojó a Gelnin de la silla. A duras penas, Dalenar consiguió esquivar el desastre desplazándose hacia un lado con su propia montura, y siguió su camino sin mirar atrás.

El rey se alzaba desafiante sobre el terreno rocoso, mientras las flechas silbaban a su alrededor. Su caballo había caído, pero él alzaba su arma hacia los portadores de esquirlada que se aproximaban.

Una flecha chocó contra el hombro de Dalenar, arruinando el baño de plata que recubría la pieza pero sin llegar a dañar la armadura esquirlada que había debajo. Dalenar apretó los dientes. Ya habían perdido dos caballos, un precio incalculable para la necedad de Elhokar. Si también llegara a perder a Viento de Tormenta por culpa de una flecha…

Pero por suerte, no parecía que eso fuera a suceder. Una última hondonada de flechas cayó, varias de ellas impactando contra el suelo alrededor de Dalenar, mientras Aredor alcanzaba la torre. El chico había invocado su hoja esquirlada, y el arma brilló con fuerza mientras la blandía hacia un lado. La hoja atravesó el lateral de la torre, liberando un enorme bloque de madera, incluyendo el eje frontal de una de las ruedas laterales. La torre dio un bandazo, y los hombres que se hallaban delante se desperdigaron. El arma de Aredor refulgió una vez más, y la torre volcó a un lado, lanzando a arqueros y lanceros por igual mientras caía contra las piedras que tenía debajo.

El cese de las flechas produjo una sensación de alivio en los hombros de Dalenar, que respiró profundamente. Al frente, tres portadores de esquirlada habían llegado hasta el rey. La hoja esquilada de Elhokar era más fina que la de Dalenar, pero mucho más elaborada. De hecho, parecía más una obra de arte que un arma, inscrita con un tenset glifos y un enorme rayo solar en el centro.

El líder portador de esquirlada prallan, un hombre vestido con una armadura esquirlada intensamente negra que lucía un blasón desconocido para Dalenar, desmontó y dio un salto hacia el rey, con la hoja esquirlada brillando en sus manos. Los otros dos hombres se echaron hacia atrás a la espera del resultado de la lucha, tal y como mandaba el protocolo.

Dalenar cargó hacia el más cercano de los dos, un hombre joven sin blasón en la armadura, aunque lucía uno en la capa. De hecho, la armadura esquirlada del muchacho, parecía abollada y estaba arañada en varias zonas. Probablemente la había heredado hacía poco, de su padre o su hermano fallecido en duelo, y no había tenido tiempo de repararla. La hoja del joven era sencilla y carecía de inscripción, posiblemente sin vincular.

Dalenar intentó ignorar la aparente falta de experiencia del muchacho. La duda, incluso en nombre de la piedad, conducía a la muerte. Blandió su arma mientras cargaba hacia el chico, con su hoja esquirlada atravesando el aire. El joven esquivó con destreza, pero aún así el movimiento le hizo perder el equilibrio. Obviamente no estaba entrenado para batirse en duelo a caballo. Antes de la invasión de Elhokar, el muchacho probablemente no había visto emplear una espada más allá de los duelos en la corte. Un hombre mejor que Dalenar habría desmontado y le habría permitido al chico luchar como estaba acostumbrado.

Dalenar espoleó a Viento de Tormenta, utilizando la inercia para incrustar a Juramentada contra el arma del muchacho, lanzándola a un lado. El revés de su golpe alcanzó el cuello del joven. Se produjo un tañido metálico, hoja mordiendo armadura, cortando y doblando el mágico acero como solo podría hacerlo una hoja esquirlada. La armadura del chico resistió, pero quedó muy magullada. El gorjal se había girado hacia un lado, y el metal del yelmo no podía volver a colocarse en su sitio, lo que obligaba al muchacho a mirar a Dalenar de lado.

Dalenar alzó su hoja. El chico alzó la suya propia, negándose a rendirse. Suspirando internamente, Dalenar animó a Viento de Tormenta a ir hacia delante y terminar con el trabajo. Un segundo golpe, colocado en un ángulo exactamente igual al primero, rompió la maltrecha armadura. Cuerpo y cabeza resbalaron del caballo por separado, y la hoja esquirlada del chico resbaló de sus dedos muertos. La punta del arma cayó contra el suelo y se hundió varios palmos en la dura roca.

Dalenar bajó su arma. Un segundo más tarde Viento de Tormenta relinchó de dolor, lanzando al aire a Dalenar mientras un lancero prallan embestía con su arma el cuello del animal.

Dalenar cayó contra el suelo. Por un momento, se sintió aturdido, y el sonido de la batalla quedaba distante. Incluso antes de recuperar el oído, fijó su vista en la lanza que descendía hacia su cara.

Alzó una mano desesperada para frenar el impacto. Su mano estaba vacía, había dejado caer su hoja. Así que pateó la rodilla del lancero con todo el poder de la fuerza despertada de una armadura esquirlada. Se oyó un golpe seco seguido de un grito, y Dalenar rodó. Viendo a Juramentada a su lado agarró el arma mientras se levantaba.

Se puso en pie frente a un nervioso grupo compuesto por cinco lanceros. Lucían una armadura hecha de diferentes partes de madera y piel, portaban acero únicamente para cubrirles la cabeza y en sus lanzas. Sus rostros reflejaban desesperación, habían sido arrastrados por las tierras altas de prallan durante casi nueve meses, con los ejércitos de Elhokar derrotándoles en cada escaramuza. Sabían que esta sería su última batalla.

Dalenar dio un paso atrás, mirando a sus oponentes. Los hombres deberían haber atacado con más rapidez, mientras él todavía estaba en el suelo. De no haber atacado entonces, deberían hacer corrido hacia él a la vez, mientras todavía estaba aturdido, buscando su espada de mano o golpeando su cara. Podrían haberle capturado. Pero les pudo el miedo, y para cuando se apresuraron a lanzarse hacia delante, hechos un amasijo de rostros histéricos y lanzas temblorosas, Dalenar estaba preparado.

Giró sosteniendo a Juramentada con ambas manos. Con la primera pasada cortó las bases de sus lanzas. La segunda los atravesó de un solo mandoble. Acero, carne o madera, no importaba. No para una hoja esquirlada.

Dalenar agitó su hoja para limpiar la sangre, deteniéndose para mirar un segundo al rey. Elhokar seguía luchando, pues su oponente era bastante más diestro de lo que el propio Dalenar había sido. Dalenar se giró, buscando al último portador de esquirlada, y le encontró peleando contra Aredor a escasa distancia. Ambos hombres seguían montados, y luchaban sin que los demás combatientes les molestaran. Los lanceros se guardaban mucho de romper el Protocolo atacando a Aredor mientras estuviera envuelto en el duelo.

Dalenar se detuvo un instante, contemplando a su hijo. Y luego apartó la mirada. Aredor estaría bien, el chico era un espadachín casi tan bueno como lo había sido su hermano, y este no sería su primer duelo en el campo de batalla. En cambio, Dalenar mantuvo un ojo atento sobre los soldados prallan. Su línea se estaba rompiendo por diferentes secciones, y le satisfizo ver como un grupo de soldados vistiendo un uniforme azul se acercaba a escasa distancia.

En segundos, los lanceros prallan retrocedieron hacia el grueso de la batalla. Por encima de ellos, en la distancia, la alta tormenta que se aproximaba dominaba el cielo, su oscuridad deslizándose hacia delante como la noche a punto de caer. Pronto llegaría. Dalenar se giró, su sección del campo de batalla quedó súbitamente en silencio mientras los hombres se desplazaban para luchar en otras direcciones, dejando a los portadores de esquirlada que se batían en duelo junto al cadáver de la torre caída.

Dalenar captó movimiento por el rabillo del ojo, y miró hacia la batalla de Aredor. Su hijo blandió la espada, golpeó a su oponente en el pecho con un poderoso golpe que empujó al hombre hacia atrás de su caballo haciéndole caer al suelo, mientras la hoja esquirlada se le resbalaba entre los dedos. Aredor bajó su hoja, y el prallan alzó sus manos en señal de rendición. Perdería su armadura y su hoja, pero conservaría la vida.

Por su aparte, Elhokar no se estaba desenvolviendo tan bien. Luchó con los fluidos movimientos de la forma de aire, una estancia de duelo que nunca le había terminado de encajar. Elhokar era un hombre temperamental y de golpes fuertes, pero siempre se había resistido a las sugerencias de Dalenar para que estudiara la forma de fuego o la de cuarzo. La forma de aire era para los reyes, había replicado siempre Elhokar.

Su oponente luchó con los cuidadosos y evasivos ataques de la forma de humo. El hombre de la armadura marrón era a todas luces un maestro del estilo. Atacaba con cuidado, sin aplicar jamás demasiada fuerza, pero cada golpe debilitaba la armadura esquirlada de Elhokar. El rey erraba sus propios golpes más veces de las que acertaba.

Dalenar se acercó silenciosamente, uniéndose a su hijo y al portador de esquirlada derrotado para contemplar el duelo real. Después de todo lo que había pasado, años de acusaciones, de escaramuzas en las fronteras, y la atrevida invasión final a través del estrecho cuello del mar de Chomar, todo podía terminar con el simple golpe de una espada. Elhokar debería haberse quedado en su torre, para estar allí donde no se le pudiera retar.

Y aún así, a Dalenar le costaba contener su frustración. El padre de Elhokar habría sido más inteligente, pero eso era porque había tenido que aprender mejor. Nolhonarin casi había perdido su vida en medio tenset de duelos estúpidos antes de aprender a controlarse.

Todo sucedió en un segundo. Elhokar bajó la guardia. El hombre de marrón atacó. El golpe alcanzó a Elhokar en la cabeza, hundiendo su yelmo, que giró bloqueando su visión mientras caía al suelo por la fuerza del golpe. Dalenar inspiró rápidamente, pensando en su propio duelo unos momentos antes.

Y entonces Elhokar atacó. Con su espada guiada por instinto, y los ojos bloqueados por el acero, Elhokar hizo un gesto con su espada hacia delante mientras se arrodillaba sobre la piedra. La hoja se deslizó suavemente por el pequeño resquicio de la armadura de su contrincante, dirigiéndose al corazón. El portador de esquirlada enemigo se sacudió, para luego soltar su arma y caer hacia atrás. El arma resonó contra el suelo ante Elhokar.

—Majestad —dijo Dalenar aliviado, acercándose mientras Elhokar se ponía en pie y se sacaba el yelmo—. Ese duelo ha ido muy justo.

El rey arrojó el dañado yelmo a un lado con un gesto distraído.

—Siempre lo tengo todo controlado, tío.

—¿Incluso cuando no puedes ver lo que estás haciendo? —dijo Dalenar con un bufido.

Elhokar se giró hacia él, con mirada desafiante.

—Fuiste tú quien me enseñó que un verdadero duelista golpea con su alma, no con sus ojos. Mi oponente era un necio —volvió a girarse, obviamente considerando que el tema estaba zanjado, y contempló la torre caída—. El Traidor no estaba aquí.

—No, majestad —respondió Dalenar al tiempo que asentía con la cabeza a su hijo para que se acercara a recoger las hojas esquirladas de los hombres abatidos.

Como botín de guerra ganado por hombres que ya poseían hojas, las armas se convertirían en propiedad del rey, para que este las distribuyera a su criterio.

Elhokar frunció el ceño, volviéndose hacia el campo de batalla y estudiando los movimientos de las tropas. Era complicado distinguir la masa de marrón y azul sin la posición aventajada que ofrecía la torre. Miles de hombres, cientos de escuadrones, lucharon en el campo. Tenían que llevar al rey al resguardo que suponían sus líneas antes de que los generales del Traidor decidieran una vez más intentar su vida.

—¿Qué es eso? —dijo Elhokar, señalando un con el puño todavía cubierto por el guantelete.

Al principio Dalenar temió la posibilidad de ver una nueva torre. Pero el rey estaba señalando hacia la ladera rocosa de una colina al fondo del campo de batalla, tras la línea de los alez.

Dalenar entornó los ojos, intentando averiguar qué había llamado la atención del rey. El cielo que se iba oscureciendo dificultaba la posibilidad de distinguir algo.

—El flanco occidental —dijo Aredor, acercándose a su padre, sosteniendo las tres hojas esquirladas cuidadosamente ante él—. Nuestra línea se retira.

Elhokar maldijo.

—¡Ese movimiento deja totalmente expuesta a nuestra línea central! ¿Quién está al cargo allí?

—Mi hijo —respondió Dalenar.

—¿Renarin? Ese muchacho sería incapaz de batirse en duelo con una mujer ciega.

—Tiene mucha experiencia en táctica —respondió Dalenar secamente—. Si querías dejar al cargo a otra persona, deberías haberlo hecho antes de abalanzarte para intentar que alguien te matara.

Elhokar se giró, con los ojos oscurecidos ante la falta de respeto.

«Ten cuidado» se dijo Dalenar a sí mismo. «Este no es tu hermano. Elhokar es un hombre distinto»

—Deberíamos regresar, Majestad —dijo Dalenar reprimiendo su ira —. Este sitio no es seguro.

Elhokar movió la mano con un gesto despectivo ante la palabra «seguro». Su guardia de honor al fin había conseguido alcanzarles, atravesando un claro que se iba abriendo entre en ejército prallan, separándolo en dos fuerzas. En la distancia, varias torres prallan se movían hacia delante para unirse a la refriega. Un último intento desesperado de dar un giro a la batalla. Y aún así, con la línea central alez amenazada, podían realmente marcar una diferencia.

Dalenar sintió un súbito arrebato de preocupación. A duras penas habían conseguido ganar la batalla. Pero si los prallan presionaban al oeste, y esas torres resistían…

«Renarin, en nombre del Que Otorga Pensamiento, ¿qué estás haciendo?»

La guardia de honor se aproximó, acompañada de un gran grupo de lanceros y un hombre a caballo. Meridas dirigió un vistazo a los cadáveres y a la torre caída con su indiferencia habitual. Y a pesar de todo, Dalenar se sintió impresionado al ver cómo el hombre se acercaba. Meridas no era un portador de esquirlada, su armadura era una sencilla coraza de acero corriente, y llevaba una espada común colgando del lado. Aventurarse desde la relativa seguridad que ofrecía la torre era un gesto valiente, incluso si iba acompañado de varios cientos de soldados.

—Meridas —dijo el rey conforme el consejero le ofrecía una reverencia deferente —. Bien, necesito tu caballo.

—¿Majestad? —preguntó preocupado el mercader mientras Elhokar despedía a su hoja, el arma transformándose en humo nuevamente, y daba un paso al frente, haciendo un gesto al mercader para que desmontara.

—Elhokar… —dijo Dalenar con tono avizor.

Pero el rey se limitó alzar la mano con gesto seco.

—Simplemente voy a regresar a la torre, tío. Necesito averiguar en qué clase de desastre ha transformado tu hijo nuestra batalla.

—Los exploradores han descubierto un ejército prallan a lo lejos, en el oeste —explicó Meridas mientras bajaba del caballo—. Le dije que te enviara un mensajero, pero en vez de hacerlo, desbandó la fila central ante el temor de que les flanquearan.

Dalenar frunció el ceño, comprendiendo finalmente la disposición de Meridas a adentrarse en el campo. Este no era el leal vasallo enfrentándose a la batalla en busca de su rey, era el subordinado petulante en busca de alguien que escuche sus patrañas.

—Majestad —dijo Dalenar dando un paso al frente—. Espera a Aredor para…

El rey montó en el caballo de Meridas, para luego ponerle al galope sin mediar palabra. Dalenar intento invocar su frustración, pero se estaba volviendo algo más difícil cada vez. Había jurado dedicar su vida a defender al hijo del hermano que había amado. Podías bloquear las lanzas, podías batirte en duelo con portadores de esquirlada, pero la obstinación del chico era una batalla perdida.

Tras él, varios ayudantes arrancaban la armadura esquirlada del joven que Dalenar había matado. No había sido mucho mayor que Renarin, un chico que se había visto forzado a desempeñar el papel de un hombre debido a las circunstancias y su título. Tiempo atrás, ira y furia habían alimentado el poder de Dalenar. Ahora, la pena mermaba su fuerza tan implacablemente como el paso de los años.

Estaba tan distraído por las desagradables emociones que tardó un instante en percatarse del grito de Aredor. Dalenar alzó la cabeza de golpe, volviéndose hacia su hijo, que saltó sobre su caballo mientras invocaba su hoja esquirlada.

Dalenar siguió la mirada de su hijo, mirando más allá de la frenética guardia de honor, y a través del perplejo Meridas. Habían desmontado al rey de algún modo, que estaba de pie, aturdido, con su hoja esquirlada sin invocar aún. Por encima de él se alzó una figura a caballo con el arma preparada para atacar de nuevo. Un cuarto portador de esquirlada. ¿De dónde había salido?

Estaban demasiado lejos. Aredor no podría alcanzarle, y la guardia de honor había quedado atrás. Cadáveres vistiendo uniformes azules se apilaban alrededor de ambas figuras, hombres que habían sido abatidos mientras Dalenar no miraba. Otros lanceros huían, o estaba de pie desconcertados. El rey…

Un lancero solitario vestido de azul corrió entre las rocas y saltó sobre el portador de esquirlada desconocido. Un único hombre.

Pero fue suficiente. El lancero voló con un salto heroico, echando a un lado su lanza mientras agarraba la cintura del portador de esquirlada. El peso desvió el golpe del sorprendido prallan, que no llegó a hacer blanco en el rey. Al perder el equilibrio, el portador buscó sus riendas desesperadamente, sin éxito. Trastabilló, con el bravo alez colgando tenazmente de su cintura.

El rey se recompuso, invocando su hoja esquirlada y retrocediendo. Tensets de soldados a pie, dándose cuenta de que esta era su oportunidad, se abalanzaron sobre el portador de esquirlada caído con las lanzas en alto.


—¿De dónde salió? —preguntó Dalenar hablando sobre el portador de esquirlada.

La armadura del hombre era algo antinatural e indescriptible. No lucía cicatrices tras la batalla, ni blasones tampoco, ni sedas ni adornos. Incluso había borrado la pintura, dejando a la vista un insulso color gris. El rostro del hombre era un amasijo, el lancero alezkar se había asegurado por completo de que no pudiera levantarse para buscar venganza.

Más extraña todavía era su hoja esquirlada. No era una inmaculada, ya que lucía las filigranas de un arma que había sido vinculada hace mucho. Este no era un hombre que hubiera heredado recientemente. Dalenar había observado al hombre vivo durante un corto espacio de tiempo, pero esas valoraciones breves eran el alma de los duelos. Aquel había sido un guerrero que se sentía cómodo luchando a caballo, un hombre que sabía a la perfección dónde atacar a un enemigo en pie. Un hombre que había conseguido descabalgar, y que estuvo a punto de matar, a Elhokar.

—Llegó desde las filas posteriores, padre —dijo Aredor con calma. El joven hombre estaba de pie junto a Dalenar, contemplando el cadáver—. Le vi demasiado tarde, cabalgó a través de un conducto que se abrió entre nuestras propias fuerzas cuando dividieron a los prallan. Se movió con presteza, cubriendo su aproximación al permanecer lo más bajo posible en la superficie. Abatió el caballo del rey de un solo golpe, y luego esperó hasta que su Majestad se levantara para propinar su segundo ataque.

—Era cieno prallan —Elhokar escupió las palabras en voz alta. Se mantenía a escasa distancia, todavía sin yelmo, despidiendo con un gesto a curanderos y ayudantes—. Ignoró el Protocolo. Me atacó cuando todavía no había invocado mi hoja esquirlada, e intentó golpearme cuando todavía estaba desmontado. Despojad de su armadura para mí y dejad que el cuerpo se pudra junto a los hombres corrientes. No lucía blasón, así que no tendrá el entierro de un lord.

Dalenar permaneció en el sitio durante más tiempo, contemplando el destrozado rostro del lord, antes de sacudir la cabeza. Quienquiera que hubiese sido, probablemente era mejor para su familia, y para su legado, que aquel deshonroso ataque al rey permaneciera desvinculado de su nombre.

En la distancia, la Torre Real y sus enormes chulls se acercaban hacia ellos, aunque por el momento la estéril ladera (la misma donde el rey estuvo a punto de perder la vida) se había transformado en un improvisado centro de mando. La orden de Elhokar, complementada con las sugerencias aportadas por lady Jasnah cuando estuvieron en la tienda de campaña, reorganizaron las líneas y minimizaron el daño que el movimiento de Renarin había ocasionado. En cuanto a los cinco mil hombres a quienes Renarin había ordenado atacar al segundo ejército, no podían hacer nada. Al menos, hasta que la alta tormenta hubiera pasado.

—¿Mi señor? —dijo un hombre con tono esperanzado.

Dalenar se giró, percatándose de la presencia de un lancero de barba descuidada con amplia sonrisa y el glifo que indicaba el rango de un quinto infante.

—¿Qué sucede? —preguntó Dalenar.

—Veréis, mi señor, soy el capitán del escuadrón que mató al portador de esquirlada —dijo el hombre ansiosamente.

Dalenar recordó al portador caído una vez más. Tradicionalmente, tanto la armadura como el arma iban a parar al lancero afortunado que acabase con la vida del portador, ascendiéndolo de inmediato al rango de lord y al estatus de portador de esquirlada. En cualquier caso, la experiencia ya había demostrado que en la práctica se necesitaban esfuerzos en equipo para derrotar a un portador. Cuando no podía determinarse quién había asestado el golpe definitivo, la hoja se concedía al comandante del escuadrón que había realizado la hazaña.

Dalenar miró al rey, que estaba conversando con mensajeros de la torre real en voz baja, mientras su rostro se mostraba cada vez más iracundo. Al menos un tenset de soldados se mantenían a corta distancia suya, uno de ellos portando una lanza ensangrentada, con los ojos anhelantes. Sin duda, su capitán les había prometido una recompensa por su ayuda, una vez que se hiciera con la hoja esquirlada.

«Esos eran hombres que, hace tan solo unos instantes, no pudieron apartarse lo suficientemente rápido. Se esparcieron y dejaron solo al rey ante su destino. Ahora reclaman la recompensa para sí mismos.»

—Majestad —dijo Dalenar en voz alta, atrayendo la atención tanto del rey como de sus ayudantes.

—¿Qué? —ladró el rey.

—¿Qué deberíamos hacer con la hoja y la armadura de este hombre?

Elhokar hizo un gesto con la mano de indiferencia.

—Dáselas al capitán de los lanceros.

El capitán dejó escapar un soplido de alivio al escuchar el comentario, sonriendo ampliamente.

Dalenar frunció el ceño.

—Majestad, ¿puedo sugerir que demos el botín al hombre que os salvó, el que arrancó al lord desconocido de su montura?

El rostro de Elhokar se oscureció tras escuchar las palabras «os salvó». Pero a pesar de todo, hizo un gesto de consentimiento con la mano, devolviendo la atención a sus mensajeros y enviando a varios de ellos en diferentes direcciones.

—¿Bien? —demandó Dalenar, girándose hacia el estupefacto capitán de los lanceros—. ¿Dónde está?

—Merin se llevó un golpe en la cabeza al caer de la silla —dijo un soldado.

Dalenar se abrió paso, uniéndose a un grupo de lanceros que estaba arrodillado alrededor de una forma inconsciente. El salvador del rey era sorprendentemente joven. De unos dieciséis o tal vez diecisiete años.

—Haced que le lleven a las tiendas de los curanderos —Dijo Dalenar—. Decidles que ahora es un noble.

Varios soldados asintieron y Dalenar se giró, dirigiendo su vista hacia el cielo. El cielo parecía hervir con la oscuridad, nubes que surgían de otras, arrastrándose hacia delante. Un instante después, la alta tormenta estalló.


Dalenar se arrebujó en su capa, reclinado contra el interior de la Torre Real. La madera gemía a su espalda, sacudiéndose debido al viento de la alta tormenta en el exterior. Por suerte, se trataba de una simple tormenta primaveral. En el campamento, los recogelluvia estarían recolectando la preciada agua, sin la cual el ejército tendría dificultades para sobrevivir en las tierras tormentosas. Pero en el campo de batalla, la lluvia no era más que un inconveniente, uno que Dalenar, sentado en el interior de la torre de madera, no tenía que afrontar. Ser noble tenía sus privilegios.

Los prallan no deberían haber comprometido sus torres. El viento, aunque no era tan fuerte como el de una tormenta de verano, no era desdeñable. Y más importante aún, las torres prallan no estaban bien construidas. Las torres reales alez habían sido diseñadas por los mejores arquitectos de Roshar, la parte superior podía replegarse para reducir su altura, y sus laterales tenían cuerdas que podían amarrarse o ser sujetadas por desafortunados soldados. Podían sobrevivir cualquier tormenta, menos las más furiosas.

Los prallan no tenían tanta suerte. Habían lanzado sus torres apresuradamente para defenderlos de la avanzadilla alez. Eran débiles y endebles. Los mensajeros se acercaban periódicamente a la puerta de la torre, completamente empapados por la tormenta, con novedades de lo que sucedía en el exterior. Aproximadamente la mitad de las torres del Traidor, que ya no estaban protegidas tras las llanuras como debería haber sido, se habían derrumbado ante el poder de la tormenta. Una vez más, la planificación de lady Jasnah había demostrado su eficacia. Aunque por un instante el resultado de la batalla había parecido incierto, el tiempo de preocuparse había quedado atrás. Sin sus torres, los prallan tenían pocas esperanzas de victoria, a pesar de la maniobra de Renarin.

La batalla se había detenido por el momento. Las altas tormentas primaverales duraban aproximadamente una hora, y eran lo suficientemente ventosas y oscuras como para que luchar resultara inútil. Los hombres suficientemente importantes como para permanecer secos se refugiarían en el interior de las torres, mientras que el resto tendría que buscar recovecos en la zona.

Dalenar tembló. Costaba creer que hacía apenas media hora había estado sudando en su armadura. Había tenido que esperar bajo la tormenta varios minutos mientras se preparaba la torre, por lo que había quedado empapado tras los primeros embistes de la lluvia. Su armadura parecía absorber el frío de la tormenta, y podía sentirlo en su cuerpo. Por suerte, no tenía que preocuparse porque se fuera a oxidar, las armaduras esquirladas eran tan resistentes ante los elementos tan bien como ante las armas. El propio traje de Dalenar había permanecido en su familia durante cuatro siglos, y antes de eso, había pertenecido a otra familia real. De hecho, no existía un juego que no se remontara a la Novena Época o incluso a épocas anteriores. Hasta los juegos de armadura más nuevos tenían prácticamente mil años, y otros habían perdurado durante casi dos milenios.

Habían sido creadas por los Despertadores para potenciar la fuerza del hombre, al igual que su resistencia y agilidad. Por desgracia, cuando los artesanos de los Reinos de Época hicieron la armadura, no pensaron en añadir algún tipo de poder sanador místico. Dalenar tembló una vez más, refunfuñando para sí sobre los Despertadores y su, por lo general, carencia de comprensión en cuanto a cuestiones prácticas.

Se inclinó hacia delante, intentando calentar sus manos en la linterna. A su alrededor, lores y generales estaban sentados hablando en voz baja. Elhokar esperaba con impaciencia al final de la sombría estructura, apoyado contra uno de los laterales de la torre. Posiblemente habría cabalgado en la tormentas de haber pensado que podría salirse con la suya.

Renarin estaba sentado junto a su hermano, dando aparentando estar más abatido de lo que se sentía Dalenar. El chico había soportado la peor parte de una reprimenda real por la problemática decisión que había tomado.

Dalenar sacudió la cabeza. De alguna manera, el Traidor se había sacado más tropas de la manga. Según los informes de inteligencia, el hombre se había visto obligado a destinar hasta su último soldado en el campo de batallas. Y aún así, había encontrado más. Para cuando descubrieron el ejército secreto que les flanqueaba, la mayor parte de las reservas alez ya estaban dispuestas en el campo de batalla, dado que la estrategia básica indicaba que tan pronto superabas al enemigo, querías derrotarlo con la mayor contundencia posible.  En cuanto Elhokar se hizo con la ventaja, casi todas las reservas se destinaron a incrementar la presión sobre los prallan, forzándoles a utilizar sus torres.

Al quedarse sin reservas, Renarin decidió retirar la línea occidental para que hiciera frente a las fuerzas que avanzaban. Lamentablemente, no esperó a recibir un informe completo de exploración antes de ejecutar su movimiento. Desconocían cuántos prallan les esperaban, ya que la alta tormenta había golpeado antes de que los mensajeros pudieran realizar un cálculo preciso, y aún así Renarin siguió adelante con su maniobra. Debería haber enviado más exploradores, y debería haber enviado un aviso al rey para informarles de las fuerzas que avanzaban en su dirección.

La maniobra de Renarin había sido terrible, pero se había fraguado con prisas. No es una decisión que Dalenar hubiera tomado, pero podía imaginar a otro comandante dando la misma orden. El rey no era tan indulgente como Dalenar. Estaba furioso por no haber sido informado. Por desgracia, la falta de confianza en sí mismo de Renarin tan solo había servido para alimentar la reprimenda de Elhokar.

Al otro lado de la torre, el rey seguía mostrándose inquieto. Dalenar conocía bien al joven rey. No estaba furioso con Renarin por haber comprometido las reservas. Le habría perdonado en mayor parte de no haber sido por un único hecho: los exploradores informaron que el propio Traidor en persona cabalgaba con el flanco. Dalenar podía ver cómo se crispaban las manos de Elhokar, anhelando invocar su hoja para atacar al hombre que había asesinado a su padre.

Dalenar sacudió su cabeza. Elhokar no tenía porqué preocuparse. El ejército al completo sabía que el rey había jurado castigar duramente a quien le arrebatara el placer de matar personalmente al Traidor. Las fuerzas de Renarin no habrían atacado el estandarte del Traidor hasta la llegada del rey. Además, se habrían detenido con la llegada de la alta tormenta al igual que el resto del ejercito. Elhokar tendría pronto su oportunidad. Una vez la tormenta hubiera amainado, el rey volvería a tener el mando y podría cabalgar para comprobar si los informes de los exploradores eran correctos.

La torre emitió un último quejido con su madera crujiendo, agitándose con ante una ráfaga final de viento, y luego todo quedó en calma. La alta tormenta había pasado.

—Reúne a mi guardia de honor y búscame otro caballo —dijo Elhokar a un ayudante, caminando con paso firme y rápido hacia la puerta. Se detuvo, mirando hacia atrás—. Date prisa, tío, a menos que quieras volver a quedarte atrás.


El agua podía proporcionar vida incluso en las aparentemente desoladas tierras tormentosas. Los rocabrotes parecían simples rocas hasta que sentían el agua sobre sus caparazones. Con la caída de la lluvia traída por las altas tormentas, las falsas rocas se abrían, revelando los delicados pétalos y las sedientas vides que albergaban en su interior. Las plantas se abrían únicamente después de una tormenta, con sus pétalos desperezándose para recibir con alegría unos breves instantes de sol, sus vides arrastrándose para alcanzar los charcos formados por el agua de la lluvia. Minúsculos crustáceos parecidos a cangrejos se escabullían por grietas y fisuras, escarbando entre el fango creado temporalmente y alimentándose de las plantas que quedaban expuestas.

Deambular entre las piedras resbaladizas, contemplando los rocabrotes florecientes, hizo que Dalenar pensara en su hogar. Una tierra conde las plantas no tenían que esconderse en el interior de caparazones rocosos durante las altas tormentas. Kholinar, una tierra donde las paredes de piedras estaban recubiertas de pólipos en flor, un lugar donde las rocas estaban recubiertas por parras y el aire era fresco y húmedo. Las altas tormentas eran débiles en el lait de Kholinar. El valle ubicado en tierras bajas estaba rodeado por montañas lo suficientemente altas como para protegerlo de la furia de los vientos, pero que no eran tan escarpadas como para suponer un peligro por inundaciones súbitas.

Antaño, las batallas habían ocasionado que Dalenar quisiera más de lo mismo, pero ahora tan solo parecían hacerle anhelar la calidez de su hogar. Si todo iba bien, podría estar de regreso en Kholinar en un mes.

Al frente, Elhokar cabalgaba desafiante, atravesando las rocas a lomos del caballo ruano de otra persona. A su alrededor marchaban siete mil soldados y un tenset de portadores de esquirlada, Dalenar y sus dos hijos incluidos. Si era cierto que el Traidor marchaba junto a su fuerza para flanquear, no podría escaparse de un duelo con Elhokar.

Dalenar apremió su montura, con la armadura tintineando mientras cabalgaba junto a la montura del rey. Su cuerpo se quejaba por el movimiento, lo había puesto al límite con frecuencia en las últimas semanas, y lo que quedaba del viaje sería incluso peor. Elhokar montaba uno de los últimos caballos que quedaban en todo el ejército. Importar los animales desde Shinavar resultaba eran tremendamente caro, y mantenerlos en el severo clima de las tierras tormentosas era todavía más duro. Incluso varios nobles había tenido dificultades para permitirse una montura. De las diez que Dalenar había traído consigo hasta Prallah, solo dos sobrevivían, y no tenía pensado arriesgar ninguna otra en la batalla.

—Elhokar —dijo Dalenar mientras se acercaba al caballo del rey—. Esto no me gusta. No hemos tenido noticias de la fuerza que mandó mi hijo, y seguimos sin conocer el tamaño del enemigo. Podríamos estar dirigiéndonos a una emboscada.

Elhokar no respondió. Sin embargo, tenía su hoja presta en la mano.

—He enviado exploradores, tío —respondió—. No cometeremos el mismo error que tu hijo.

Dalenar suspiró. Las tierras tormentosas se extendían en la distancia, interminables montañas de piedras desnudas rotas únicamente por alguna formación rocosa. Directamente ante ellos, la piedra se alzaba en un butte de tamaño moderado, de laterales escarpados y formado por rocas de un tono marrón oscuro. El último informe recibido de las fuerzas de reserva les emplazaba a poca distancia de donde se encontraban, al otro lado del butte.

Para Dalenar, algo no iba bien. Estaban demasiado lejos como para vislumbrar nada, pero sus conclusiones nacían del instinto más que de la vista. La sensación de temor en su interior se confirmó con la visión de un explorador que se aproximaba, corriendo entre las montañas con paso imperioso.

—¡Detened la columna! —ordenó Dalenar.

Elhokar le miró, pero no contradijo la orden. Los siete tensquads se detuvieron, esperando a que el solitario explorador se aproximara.

—¿Qué está ocurriendo allí? —preguntó Elhokar tan pronto llegó el hombre—. ¿Hay lucha?

El explorador negó con la cabeza, mientras intentaba recuperar el aliento.

—No, Majestad… o al menos, ya no…

—¿Qué? ¿Qué has visto?

El explorador sacudió nuevamente la cabeza, con la mirada llena de confusión.

—Están… muertos, Majestad. Todos.


El explorador no había exagerado. Dalenar caminó solemnemente por el campo repleto de cadáveres, uniformes azules y marrones entremezclados, armas aferradas por dedos muertos. El pequeño valle era una escena de absoluta carnicería. Nada se movía, incluso el viento parecía estar en silencio, como si el mismísimo Todopoderoso dudara en pronunciar palabra.

Los soldados de sus siete tensquads permanecieron de pie al borde del campo de batalla, contemplando a los caídos, allí donde el rey les había dicho que se quedaran. Únicamente los portadores de esquirladas y unos pocos comandantes de importancia se aventuraron a través del campo, examinando a los muertos.

Dalenar frunció en ceño, arrodillándose junto al cuerpo de un soldado caído, un joven lancero vestido de azul. El chico llevaba una falda de piel y la coraza de madera con el estandarte de la infantería alez. Pero no había sido asesinado por otro lancero, el lateral de su cráneo había sido aplastado. ¿La infantería pesada, tal vez? La mayoría de la infantería pesada cargaba con martillos, mazas, o hachas en vez de lanzas. Pero la infantería pesada constituía una porción muy pequeña dentro de la mayoría de ejércitos, y eso era algo que aplicaba perfectamente a los prallan, que no poseían los recursos del ejército alez.

Se puso en pie y merodeó por el campo, examinando a los caídos, esforzándose por ver más allá de los rostros de los muertos, intentando sentir la cadencia de la batalla que había reclamado sus vidas. Era obvio a todas luces que la fuerza prallan había sido mayor, sensiblemente mayor. Por lo menos había tres cadáveres vestidos de marrón por cada uno de azul.

«Casi quince mil…» pensó Dalenar asombrado. «¿Cómo, en nombre del Portador de Leyes resistieron nuestros hombres semejante número?»

El valle quedaba delimitado a un lado de la meseta, y tenía una enorme grieta atravesando el suelo en dirección opuesta. Podría haber sido posible para los soldados alez utilizar el valle con forma de columna para mantener un frente regio, previniendo que les rodearan. Pero esa era una maniobra defensiva. Incluso si los alez hubieran conseguido mantener la formación, no hubieran conseguido acabar con tantos enemigos.

Además, los cadáveres le indicaban a Dalenar una historia diferente. No hablaban de una formación defensiva sino de ofensiva caótica, una mezcla dispersa de facciones. Muy pocos hombres a lo largo de todo el campo habían muerto por una lanza, pero prácticamente todos tenían una. Sus heridas no tenían rastro de sangre, como su hubieran luchado y muerto bajo la lluvia de la alta tormenta.

No tenía sentido. Incluso considerando que hubieran supervivientes prallan, parecía imposible que tantos hubieran muerto a manos de la fuerza alez, especialmente si se tenía en cuenta que el ejército prallan poseía una infantería pesada tan grande como indicaban los daños. Algo estaba mal, muy mal.

«Es imposible que nuestras fuerzas hicieran esto» pensó Dalenar escudriñando el campo de batalla. «Incluso con tres portadores de esquirlada, no podrían haber hecho tanto daño.»

Algo muy extraño había acontecido en este campo de batalla. Los muertos le susurraban pistas de su lucha, y solo había una cosa que tuviera sentido. Una tercera fuerza había atacado a ambos bandos. Pero, ¿cómo podría haberse reunido una fuerza semejante sin que los exploradores de Elhokar les localizaran, y como habían escapado sin dejar rastro?

Todavía debían estar cerca.

—¡Majestad! —dijo Dalenar—. Quiero que salgas de aquí. Ahora mismo.

El rey le ignoró, pasando por encima de un cadáver, acompañado por Meridas y a orden de Dalenar, por Renarin y Aredor para protegerle. Elhokar caminaba entre los cuerpos con indiferencia, o tal vez, preocupación. No era una persona insensible, sino determinada. Sus ojos buscaban algo.

Dalenar estudió el paisaje con urgencia, sintiendo peligro. Pero no encontró ninguno. Era una meseta baja, y no podía ver nada en su cima. De todas formas, hizo una seña a unos pocos exploradores y les mandó a investigar. Luego se dirigió al abismo. No era una característica insólita. La lluvia provocada por las altas tormentas tallaba muchas fisuras y brechas en la piedra. Los lados eran escarpados, y el fondo contenía tan solo escombros. Ningún hombre había atacado desde las cercanías del abismo.

—¡Allí! —gritó el rey súbitamente.

Dalenar miró y vio a Elhokar saltar sobre un cadáver para salir a la carrera. Maldijo, forzándose a sí mismo a seguirlo, corriendo en el interior de su armadura esquirlada e intentando ser tan respetuoso con los muertos como le fuera posible. Mantuvo la vista en alto, con la sensación de peligro todavía fresca. No apareció ningún ejército para atacar. Si es que acaso una tercera fuerza había caído sobre estos hombres bajo la lluvia, se había marchado rápidamente para evitar represalias.

Dalenar alcanzó al rey cuando Elhokar se arrodilló para tirar de un estandarte ensangrentado. Tenía el glifo Jie. Bajo el estandarte se encontraba un rostro inolvidable. Una vez se le había conocido como Oshlen Reil, aunque su nombre de lord le había sido arrebatado tras asesinar al rey Nolhonarin. Desde aquel día, Oshlen había sido simplemente conocido como el Traidor.

Y estaba muy, pero que muy muerto.

—No… —dijo Elhokar cayendo de rodillas sobre el suelo ensangrentado, agachando la cabeza.

Aredor dio un pequeño codazo a Dalenar, señalando a un lado.

—Ese es Talhmeshas —dijo señalando a otro cadáver.

Talhmeshas Pralir, rey del estado prallan de Pralir, la nación que había dado cobijo al Traidor e invitado a la invasión alez. Dalenar frunció el ceño estudiando los cuerpos. Ambos despojados de sus hojas y armaduras.

Elhokar permaneció de rodillas, conmocionado, ante el cadáver del hombre que había asesinado a su padre. Al cabo, tomo su hoja esquirlada y la clavó en la piedra, atravesando el rostro del hombre muerto.

—Todos estos años —susurró Elhokar—, luchando. Buscándole. Ansiando su sangre en mi hoja…

Dalenar sacudió la cabeza. Al menos el rey no tenía a quien culpar por haberle arrebatado su venganza. El hombre que había acabado con el Traidor sin duda yacía muerto en algún rincón del campo.

Súbitamente, el rey miró hacia arriba y se puso en pie, liberando su hoja de la funda de piedra. Había… peligro en su mirada.

Dalenar sintió un escalofrío. No había a quien culpar salvo…

Elhokar señaló a Renarin.

—Tú me lo has arrebatado —siseó.

Dalenar apretó los dientes, poniendo una mano sobre el rígido hombro de Elhokar.

—Majestad…

Elhokar se zafó de la mano con un gesto brusco.

—No te metas en esto, tío.

El rey alzó su hoja colocándose en la estancia de duelo de la forma de viento, un pie delante, sosteniendo la hoja entre ambas manos.

Renarin dio un vacilante paso atrás, sin invocar siquiera su hoja. Elhokar había tenido razón en una cosa: el chico era un duelista horrible. Y, a pesar de todos sus defectos, Elhokar era uno de los mejores de Alezkar.

—¡Elhokar! —replicó secamente Dalenar, interponiéndose entre ambos—. ¡Este es mi hijo!

Elhokar se quedó de pie con el arma extendida. Dalenar únicamente había visto una mirada cargado de tanto odio en los ojos del joven rey una vez: el día en que encontraron el cuerpo de su padre. Finalmente, siseó lleno de rabia, pero liberó su hoja.

—Pierde su hoja esquirlada —ladró Elhokar, irguiéndose—. Desciende de quinto a décimo tercer lord, y no heredará, ni siquiera si Aredor muere.

—¿Qué? —preguntó Aredor incrédulo, acercándose a su hermano pequeño. Dalenar se percató de que la hoja de Aredor seguía con él, y a diferencia de su hermano, Aredor era bastante competente.

—Elhokar —dijo Dalenar dando un paso hacia el rey—, esto es demasiado. El chico únicamente hizo lo que…

—El liderazgo del chico me ha transformado en un rompejuramentos —dijo Elhokar—. Prometí que yo mismo acabaría con la vida del Traidor, todo hombre en la armada lo sabe. Los soldados que desobedecen mis órdenes están muertos, pero la responsabilidad por sus actos recae sobre quien los dirige.

Dalenar se abstuvo de decir nada, temiendo que su respuesta no fuera la de un noble. Su mano, no obstante, se estremeció la familiar empuñadura de Juramentada.

—No se trata únicamente de la muerte del Traidor, tío. El chico prácticamente nos cuesta la batalla de hoy. No voy a tenerle en una posición de mando nunca más. O bien entrega su hoja ahora, o me reta por la oportunidad de retenerla.

El viento empezó a soplar de nuevo, como una brisa, creando una ola entre las raídas capas de los fallecidos. Se lo denominaba la Voz del Todopoderoso. Dalenar sintió cómo le susurraba. Le susurraba templanza mientras apretaba los dientes, mirando al hijo del hermano que tanto había amado. Finalmente, se dio la vuelta.

—Haz lo que dice, Renarin —dijo.

—Padre, ¡no! —gritó Aredor.

No obstante, Renarin estaba tranquilo, como de costumbre, cuando invocó su hoja. Diez latidos que transcurrieron como si fueran una estación, y el muchacho se arrodilló, ofreciendo la hoja. Nolhonarin había presentado el arma a Dalenar en víspera del nacimiento del chico, como en su día hizo cuando nació Aredor. Renarin la había llevado desde el día de su charan.

Elhokar tomó el arma, y luego desenfundó una daga con mango de acero. Dio un golpe seco con la base de la daga en el pomo de la hoja esquirlada de Renarin, liberando el ópalo negro que formaba la pomopiedra. El ópalo era la «esquirla» de la hoja esquirlada, el objeto que posibilitaba vincular hombre y arma.

El ópalo cayó a las piedras con un tintineo suave. Luego Elhokar se giró, alejándose del campo de batalla. Los portadores de esquirlada y comandantes que se habían congregado alrededor de la escena se marcharon lentamente, sus rostros marcados por la incomodidad.

Renarin miró al ópalo caído. Aredor se arrodilló junto a su hermano, con la faz ensombrecida. Él habría luchado para conservar su hoja, era como su hermano mayor, Sheneres. Determinado, obstinado. Sheneres había muerto a manos del Traidor aquella misma noche, la noche en que Nolhonarin había fallecido. El chico murió defendiendo a su rey, pero Dalenar no tuvo tiempo de buscar su propia venganza. Únicamente la venganza del rey importaba. Dalenar era el Parshen de Elhokar. Su voluntad quedaba ensombrecida por la de su rey. Ese era su deber.

—Vamos, Renarin. Aredor —musitó—. Debemos regresar al campamento.

Antes de publicar revisar:

  • Butte: Butte en castellano https://es.wikipedia.org/wiki/Butte
  • Parshen: Renarin miró al ópalo caído. Aredor se arrodilló junto a su hermano, con la faz ensombrecida. Él habría luchado para conservar su hoja, era como su hermano mayor, Sheneres. Determinado, obstinado. Sheneres había muerto a manos del Traidor aquella misma noche, la noche en que Nolhonarin había fallecido. El chico murió defendiendo a su rey, pero Dalenar no tuvo tiempo de buscar su propia venganza. Únicamente la venganza del rey importaba. Dalenar era el Parshen de Elhokar.

Anotaciones al capítulo

Espero que os haya gustado la traducción de la historia. La verdad es que ha resultado muy entretenida y tiene muchos detalles para comentar. Si habéis leído El Camino de los Reyes, habrá muchas cosas que os resultarán familiares, pero otras que son desde bastante a muy diferentes.

El mundo de Roshar Prime

Roshar Prime está asolado por las mismas altas tormentas que conocemos, por lo que la flora y la fauna ha tenido que adaptarse para sobrevivir, desarrollando diferentes mecanismos, y como ejemplo podemos ver a los chulls, los rocabrotes y otros pequeños crustáceos, que comparten características y comportamientos como los que ya conocemos: se resguardan durante las altas tormentas, para luego salir a disfrutar del sol y alimentarse al amainar.

Se comenta que las altas tormentas tienen diferente intensidad y duración según las estaciones: «Los prallan no deberían haber comprometido sus torres. El viento, aunque no era tan fuerte como el de una tormenta de verano, no era desdeñable» y «La batalla se había detenido por ahora. Las altas tormentas primaverales duraban aproximadamente una hora, y eran lo suficientemente ventosas y oscuras como para hacer que luchar no sirviera de nada» , así que sabemos que son más intensas en verano, pero en primavera son algo más llevaderas y tienen una duración determinada. Desconocemos si las estaciones en este Roshar Prime se parecen más a las terrestres, o mantienen las peculiaridades de nuestro Roshar, pero lo que sí es cierto es que este fenómeno natural domina las vidas de todos los seres.

Hemos leído sobre diferentes localizaciones relacionadas con zonas geográficas: Shinavar, Kholinar, Prallan, Pralir, la tierra de tormentas, el mar de Chomar… Algunas nos resultan conocidas, como Shinavar (a pesar de que el nombre no es exactamente el mismo) o Kholinar; pero es la primera vez que leemos sobre otras.

La batalla descrita en este capítulo tiene lugar en las altas montañas prallan, llamadas también tierra de tormentas por la intensidad con la que impactan. Sabemos por lo que dice el texto que las altas tormentas aquí también pierden intensidad al viajar por el planeta, por lo que da la impresión de que las tierras prallan están en el este del continente, quizás donde nosotros recordamos las Llanuras Quebradas. El paisaje que describe es también árido, y de hecho se mencionan unos artilugios que utilizan para recoger agua y así tener suministros que les permitan subsistir en la hostil tierra durante su estancia: «En el campamento, los recogelluvia estarían recolectando la preciada agua, sin la cual el ejército tendría dificultades para sobrevivir en las tierra de tormentas.»

Aunque para mí, la diferencia más interesante es que para llegar hasta allí han tenido que viajar en barco a través del mar de Chomar. No tenemos nociones de distancias, pero Dalenar menciona que tardará un mes en volver a Kholinar desde allí. Esto me hace pensar que tal vez en esta versión primaria de la novela exista más de un continente. Y siendo así, se me ocurre una pregunta: ¿por qué este cambio de configuración geográfica? Y, ¿habrá un mar de Chomar o equivalente en nuestro Roshar?

Parece que Shinavar sigue siendo el origen de los animales que no comparten las características de la fauna local, ya que sabemos que los caballos proceden de allí, aunque la raza concreta de Viento de Tormenta, el caballo de Dalenar, no es un ruano como otros que se mencionan en este capítulo ya que se refiere a él como un shinavar. Tal vez este sea el protonombre de los ryshadios.

Kholinar es el lugar de origen de Dalenar y del ejército alez que acompaña a Elhokar en su cruzada: «Kholinar, una tierra donde las paredes de piedras estaban recubiertas de pólipos en flor, un lugar donde las rocas estaban recubiertas por parras y el aire era fresco y húmedo. Las altas tormentas eran débiles en el lait de Kholinar. El valle ubicado en tierras bajas estaba rodeado por montañas lo suficientemente altas como para protegerlo de la furia de los vientos, pero que no eran tan escarpadas como para suponer un peligro por inundaciones súbitas.»

Además, por la descripción que se hace de las diferencias entre alez y prallan, deducimos que Kholinar es un lugar bastante más rico y avanzado que Pralir, el reino con el que están en guerra. Podemos observar esto comparando las diferencias entre ambos ejércitos. Por ejemplo, las torres alez están tiradas por chulls, mientras que los prallan no pueden permitirse estas bestias, así como la propia construcción de las torres. Las diferencias entre la proporción de la infantería pesada que podemos encontrar en ambos bandos, el equipamiento de los propios soldados, etc.

Los personajes

Me ha resultado especialmente entretenido fijarme en los nombres de los personajes. Algunos ya los conocíamos, pero otros o bien no han aparecido todavía (y puede que no lo hagan jamás)  o han sufrido modificaciones, como nuestro gran amigo Meridas. También me parece muy interesante el cambio en los títulos nobiliarios.

  • Dalenar (Dalinar): este es el personaje que con el tiempo se convertiría en nuestro Dalinar. En esta encarnación, sigue siendo el tío del rey, mantiene parte la personalidad que conocemos, pero en vez de haber tenido solo dos hijos, ha tenido tres y uno de ellos, Sheneres, murió en el mismo momento que su propio hermano, el antiguo rey Nolhonarin. Tiene una relación especial con su caballo, Viento de Tormenta, al que aprecia mucho pero a diferencia de Galante, Viento de Tormenta fallece en la primera batalla. Quizás dentro de unos capítulo conozcamos una nueva montura. Está vinculado a una hoja esquirlada que mantiene el familiar nombre de Juramentada.
  • Sheneres: El hermano mayor de Aredor y Renarin, que falleció en batalla precisamente en las montañas de Prallan junto a su tío Nolhonarin mientras lo defendía del ataque del Traidor. No nos explican gran cosa sobre él, pero sabemos que hay ciertos rasgos de carácter que comparte con su hermano, Aredor: «Él habría luchado para conservar su hoja, era como su hermano mayor, Sheneres. Determinado, obstinado.»
  • Aredor (Adolin): es el mayor de los hijos de Dalenar que viven todavía. Es una gran duelista, preparado para la batalla, determinado y obstinado. Por lo poco que sabemos comparte muchos rasgos con Adolin (¡aunque todavía no sabemos si también tienen en común la afición por vestir a la última moda!). Aquí es cuando empecé a fijarme que la formación de los nombres siguen manteniendo las terminaciones de más frecuentes a las que estamos acostumbrados ya como: -am, -ar, -in, -or…
  • Renarin: es el hijo menor de Dalenar, y no es alguien que despierte muchas simpatías en Elhokar y quizás el resto del ejército debido a su personalidad insegura. A diferencia de Elhokar, parece que su inseguridad le vuelve más tímido y rehúsa el enfrentamiento directo. No es un gran duelista, y por su rango (tercer lord) se queda al mando para tomar decisiones estratégicas en las batallas, aunque por lo que hemos visto no es algo que parezca dársele muy bien. No vemos que esta versión de Renarin sufra de enfermedades que le impidan luchar bien, pero tiene sus propios problemas a superar.
  • Nolhonarin (Gavilar): junto a Aredor es uno de los nombres que más han cambiado. Sabemos muy poco de él más allá de la descripción física «El rostro de Nolhonarin había sido más plano, con una nariz amplia y chata. Y aun así, Nolhonarin había sido el mejor comandante que Alezkar había conocido jamás.», que fue quien dio sus hojas esquirladas a los hijos de Dalenar al nacer, y que él mismo tuvo al menos dos hijos: Elhokar y Jasnah. También se nos habla un poco sobre su personalidad y su rendimiento como duelista: «El padre de Elhokar habría sido más inteligente, pero eso era porque había tenido que aprender mejor. Nolhonarin casi había perdido su vida en medio tenset de duelos estúpidos antes de aprender a controlarse.» Me resulta llamativa una diferencia sobre la forma en que murió. Gavilar murió en su propio palacio durante la firma de un tratado de paz, huyendo de Szeth, que fue asesinando a todos los guardias con los que se cruzó en el camino. Nolhonarin murió en el campo de batalla, en las mismas colinas donde se desarrolla la acción de este capítulo, a manos de otro alez (damos por supuesto que el traidor era alez, aunque igual podía ser prallan). En esta versión los guardias sin nombre que se cruzaron en el camino de Szeth se han cambiado por el hijo de Dalenar, quizás para otorgar un mayor dramatismo a la trama de Dalenar.
  • Elhokar: Esta versión de Elhokar tiene más o menos la misma personalidad inconsciente e impetuosa, y también le vemos reconcomido por el asesinato de su padre a manos del Traidor. La brújula que rige su vida también está influenciada por la venganza de su padre muerto, y vive bajo con el constante peso de ser juzgado con los demás lo cual le lleva a tomar las mismas decisiones viscerales y en ocasiones, equivocadas; y parece ser precisamente su inseguridad la que lo lleva a rodearse de aduladores como Meridas. De él se dice que «Poseía un rostro regio, con el perfecto semblante Alez. Oscuro pelo azabache, cara almendrada, con una barbilla marcada. De hecho, poseía un aire noble tradicional más acentuado que el que tuvo su padre.»
  • Jasnah: Aunque apenas aparece en un par de menciones durante el capítulo, sabemos que se la valora por su buen criterio como estratega y que sus ideas son tan valoradas como para que Elhokar y su ejército sigan las recomendaciones que hace.
  • Meridas (Meridas Amaram): no es el alto señor Meridas Amaram al que estamos acostumbrado, sino un mercader muy rico y bien situado a nivel político por ser uno de los consejeros del rey Elhokar y apoyarle con sus recursos al que no se refieren por el nombre de su casa, sino por su nombre de pila. De hecho su estatus como lord es tan bajo que ni siquiera puede quedarse al mando durante la batalla, cuando Dalenar va tras Elhokar. Así como la personalidad de Amaram es hasta cierto punto honorable y persigue una causa desde su perspectiva justa, este Meridas parece estar motivado más bien por un egoísmo mezquino. A ver qué tal la evolución del personaje. La verdad tengo ganas si acaba pareciéndose a nuestro Amaram, y de no ser así, resultaría interesante conocer los motivos tras los cambios.
  • Gelnin: este es un personaje que no conocíamos de antemano. Es el porteador de escudo de Dalenar, a quien acompaña en las batallas portando su escudo esquirlado para protegerle mientras carga contra el enemigo para así resguardarlo del impacto de proyectiles. No sabemos si Dalenar siente apego por este personaje, ya que le abandonó en mitad de la batalla cuando el caballo de Gelnin fue abatido. Esta figura del escudero ha desaparecido en el Archivo de las Tormentas, y hasta el momento no nos hemos encontrado con ningún personaje que lleve este nombre, pero partiendo de la base que se está investigando la creación de  nuevos fabriales como escudos esquirlados, quizás acabemos viendo aparecer sino al personaje, tal vez la figura de porteador de escudo.
  • Merin (Kaladin): el nombre que tenía Kaladin en esta versión. Aparece de repente para salvar heroicamente la vida de Elhokar en el campo de batalla y queda inconsciente tras recibir un golpe. Dado que quien abate a un portador de esquirlada puede quedarse sus esquirlas y ascender en la jerarquía, ahora mismo no sabemos si lo ha hecho por honor o por codicia. También sabemos que tiene dieciséis o diecisiete años, y Dalenar acaba de otorgarle las esquirlas que había reclamado el capitán de los lanceros, ascendiéndole así a noble.
  • El Traidor: También otro personaje desconocido. Antiguamente llamado Oshlen Reil, asesinó al rey Nolhonarin y  a Sheneres, tras lo cual se ganó el apodo de Traidor. De momento no sabemos mucho más. Se menciona que su estandarte contenía el glifo Jie, pero no sabemos ni la forma del glifo ni su significado.
  • Talhmeshas Pralir: Al principio del capítulo se menciona que el Traidor fue cobijado por los prallan, y este fue precisamente el rey que le dio cobijo: «—Ese es Talhmeshas —dijo señalando a otro cadáver. […] Talhmeshas Pralir, rey del estado prallan de Pralir, la nación que había dado cobijo al Traidor e invitado a la invasión alez.».
  • El Todopoderoso: No sabemos si en este mundo hay también un Padre Tormenta, pero sí aparece la figura del Todopoderoso y por ejemplo se mantiene la expresión «Los diez nombres del Todopoderoso.». De hecho se refieren a él también como: El Que Otorga Pensamiento (Thoughtgiver) o  El Portador de Leyes (Lawbringer). Ambas referencias ya en sí misma abren todo tipo de especulaciones sobre el origen de este nombre. ¿Por qué fue él quién trajo la Ley? ¿A qué se refieren con otorgar pensamiento? Por último, también es interesante fijarse es que al menos los alez, se refieren al viento como «La Voz del Todopoderoso».

Facciones

Por lo que hemos leído en el capítulo has dos facciones claras y una hipotética desde el punto de vista de Dalenar, pero que tiene mucho sentido.

Por un lado tenemos a los alez, que hasta donde sabemos viven en Kholinar. Desconocemos si se trata de un reino unificado, o se rigen bajo alguna forma de principado que no hemos visto todavía. En cualquier caso, mi impresión personal tras lo que hemos leído es que son una sociedad unificada, organizada y poderosa a nivel económico y militar, a diferencia de los prallan. Dentro de lo que conocemos, podemos decir que tienen un desarrollo tecnológico puntero, ya que por ejemplo crean artilugios para ayudarse como los recogelluvia, o las referencias a que los arquitectos tras la construcción de grandes infraestructuras como las torres son los mejores no de Kholinar, si no de Roshar (aunque cabe la posibilidad que hayan realizado el encargo del diseño en el exterior, pero no lo creo). Posiblemente el hecho de habitar una zona menos hostil ha contribuido a su prosperidad.

Me ha resultado curioso que el característico color que conocemos como azul kholin, por ser el que pertenece a la familia real, en esta versión se llama azul de Alezkar, y engloba a toda la facción. Seguramente todavía no estaban implementados estos detalles de colores por casas de los altos príncipes, lo cual me parece un indicativo de que probablemente estos precursores de los alezi, estaban más unificados. Como diría Brandon: RAFO! (Read and Find Out, lee y descúbrelo).

Los prallan, en cambio, habitan en algún lugar de las regiones orientales más castigadas por las altas tormentas. No se deja especialmente en buen lugar su organización militar ni los recursos de los que disponen. En las descripciones se dice que su ejército es harapiento y desorganizado en comparación con el alez, que sus torres son frágiles y están mal construidas… Son los claros perdedores en temas de distribución de recursos. También me llama la atención la forma en que Brandon ha escrito «estado prallan de Pralir». Me lleva a pensar que hay varios estados prallan, cada uno con sus reyes. Habrá que esperar a ver qué características comparten los prallan entre sí, y qué les diferencia de los alez.

Y finalmente tenemos la aparición de una hipotética tercera facción que ha acabado con alez y prallan por igual, lo cual demuestra que son bastante poderosos ya que han dejado tras de sí la nada despreciable cantidad de 15.000 cadáveres como mínimo (porque no queda claro si esta cifra representa únicamente a los alez o es la suma de alez y prallan). Observando los cuerpos, Dalenar está sorprendido porque parecen haber empleados armas más bien contundentes, pero no conoce ningún ejército que cuente con un número tan elevado de infantería pesada entre sus filas; y además el curioso detalle de que las heridas de los cadáveres no tienen sangre.

Queda por ver si se trata de otra facción humana, o tal vez de algo muy distinto, pero desde luego van a ser contrincante memorables, dado que hasta Dalenar está asombrado al darse cuenta de  que una masacre no podría llevarla acabo ni siquiera un grupo de tres portadores de esquirlada (lo cual también nos da una idea del poder que representa un portador). Esta amenaza apareció y desapareció del campo de batalla sin rastro.

[…] Pero no había sido asesinado por otro lancero, el lateral de su cráneo había sido aplastado. ¿La infantería pesada, tal vez? La mayoría de la infantería pesada cargaba con martillos, mazas, o hachas en vez de lanzas. Pero la infantería pesada constituía una porción muy pequeña dentro de la mayoría de ejércitos, y eso era algo que aplicaba perfectamente a los prallan, que no poseían los recursos del ejército alez.

[…] Por lo menos había tres cadáveres vestidos de marrón por cada uno de azul.

[…] «Casi quince mil…» pensó Dalenar asombrado. «¿Cómo, en nombre del Portador de Leyes resistieron nuestros hombres semejante número?»

[…] Además, los cadáveres le indicaban a Dalenar una historia diferente. No hablaban de una formación defensiva sino de ofensiva caótica, una mezcla dispersa de facciones. Muy pocos hombres a lo largo de todo el campo habían muerto por una lanza, pero prácticamente todos tenían una. Sus heridas no tenían rastro de sangre, como su hubieran luchado y muerto bajo la lluvia de la alta tormenta.

[…] Es imposible que nuestras fuerzas hicieran esto» pensó Dalenar escudriñando el campo de batalla. «Incluso con tres portadores de esquirlada, no podrían haber hecho tanto daño.»

Algo muy extraño había acontecido en este campo de batalla. Los muertos le susurraban pistas de su lucha, y solo había una cosa que tuviera sentido. Una tercera fuerza había atacado a ambos bandos.[…]

Finalmente, tenemos al misterioso cadáver que encuentran vistiendo una armadora extraña y portando una espada que tampoco han visto anteriormente:

La armadura del hombre era algo antinatural e indescriptible. No lucía cicatrices tras la batalla, ni blasones tampoco, ni sedas ni adornos. Incluso había borrado la pintura, dejando a la vista un insulso color gris. […]

Más extraña todavía era su hoja esquirlada. No era una inmaculada, ya que lucía las filigranas de un arma que había sido vinculada hace mucho. […]

Organización social

A nivel de organización social también hay muchas cosas que no se han definido todavía, y otras que están en proceso.

Si nos fijamos en lo poco que hemos visto sobre la nobleza alez, vemos que se utilizan los términos de lord y lady, por lo que los brillantes señores no han nacido todavía, y puede que en esta versión tampoco existan los altos príncipes.

Sin embargo, si hay una cierta diferencia a los diferentes rangos, como hemos podido comprobar cuando Dalenar habla del capitán del escuadrón de lanceros que se acerca a reclamar las esquirlas: «Dalenar se giró, percatándose de la presencia de un lancero de barba descuidada con amplia sonrisa y el glifo que indicaba el rango de un quinto infante.»

Sabemos también que hay, como mínimo, trece rangos por el castigo que aplica Elhokar a Renarin tras su arrebato de furia en el campo de batalla: «—Pierde su hoja esquirlada —ladró Elhokar, irguiéndose—. Desciende de quinto a décimo tercer lord, y no heredará, ni siquiera si Aredor muere.» Sin embargo, cuando pienso en el ejemplo anterior del quinto infante, me cuesta creer que sea un rango equivalente al de Renarin, así que imagino que deben haber diferentes clasificaciones, quizás por un lado la militar y por otro la noble.

Aunque en este capítulo no se ha mencionado nada relacionado con el estatus social vinculado al color de los ojos, sí me llamó la atención esta frase: «Elhokar se giró, con los ojos oscurecidos ante la falta de respeto.» Me queda la duda de si estamos únicamente ante una expresión coloquial, o si por una de esas Elhokar (y tal vez los demás lores alez) tienen los ojos claros, pero el color cambia según el estado de ánimo, por ejemplo volviéndose más oscuros en un momento de furia.

La falta de respeto que tanta ira enciende en Elhokar, también me recuerda el tema del Protocolo. Los duelos entre portadores de esquirlada, que muy probablemente se puedan extrapolar a otros rangos, parecen regirse por un conjunto de normas muy diferentes a las de una batalla más mundana (aunque en este sentido, Dalenar intenta ceñirse a una serie de comportamientos incluso para con los caídos). Un duelo entre reyes puede dar la victoria a cualquiera de los bandos enfrentados, y nadie osaría interponerse (al menos ningún alez o ningún prallan). Elhokar se muestra seriamente contrariado recordando al desconocido que le atacó y que fue abatido por Merin: «—Era cieno prallan —Elhokar escupió las palabras en voz alta. Se mantenía a escasa distancia, todavía sin yelmo, despidiendo con un gesto a curanderos y ayudantes—. Ignoró el Protocolo. Me atacó cuando todavía no había invocado mi hoja esquirlada, e intentó golpearme cuando todavía estaba desmontado. Despojad de su armadura para mí y dejad que el cuerpo se pudra junto a los hombres corrientes. No lucía blasón, así que no tendrá el entierro de un lord.» Por cierto, me ha hecho gracia también el detalle de que los insultos tienen que ver también con el entorno. No hemos visto aún un «tormentoso…», pero sí vemos que utilizan palabras como «cieno».

Mi último comentario de este apartado voy a dedicarlo a otro detalle que me llamó la atención, el término Parshen. Aunque no hemos visto parshendis en el capítulo, sí hay una pequeña referencia a la obediencia esperada de un parshmenio. Cuando Dalenar rehúsa confrontar a Elhokar por el castigo injusto que ha impuesto sobre su propio hijo, dice que no puede hacer nada, igual que no pudo tampoco vengar la muerte de su hermano, dando a entender que su voluntad queda supeditada al rey. Y expresa esta idea de una forma muy concreta: «El chico murió defendiendo a su rey, pero Dalenar no tuvo tiempo de buscar su propia venganza. Únicamente la venganza del rey importaba. Dalenar era el Parshen de Elhokar.» Me ha recordado esa relación de esclavitud.

Unidades de medida

En el Roshar del Archivo de las Tormentas hemos podido ver muchos detalles definidos, como su gravedad específica o el calendario. En el capítulo en que Tien se une forzosamente al ejército de Amaram, se menciona que puede llevar consigo un peso equivalente a 20 rocas (stones), lo que indica que estas rocas son también una unidad de medida aunque desconocemos su equivalente terraqueo.

Así como nosotros medimos el peso el kilos, onzas o libras, también existe la medida roca, proviene del sistema métrico empleado en Inglaterra y equivale a 6,35 kg.

En esta versión de la novela, da la impresión de que la unidad de medida son los bloques de acero, cuyo peso también desconocemos al no saber el tamaño del bloque ni si la densidad del acero en Roshar es como la nuestra, pero bueno, como curiosidad resulta interesante y me pregunto si veremos alguna referencia a esta medida en el futuro.

Después aparecen diferentes conceptos que he dejado sin traducir: medio tenset, tenset y tensquad. Ten. en inglés, quiere decir diez. Sabemos que en Roshar el número diez es de gran importancia y parece que esta característica estaba presente ya desde los primeros borradores.

Posiblemente un tenset sea una agrupación de 10 unidades de algo concreto, algo que observamos la primera vez en la descripción de la espada de Elhokar: «La hoja esquilada de Elhokar era más fina que la de Dalenar, pero mucho más elaborada. De hecho, parecía más una pieza de arte que un arma, inscrita con un tenset de glifos y un enorme rayo solar en el centro.»

Dalenar también habla de esta medida cuando explica cómo aprendió su hermano a batirse en duelo, quizás refiriéndose al número cinco:

El padre de Elhokar habría sido más inteligente, pero eso era porque había tenido que aprender mejor. Nolhonarin casi había perdido su vida en medio tenset de duelos estúpidos antes de aprender a controlarse.» 

Finalmente aparece el tensquad, una medida sensiblemente mayor. Durante un momento concreto de la batalla, podemos leer lo siguientes fragmentos:

  • «A su alrededor marchaban siete mil soldados y un tenset de portadores de esquirlada, Dalenar y sus dos hijos incluidos.»
  • «Elhokar le miró, pero no contradijo la orden. Los siete tensquads se detuvieron, esperando a que el solitario explorador se aproximara.»

De estos fragmentos podemos deducir que un escuadrón (squad) se compone de cien hombres, por lo que un tensquad está compuesto por mil.

Las esquirladas y el arte de la guerra

Tipos de esquirla y su origen

Podemos comprobar que tanto las armaduras como las hojas esquirladas (que también tardan 10 latidos en invocarse) forman parte de la historia, pero también aparecen los escudos esquirlados y parecen ser otro elemento del equipamiento de un portador de esquirlada. Este tipo de escudo es algo que en la novela del Camino de los Reyes se menciona como una invención en la que se está trabajando pero sin resultados definitivos.

Sabemos que estos objetos son muy antiguos: «Su armadura parecía absorber el frío de la tormenta, y podía sentirlo en su cuerpo. Por suerte, no tenía que preocuparse porque se fuera a oxidar, las armaduras esquirladas resistían los elementos tan bien como las armas. El propio traje de Dalenar había permanecido en su familia durante cuatro siglos, y antes de eso, había pertenecido a otra familia real. De hecho, no existía un juego que no se remontara a la Novena Época o incluso antes. Hasta los juegos de armadura más nuevos tenían prácticamente mil años, y otros habían durado casi dos milenios.»

Además, fueron creados por un grupo conocido como los Despertadores (Awakeners): «Habían sido creadas por los Despertadores para potenciar la fuerza del hombre, al igual que su resistencia y agilidad. Por desgracia, cuando los artesanos de los Reinos de Época hicieron la armadura, no pensaron en añadir algún tipo de poder sanador místico. Dalenar tembló una vez más, refunfuñando para sí sobre los Despertadores y su, por lo general, carencia de comprensión en cuanto a cuestiones prácticas.»

La dificultad de traducir algunos términos

Aquí tuve un momento de duda al traducir el término Awakener, pero al final me decanté por Despertador por un motivo. Hay una frase un poco rocambolesca en el capítulo, que tiene miga: «Así que pateó la rodilla del lancero con todo el poder de la fuerza despertada de una armadura esquirlada.». En inglés, esta frase era: «So, instead, he kicked the spearman’s knee with the full power of Shardplate’s Awakened strength.»

Una de las dificultades de traducir a Brandon son lo que llamamos TS (Término Sanderson). Todo el Cosmere está plagado de estas referencias mágicas y a objetos de su invención. A veces estos términos son compuestos de dos palabras: Windrunner (Corredores del Viento), Shardbearer (portador de esquirlada), etc. Pero en otras ocasiones, en inglés podemos saber que estamos ante algo especial porque la palabra se capitaliza. Por ejemplo: Blade (hoja), Awakening (despertar). En castellano es un mecanismo del que nosotros carecemos.

Comento esto por dos motivos. El primero porque en este borrador las armaduras no obtienen su energía de la luz tormentosa sino del despertar. Despertar es el tipo de magia que se utiliza en El Aliento de los Dioses. Los borradores originales de Brandon, lo que se apellidan Prime, contienen muchas ideas y conceptos que al final acabaron utilizándose en otros libros. He mantenido la traducción de Awakened  (despertado/a) y Awakeners (Despertadores, a mal que me suene la palabra) manteniendo la referencia al término despertar, porque es el tipo de magia que conocemos y al que podemos referirnos mentalmente para entender todos estas relaciones.

Obtención de esquirlas

Al igual que en El Camino de los Reyes, las esquirlas pueden heredarse o ganarse en el campo de batalla. Aquellos que obtienen una esquirla en el campo de batalla (como quería hacer al principio nuestro Kaladin), se convierten en lores, ascendiendo a nobles automáticamente.

Cada portador personaliza sus esquirlas. Por ejemplo sabemos que armadura de Dalenar no es tan intrincada como la de sobrino: «Dalenar se acercó para colocarse al lado del joven rey, su pie acorazado repicaba contra la madera. La propia armadura esquirlada de Dalenar no era tan intrincada como la de sobrino, no la había adornado con sedas, y lucía pocos adornos. Encajaba con él, y la había llevado con orgullo desde el día en que su hermano se la dio, hacía ya años», mientras que la de Elhokar se describe como: «El rey refulgía en su áurea armadura, uno de los mejores atavíos de armadura esquirlada que existían en todo Alezkar. Con las hombreras y el pecho recortándose bajo los dorados rayos del sol, la armadura estaba rematada por un yelmo que descansaba sobre cuatro elaboradas picas».

También tenemos referencias sobre el diseño único de las hojas esquirladas: «La hoja esquilada de Elhokar era más fina que la de Dalenar, pero mucho más elaborada. De hecho, parecía más una pieza de arte que un arma, inscrita con un tenset glifos y un enorme rayo solar en el centro.». Y otro detalle interesante que es en esta versión ya existe el concepto de vínculo entre hombre y espada, algo que permite la pomopiedra contenida en la empuñadura de cada arma (en el libro final, este término se conoce como piedrabase): «Elhokar tomó el arma, y luego desenfundó una daga con mango de acero. Dio un golpe seco con la base de la daga en el pomo de la hoja esquirlada de Renarin, liberando el ópalo negro que formaba el pomo de piedra. El ópalo era la «esquirla» de la hoja esquirlada, el objeto que posibilitaba vincular hombre y arma.»

Las formas de combate

El último punto del día voy a dedicarlo a una pequeña curiosidad relacionada con el estilo de combate. En El Camino de los Reyes se mencionan diferentes estancias o poses de combate: de viento, de humo, de fuego… Pero en este primer borrador se habla de formas, aunque en la novela que conocemos, las formas es un término reservado para los parshendi.

Por su aparte, Elhokar no se estaba desenvolviendo tan bien. Luchó con los fluidos movimientos de la forma de aire, una estancia de duelo que nunca le había terminado de encajar. Elhokar era un hombre temperamental y de golpes fuertes, pero siempre se había resistido a las sugerencias de Dalenar para que estudiara la forma de fuego o la de cuarzo. La forma de aire era para los reyes, había replicado siempre Elhokar.

Su oponente luchó con los cuidadosos y elusivos ataques de la forma de humo. El hombre de armadura marrón era a todas luces un maestro del estilo. Atacaba con cuidado, sin aplicar jamás demasiada fuerza, pero cada golpe debilitaba la armadura esquirlada de Elhokar. El rey erraba sus propios golpes más veces de las que acertaba.

Bueno, y hasta aquí (que no es poco) lo que da de sí el primer capítulo por mi parte. Si habéis llegado hasta aquí, ¡espero que no dejéis de visitar el foro para compartir vuestras impresiones sobre esta lectura porque me encantaría conocer vuestra opinión!

 

Apasionada de los comics, amante de los libros de fantasía y ciencia ficción. En sus ratos libres ve series, juega a juegos de mesa, al LoL o algún que otro MMO. Incansable planificadora, editora, traductora, y redactora.

Post a Comment

ESTA WEB UTILIZA COOKIES PARA OFRECERTE LA MEJOR EXPERIENCIA